Necesitaba una secretaria. Pero inteligente y culta. La última terminó por sacarme canas verdes y terminé rogándole al diablo para que me la sacara de encima. Esta vez quería una secretaria inteligente pero de verdad. Una secretaria -digamos- con una amplia cultura. Eso facilita el trabajo y además, le da cierto prestigio a uno.
Si la secretaria es lista -dice la gente-, ¡qué inteligente debe ser su jefe!
Una superstición más; pero uno de eso no tiene la culpa. Así es que puse un anuncio en el periódico, el cual destacaba como condición sinequanón este perfil. Me daba lo mismo que manejara a la perfección Word 6.0, Display Write o la última Suite de Multimedia para Window; o que hablara alemán o japonés. CULTURA señor, eso es lo que quiero.

Pues bien, la primera candidata no tardó en presentarse. Era agradable y de aspecto sobrio.
Mi última secretaria -le dije- me ha sacado canas verdes hasta hacerme acreedor de una maldita úlcera. Era más tonta que una puerta, disculpe la franqueza. Esta vez quiero una secretaria inteligente e instruida. El trabajo me resulta más ameno cuando se comparte con una persona de cierta formación, usted sabe. En consecuencia, le voy a hacer solo tres preguntas de prueba:
-Como usted diga, no hay problema
-Vamos a ver: ¿Cuál es la capital de Noruega?
-Copenhague
-Lo siento; pero no. Es Oslo. Más no tiene demasiada importancia. Otra pregunta: ¿De qué padeció Beethoven?
Tras una breve vacilación, contestó:
-¿De cólera? ...
Me tragué el comentario. Y pasé a la tercera pregunta:
-¿Qué es un fiord?
-Una marca de automóvil, mi prima tiene uno, modelo “Escort”
-No, señorita. La marca que usted dice es Ford. Un fiord o fiordo es un entrante del mar en la tierra con las orillas escarpadas. Bueno, muchas gracias por su tiempo. Le comunicaré mi decisión por escrito; ya tengo sus datos; hasta luego...

La segunda aspirante era algo más atractiva que la primera, digamos algo más no más, pero de buen semblante y gesto gentil.
-El empleo requiere ciertos conocimientos -empecé-por lo que desearía someterla a un pequeño examen, si no tiene inconvenientes. Solo tres preguntas:
-¿Quién compuso La viuda alegre?
-Mozart
-No, señorita. Lo que compuso Mozart fue La Flauta Mágica. Por cierto: ¿Sabe usted de quién es la letra de La Flauta Mágica?
Sus ojos brillaron de alegría:
-De Ralph Marie Siegel
¿¡De quién!? -bramé-
Hice un tercer intento:
-¿Qué es un Chiíta?
-Una especie de primate. Creo
-...

La tercera candidata, era una rubia espectacular. Viene directamente de un concurso de belleza, en el que, incomprensiblemente, no ha ganado -me dije-.
Le hice una seña para que pasase. Intenté iniciar mi discurso; pero me fallaron las palabras. Era bella como un Botticelli. Se me nubló el entendimiento. Sólo pude señalarle en silencio la silla.¡Al diablo con este estúpido interrogatorio! -pensé-.
-Señorita -pude al fin articular-, mire voy a ahorrarme la perorata de la entrevista pues mi intuición me dice que es usted lo que ando buscando (...), sencillamente lo sé, así es que sin más preámbulos le comunico que queda seleccionada. Tiene usted algún reparo, alguna pregunta. Algún....
Me interrumpió con un ademán.
-Mire usted: mi último jefe me ha sacado canas verdes y me ha hecho acreedora a una maldita úlcera. Era más tonto que una puerta. Disculpe la franqueza. Esta vez quiero un jefe inteligente e instruido. El trabajo me resulta más ameno cuando se comparte con una persona de cierta formación, usted sabe. En consecuencia, y como usted comprenderá, el acuerdo entre dos partes debe ser consensual, por lo tanto me voy a permitir hacerle tres preguntas de prueba. ¿Qué le parece?
Yo estaba rígido y algo angustiado.
-Vengan - dije con un hilito de voz-
-¿Dónde y cuándo nació Goethe?
-En Weimar -tartamudeé-; del año no me acuerdo
-En 1.749; pero no fue en Weimar, sino en Frankfort
-Otra pregunta: ¿Cuál es la isla en que vivió Robinson Crusoe?
-(Ja, ja, ja)...en la de Crusoe -contesté, convencido de haber acertado esta vez-
-No, señor: en la de Masatierra, del grupo de las de Juan Fernández. Ahora, otra más fácil: ¿Qué es una tonsura?
-Lo que tengo aquí arriba -balbuceé- (me señalé con un dedo la cabeza)
-No, señor: lo que usted tiene ahí, es una testa monda y lironda -corrigió la Barbie, al tiempo que se ponía de pie-
Por ahora, no puedo anticiparle nada -me dijo-. En todo caso, muchas gracias por su tiempo le comunicaré mi decisión por escrito; tengo sus datos, hasta luego. Y desapareció. Y yo me quedé allí, sentado, sin ninguna esperanza. Qué bajón.

Interrumpí el proceso, como era obvio e intenté arreglármelas solo durante un par de semanas, pero no lo soporté. No señor, necesito una secretaria. Así es que agarré al azar el primer currículum del cajón del escritorio y me dije: ¡este!, ¡si!, este. El destino se encargará de elegir a mi secretaria. Pero hice un juramento; no cambiaría el método de selección, no señor. La suerte estaba echada.

La susodicha resultó ser una gorda infame, hosca y beligerante. Casi me pegó cuando le pregunté si sabía en qué consistía el principio de Arquímides. Todavía cree que la Gruta de Fingal es una cervecería del tipo HBH y está convencida que el Big Ban es una oferta promocional de McDonald´s.