María. La estrella que se apagó.
Estábamos Maiko y yo sentados a la orilla del mar. La noche era tibia y estrellada. Una ligera brisa agitaba las hojas de las palmeras. En silencio, acompasado con el murmullo del viento, sólo turbaba la paz de aquel tranquilo lugar el sonido de mi respiración, Maiko callaba…No hacía frío, pero un escalofrío me recorrió todo el cuerpo de arriba a abajo, repentino, como un látigo. De repente, ardí en deseos de atrapar una de las cientos de estrellas que habían aparecido en la noche para acompañarnos, estrecharla junto a mí, sentir su calor…
Maiko, que siempre sabía lo que yo deseaba, me miró, con esos fríos ojos grises, muertos…
-Sé lo que quieres- me dijo. Su voz era un susurro en el viento, suave, desprovista de toda ternura, pero aun así, reconfortante. – Es muy fácil. Sólo alarga la mano…- Hice lo que me mandó y agarré la estrella. La atraje hacia mí y sentí su fuego en mi interior. La estrella temblaba en mi mano, pero el calor resultó de lo más agradable.- ¿Lo ves? Ya es tuya…Has atrapado una estrella. Pero va a morir…y tú deberás ver como se apaga.
Dirigió la mirada al cielo, rebosante de estrellas, y volvió a callar. Yo enmudecí de dolor y miré a mi estrella, que temblaba…Las lágrimas brotaron de mis ojos durante unos instantes, pero sabía que debía ser fuerte por ella…
Mientras la observaba arder en mi mano me permití el lujo de pensar que era imposible que se apagara, que se quedaría conmigo y me haría compañía eternamente…Pero sabía que no sería así. Maiko siempre me decía la verdad, aunque de haberlo sabido…
¿Cómo había sido tan caprichosa? Me había comportado como una niña tonta y malcriada. Me sentía tan avergonzada, tan sola…
Mi estrella se apagó ya avanzada la noche. La sostuve en mi mano mientras su luz se iba atenuando cobrándose todo su esplendor, su brillo, su esencia…
Deseaba una estrella porque creía que así me sentiría feliz, pero me sentía muy desdichada por haberla conseguido…Me pregunté si la estrella habría sido feliz conmigo, si se sentía honrada de haber sido la elegida, de haber sido mi estrella…Creía que nunca encontraría la respuesta, pero de nuevo, Maiko me dirigió su firme mirada para dármela:
-Las estrellas no sienten, pequeña. Las estrellas no aman, no lloran, no se entristecen. Las estrellas sólo nacen y mueren, y nos hacen compañía las noches como estas. Sólo viven en nuestros sueños y adquieren el valor que las personas quieren darle. Si tu has sido feliz junto a ella, ella habrá sido feliz…Pero no es así, ¿verdad, niña?
-No…-Contesté con una voz casi imperceptible, daba igual, él siempre me oía, hasta cuando no hablaba.- Nadie quiere morir, nadie quiere extinguirse, ni siquiera las estrellas, no la mía…
-Tú que sabrás, niña tonta…Es muy triste sentir que gracias a ti algo tan mágico y maravilloso se apaga, muere…Pero ya no hay vuelta atrás. Estoy seguro de que así aprenderás…Consuélate pensando, que quizás, solo quizás, esa estrella hubiera nacido únicamente para brillar para ti, para que la cogieras, para que la apagaras… ¿Quién sabe?-Pero él lo sabía.-Es tarde, niña. Ya es hora de que te devuelva a la cama…
Y de nuevo me encontré en mi habitación, destapada y mirando hacia la ventana, abierta…Rebusqué entre el revoltijo de sábanas y encontré la estrella. Desde ese día la conservaría por siempre, era una lección más que no debía ser olvidada…
Era hora de cerrar los ojos y dormir sin soñar- Maiko ya no volvería a visitarme hoy, pero sabía que al día siguiente, o al otro, regresaría a por mí; aún así, me daba tanto miedo que no lo hiciera…
-Maiko…-susurré, apenas con un hilo de voz, y una voz suave y ronca contestó: duerme ya, niña tonta- Y me dormí…
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