La almohada le revienta el cráneo.
La vida los despelleja lento.
Los niños lo cubren de parvas.
Su novia le convida fetos.
Horacio le regala maizales.
Los perros le corroen el odio.
Los hombres lo dejaron libre.
Ignacio Lamothe
Los principios fueron creados, en un principio, para facilitar los devenires de la convivencia.
Sana, permitiéranse algunos aseverar.
Sin embargo, y a trasluz, era posible comentarles a los mentados
Cómo es que los inventos llegan a denostar a sus procreadores.
Jaulas y más jaulas respondieron por los ausentes.
Risas mecánicas, miradas lacónicas, palabras cínicas.
El sustento de la completa falta del movimiento, que se volvería la epifanía de sus deseos.
Los más sinceros, los más abyectos.
Por la pulcritud de las maneras y una coexistencia plétora en su evasión.
Perfecto, correcto.
La parodia de una libertad tantas veces velada,
La parábola que ayudaría a trashumar del invierno de la ignorancia al verano de la compostura.
Bendita nuestra sangre trasquilada.
Preciosas nuestras carnes espetadas por el filo gastado de la moral.
Esas buenas costumbres,
Nuestros malos hábitos.
Esas espaldas erguidas,
Nuestra boca acercándose a la cuchara.
Y domesticar el ser, para no soliviantar las almas.
Se sincroniza la espera, se purga la calma, en la ausencia de la pasión, socavando la entereza del espíritu.
La llaga deja de arder. |