EL CAUDILLO CRISTERO.
Emilio Hernández.
Calles siendó presidente de México, daba la orden de cerrar todos los templos, con el pretexto de la modernización de país, se ejecutaba la orden diligentemente. En un pequeño pueblo de los altos de Jalisco era aprendido quien por sus convicciones religiosas se creia un peligro para las autoridades. Victoriano fue atrapadó en un tendejón mientras platicaba con don “Chon”.
Cuando el pueblo; que en su mayoría era compuesto por gente humilde y creyente, se amotinó para liberar a Victoriano; a quien se tenía gran estima.
La escasa vigilancia que se tenía a Victoriano, un plan precariamente urdido y hábilmente ejecutadó, liberó a Victoriano, afuera de la comisaría, le tenian caballo y armas, este huyó del pueblo. La pequeña guarnición que solo rebasaba la docena de gendarmes tardó media hora en reaccionar y organizarse.
El conocimiento geográfico de unos de los elementos, hizo que la persecución fuera un exito, y pronto dieran con el rumbo de Victoriano, este se dirigió a la falda de un cerro, al verse perseguido optó por internarse hacia la barranca, los gendarmes no desistieron, aunque el terreno era agreste, continuó la persecución, Victoriano fue acorralado contra las peñas del cerro, este se protegió detrás de una enorme roca, de lo que era; un inminente enfrentamiento.
Los gendarmes realizaron una formación de medio circulo; la refriega comenzó, desafornadamente para los elementos de justicia, Victoriano tenia exelente puntería; pronto se comienzaron a dar las bajas para el grupo, a pesar de que las balas llovían por todos los flancos y por arriba del risco, Victoriano se arriesgó hasta el límite de la imprudencia; en cada disparo franco, Victoriano hizó blanco, después de dos horas de disparos, adrenalina y polvo, sólo se escuchó el viento de Abril.
Victoriano; bajó para cerciorarse que no habia sobrevivientes, metódicamente recogió los fusiles de los policias, les arrancó las insignias de autoridad, se hincó ante los cadáveres; rezó un padre nuestro, hizó un tercio con las carabinas y las insignias de los oficiales.
Con la confianza de quien se sentia protegido por la divinidad; a paso lento regresó al pequeño pueblo, que después de la noticia del cierre del templo y la persecución de Victoriano, se encontraba desierto, lo recibieron; los perros y una anciana vestida de negro con el chal en la cabeza, le mandó bendiciones.
Los cascos del caballo hacian eco en la rosa cantera del pueblo, Victoriano se dirigió a la comisaría, para este tiempo; el comandante ya había sido avisadó. -¡Hay viene Victoriano!- se escuchó una voz fantasma en el pueblo.
Victoriano se apeó del caballo, agarró el tercio; hecho de armas e insignias de los oficiales y las arrojó al interior de la comisaría diciendó;
-¡Cuándo me mande buscar, no mande tan poca gente, sólo eran 14!-.
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