Érase una vez una princesa que nunca quiso serlo.
Tralara Tralara Tralara
Un día se enamoró de un sapo, pero este no quería darle ningún beso.
El sapo estando en su charca y mojando con cuidado sus ancas, divisó un caballo cojo con una pata de palo asomando por el horizonte.
He aquí un principe de color verde, que galopaba sobre su corcel magullado.

Acercose a la charca a descansar, pues se había pasado todo el dia cortando el césped, fregando, limpiando el patio... haciendo los quehaceres de la casa, en la chavola de su madrastra.
Bajó del rocín, y se dispuso a tomar el fresco al lado de la charca.
En esto el sapo lo vió y quedó prendado de sus bizcos ojos castaños.

La princesa, rota por su desamor, fué a la tienda esotérica de la esquina y compró un muñeco vudú, loca de ira, sabiendo que su querido y apuesto sapo no la quería ni en pintura,¡¡y con lo buena que estaba!!!

Así que se dispuso a clavar un alfiler y otro, hasta que ya no le quedaron mas, en el muñeco grotesco de trapo.

En la charca, el príncipe entablaba conversación con el sapo y los dos cotilleaban sobre la gente del pueblo.
Entre pitos y flautas la criatura tiraba los trastos al apuesto caballero, pero a éste le dió un colapso del sol y empezó a sufrir convulsiones. Comenzó a temblar en el suelo y empezó a brotarle espuma amarillenta de la boca. Sus ojos parecian salirse de las órbitas.

El sapo comenzó a sentir los efectos del vudú y comenzó a hervirle la quijotera en bambollas de sangre verde y piel putrefacta, emanando un hedor purulento y nauseabundo que alarmó a la gente del pueblo, que a su vez fueron corriendo a ver que es lo que se cocía (nunca mejor dicho) en la charca, entre ellos la princesa cabrona.

Entonces ella , al ver el paripé organizado al unísono por el príncipe y el sapo, se fué silbando y así como escurriendo el bulto, porque nadie sabía nada.

De camino a su palacio tropezó y se abrió la cabeza contra un adoquín mal puesto en el suelo.

Y colorin colorado, este cuento ha finiquitado.

Está basado en hechos reales.