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CELOS

Anoche no llegué a casa. Todos saben la razón, pero nadie comprende. Pasé las horas de un tejado en otro. Lo único malo es que llovió y no lo pasé tan bien como esperaba. Ahora voy de vuelta con la cola entre las piernas, patas, digo, húmedas y sucias y mi pelaje chasconeado. No sé qué me dirán cuando llegue, pero ya casi me da lo mismo.
El vecindario duerme. El repartidor de diarios se frota las manos y se acomoda el pasamontañas que casi no lo deja ver. Suelta estrepitosamente bloques de diarios en la vereda del frente. Me molesta ese estruendo en este amanecer. El panadero del barrio me desconoce esta vez y no me tira trozos de sopaipillas como de costumbre y puchas que hace frío y tengo hambre. Él sí que se ha preparado su taza de té y a mí que me coman los ratones. Los buses todavía no andan como locos asustando a quien se les cruzan por delante. A veces me gustaría haber sido un gato negro, bien negro y cambiarles sus trayectos. Los sapos no lanzan todavía sus señas aéreas con dedos más o pesos menos. Los semáforos mantienen sus turnos frenéticos de rojas y amarillas. Esta campanilla colgada a mi cuello me incomoda, aparte de ponerme nerviosa, me deja en evidencia en todas partes, especialmente donde menos me interesa. El perro insomne de la esquina lanza un ladrido inadecuado, salto por los aires y trepo un árbol que me salva. Le lanzo un rugido como el de mis parientes de la selva, bajo ágilmente como es mi costumbre y prosigo mi camino.
Llego al hogar. Está rico aquí adentro. La calefacción ronronea mejor que yo y la otra. La otra, esa, -tan casera que la han de ver a ella- y yo, la callejera como dice mi ama. Quedan restos de comida. Me los devoro. Sospecho que aún duermen. No hay luces prendidas ni las necesito. Sigilosamente subo la escalera, pero la campanilla esta no deja de chillar. Siento que alguien se acomoda al lado de mi ama. Claro, quién más va a ser si no ella, la de los tres manchones y pelaje tupido. Ella es más joven que yo y admirada por todos. Ella que ronronea hasta porque la llaman por su nombre.
Me asomo al dormitorio. Ahí está, encajada, con toda su humanidad en orden. ¡Tan femenina que la han de ver! Yo, en esa situación me desparramo por completo y pierdo toda compostura. Si se trata de regaloneo, ¡regaloneemos!
Ellas dos me sienten y algo cuchichean. Siempre traman algo, son cómplices en todo. Seguro que comentan que el sillón era más bonito antes de que yo me acicalara las uñas ese fin de semana largo. La de los tres manchones despliega sus destrezas y elonga en forma exagerada. Escucho que mi ama pronuncia mi nombre y me dice cosas lindas, pero yo no soy tan fácil a la hora de perdonar. Necesitaré de muchos arrumacos y comida extra, -delicias de salmón- por lo menos, un cepillado intenso y quizás piense en entrar nuevamente a su dormitorio, y que la de las tres manchas desaparezca de mi vista. No compartiré la colcha y su oleaje suave con esa fulana. He llegado en el momento más inoportuno. Seguido de las elongaciones exageradas, se sacude la modorra, para la cola y las orejas y profiere un bostezo indecente. Se posiciona sobre mi ama y comienza a amasarla sobre el pecho. A mi no me gusta hacer eso, además debo reconocer que no sé cómo hacerlo. Prefiero frotarme entre sus piernas que son suaves como mi pelaje recién cepillado. La innombrable amasa y ronronea, ronronea y amasa. Yo sé que esto relaja a mi ama y le hace bien para aliviar las tensiones diarias. Observo desde afuera, trataré de aprender. Tomaré lecciones si es necesario. Si no lo consigo, aprenderé malabares de algún tipo o por último haré valer el color de mis ojos. Sé que a mi ama le encantan mis ojos porque gran parte de la ropa que ella usa y la decoración de la sala de estar son del mismísimo verde. Pensaré en artilugios divertidos, en contorsiones delicadas y en un ronroneo acompasado en el invierno y en uno fresco y ágil en verano. Incluso dejaré que me bañe cuando llegue la primavera. O en una de esas, echo patas a mi agilidad y me arrojo súbitamente sobre la cama y hago que la de los tres manchones, desaparezca por un buen rato. No más devaneos. ¡Eso haré y ahora mismo!

ZURDO

Texto agregado el 04-05-2008, y leído por 93 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
04-05-2008 Buena percepción del mundo felino y una prosa depurada. Me gustó mucho. Saludos arqui
04-05-2008 Muy real, e ingenioso, un relato que nos hace vivir muchas sensaciones y sentires. 5*. cmoss
04-05-2008 Original... doctora
 
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