MI TIO ALDO.EL VAGO PERO FILÓSOFO Y POETA. 
 
Voy a contar pasajes de la vida de mi tío Aldo, más con el corazón que con el conocimiento; era una persona muy especial, sabía que no necesitaría trabajar duro para ganarse el sustento, pues heredó de su padre una porción de finca con vides y plantaciones de duraznos y ciruelas en mayor medida, que producían una gran cantidad  de  frutas y uvas que bien vendidas producían un ingreso anual, muy considerable; mientras fue soltero hizo un gran despilfarro de sus ingresos, pero no llegó a desprenderse de sus bienes por herencia, y esta finca fue posteriormente la base económica para la manutención y educación de  su familia. 
Cuentan que de chico  Aldo era ya un gran lector, leía los clásicos y novelas propias de su época con escritores consagrados, no solo leía literatura sino a pensadores universales de economía y política. El fue quien me habló de escritores como Smith, Neruda, Almafuerte, Juana de Ibarború, Omar Khayyam Rubén Darío…a una edad en que Yo no mostraba interés ni por la poesía ni por la prosa, 
Sin embargo Aldo de a poco fue despertando mi interés en las poesías de poetas conocidos por la elite de los poetas. Alma Fuerte fue el que primero entendí, su poesía directa y bien articulada con una  melodía agradable al oído y que permitía memorizarlas. 
Aldo tenía la rara habilidad de leer o memorizar cada poesía con la entonación y el tono de voz que correspondía con el pensamiento del autor. 
Al final del relato parcial de la vida de Aldo ubicaré las poesías de  
1.	ALMAFUERTE: PEDRO, B. PALACIO. 
2.	OMAR KAYYHAN 
3.	PABLO NERUDA 
4.	JUANA DE IBARBURÚ 
5.	RUBÉN DARÍO. 
La vida de Aldo osciló entre lo intelectual y la mundana vagancia, de repente se rodeaba de escritores de su época,  como cuando escribió para la revista Paratí. Por la época que escribía en Parati, tenía un departamento justo enfrente del Teatro Maipo, donde iba en forma asidua a sus funciones, llegando a conocer las chicas por sus nombres y apodos, las chicas le decían “El Maharajá de Capurtala”. 
¿Porque?- por qué Aldo tenía un traje para cada día de la semana, ya fuera invierno o verano, y eso lo hacía aparentar como un acaudalado Maharajá de la India 
Con los sobrinos Aldo fue un tío bueno y nos enseñaba poesías que le gustaban a él, Yo recuerdo de memorias las de ALMA FUERTE, gracias a que Aldo me las enseño: 
Sonetos Medicinales y muchas más, casi como el Martín Fierro, releí infinitas veces estas poesías, como releí el QUIJOTE DE LA MANCHA. 
Con el Johnny un primo que venía para el verano, época de uvas maduras y cosecha, solíamos hacerle a Aldo bromas pesadas, pero Aldo se las bancaba como un señor, 
Un día Aldo manejaba el tractor que tiraba los camiones en la cosecha, Johnny y Yo íbamos con él, cuando en eso se nos ocurrió una maldad: tirarle granos de uvas negras por atrás del asiento en la espalda y el pantalón.Cuando Aldo se dio cuenta, ya le habíamos tirado un racimo cada uno, manchándole la camisa y el pantalón, que siempre Aldo los tenía impecables. 
¡Ya van  a ver!... fue todo lo que dijo. Pasaron los días y nosotros nos habíamos olvidado del asunto, cuando Aldo nos invitó una tarde a ir a los cuarteles del fondo de la finca. 
Estos estaban retirados de nuestra casa, y fuimos en un Ford modelo 1946 color verde como eran la mayoría de ese tiempo, siguiendo el dicho de Ford:”Usted puede elegir el color que quiera: siempre que sea negro” (ó verde). 
Llegamos al fondo y Aldo nos, mandó a traer racimos de uva moscatel que había en ese cuartel, tendríamos que buscarla; salimos para el centro del cuartel donde estaba la uva moscatel, después de media hora de búsqueda a pié, encontramos una hilera de moscatel rosada, juntamos varios racimos bien maduros y volvimos al auto, Aldo ya no estaba, había dado la vuelta y se había ido a casa. 
…¡Nos dejó! …dijimos al  unísono con mi primo… ¡maldito 
lo va a pagar!...Venganza sobre venganza,  y como descendientes de italianos por parte de Abuelo, padre o madre, teníamos que hacerle algo peor. 
Cuando ya estaba “olvidado el hecho del Ford, con Johnny lo invitamos al dique a bañarnos y pescar mojarritas, cargamos un medio mundo y en la mariposa con el Tigre, salimos a la siesta, con un sol que partía la tierra. Cuando llegamos al dique Philips, nos sacamos la ropa y la dejamos en la Mariposa, y nos metimos al canal, cuando Aldo estaba tirado tomando sol en la orilla del canal, subrepticiamente fuimos corriendo hasta la mariposa y nos fuimos a todo escape, no sabemos cuando se dio cuenta Aldo, pero se tubo que caminar los seis kilómetros que habían hasta casa. 
Después de eso Aldo propuso fumar la “pipa de la Paz”. 
Y con un tronco  de caña construyó tres pipas, el normalmente fumaba en pipa, así que trajo tabaco y las encendió a las tres juntas,… nos dijo…  
¡Para que enciendan… tienen que aspirar con fuerza!… ¡si no se apaga!... 
Estábamos prendiendo cada uno su pipa, cuando al darle  un chupón me trago una bocanada de humo y empecé  a toser desesperadamente, dale chupá me decía Aldo y Johnny también tosía por chupar la pipa con fuerza. La última venganza  se había consumado Aldo “empató” las maldades y nos prometimos no hacernos más daño: pero nada termina cuando se juntan los bromistas, al otro día estábamos pensando que maldad le haríamos al tío Aldo.  
 
NO TE DES POR VENCIDO 
 
No te des por vencido  
ni aún vencido,  
no te sientas esclavo,  
ni aún esclavo;  
trémulo de pavor,  
piénsate bravo  
y arremete feroz  
ya mal herido. 
 
Ten el tesón del clavo enmohecido,  
que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo; 
no la cobarde intrepidez del pavo  
que amaina su plumaje al primer ruido. 
 
Procede como Dios que nunca llora,  
o como Lucifer que nunca reza, 
o como el robledal cuya grandeza, 
necesita del agua y no la implora... 
 
¡Qué muerda y vocifere vengadora,  
ya rodando en el polvo, tu cabeza! 
 
 
LO QUE YO QUIERO  
I 
Quiero ser las dos niñas de tus ojos, 
las metálicas cuerdas de tu voz, 
el rubor de tu sien cuando meditas 
y el origen tenaz de tu rubor. 
 
Quiero ser esas manos invisibles 
que manejan por sí la Creación, 
y formar con tus sueños y los míos 
otro mundo mejor para los dos. 
 
Eres tu, providencia de mi vida, 
mi sostén, mi refugio, mi caudal: 
cual si fueras mi madre yo te amo... 
¡y todavía más! 
 
II 
 
Tengo celos del sol, porque te besa 
con sus labios de luz y de calor, 
del jazmín tropical y del jilguero 
que decoran y alegran tu balcón. 
 
Mando yo que ni el aire te sonreía: 
ni los astros, ni el niño, ni la flor, 
ni la Fe, ni el Amor, ni la Esperanza, 
ni ninguno en lo eterno más que yo. 
 
Eres tú, Soberana de mis noches, 
mi constante, perpetuo cavilar: 
ambiciono tu amor como la Gloria... 
¡y todavía más! 
 
III. 
 
Yo no quiero que alguno te consuele 
si me mata la fuerza de tu amor... 
¡si me matan los besos insaciables 
fervorosos, ardientes que te doy! 
 
Quiero yo que te invadan las tinieblas 
cuando ya para mí no salga el sol. 
Quiero yo que defiendas, mi cadáver 
del más leve ritual profanador. 
 
Quiero yo que me nombres y conjures 
sobre labios y frente y corazón. 
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas... 
¡loca, sí, muerta, sí, te quiero yo! 
 
Mi querida, mi bien, mi soberana, 
mi refugio, mi sueño, mi caudal, 
mi laurel, mi ambición, mi santa madre... 
¡y todavía más! 
 
"Almafuerte", Pedro B. Palacios 
 
 
 
 
A tus pies 
 
 
De Almafuerte 
Nocturno canto de amor 
que ondulas en mis pesares, 
como en los negros pinares 
las notas del ruiseñor. 
 
Blanco jazmín entre tules 
y carnes blancas perdido, 
por mi pasión circuido 
de pensamientos azules. 
 
Coloración singular 
que mi tristeza iluminas, 
como al desierto y las ruinas 
la claridad estelar. 
 
Nube que cruzas callada 
la extensión indefinida, 
dulcemente perseguida 
por la luz de mi mirada. 
 
Ideal deslumbrador 
en el espíritu mío, 
como el collar del rocío 
con que despierta la flor. 
 
Sumisa paloma fiel 
dormida sobre mi pecho, 
como si fuera en un lecho 
de mirtos y de laurel. 
 
Música, nube, ideal, 
ave, estrella, blanca flor, 
preludio, esbozo, fulgor 
de otro mundo espiritual. 
 
Aquí vengo, aquí me ves, 
aquí me postro, aquí estoy, 
como tu esclavo que soy, 
abandonado a tus pies. 
| Poesías de Almafuerte 
 
 
Avanti! 
Si te postran diez veces, te levantas 
otras diez, otras cien, otras quinientas: 
no han de ser tus caídas tan violentas 
ni tampoco, por ley, han de ser tantas. 
Con el hambre genial con que las plantas 
asimilan el humus avarientas, 
deglutiendo el rencor de las afrentas 
se formaron los santos y las santas. 
Obsesión casi asnal, para ser fuerte, 
nada más necesita la criatura, 
y en cualquier infeliz se me figura 
que se mellan los garfios de la suerte... 
¡Todos los incurables tienen cura 
cinco segundos antes de su muerte! 
¡Piu Avanti! 
No te des por vencido, ni aun vencido, 
no te sientas esclavo, ni aun esclavo; 
trémulo de pavor, piénsate bravo, 
y arremete feroz, ya mal herido. 
Ten el tesón del clavo enmohecido 
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo; 
no la cobarde estupidez del pavo 
que amaina su plumaje al primer ruido. 
Procede como Dios que nunca llora; 
o como Lucifer, que nunca reza; 
o como el robledal, cuya grandeza 
necesita del agua y no la implora... 
Que muerda y vocifere vengadora, 
ya rodando en el polvo, tu cabeza! 
¡Molto piu Avanti! 
Los que vierten sus lágrimas amantes 
sobre las penas que no son sus penas; 
los que olvidan el son de sus cadenas 
para limar las de los otros antes; 
Los que van por el mundo delirantes 
repartiendo su amor a manos llenas, 
caen, bajo el peso de sus obras buenas, 
sucios, enfermos, trágicos,... ¡sobrantes! 
¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos! 
¡Nunca sigas impulsos compasivos! 
¡Ten los garfios del Odio siempre activos 
los ojos del juez siempre despiertos! 
¡Y al echarte en la caja de los muertos, 
menosprecia los llantos de los vivos! 
¡Molto piu Avanti ancora! 
El mundo miserable es un estrado 
donde todo es estólido y fingido, 
donde cada anfitrión guarda escondido 
su verdadero ser, tras el tocado: 
No digas tu verdad ni al mas amado, 
no demuestres temor ni al mas temido, 
no creas que jamás te hayan querido 
por mas besos de amor que te hayan dado. 
Mira como la nieve se deslíe 
sin que apostrofe al sol su labio yerto, 
cómo ansia las nubes el desierto 
sin que a ninguno su ansiedad confíe... 
¡Trema como el infierno, pero ríe! 
¡Vive la vida plena, pero muerto! 
¡Moltíssimo piu Avanti ancora! 
Si en vez de las estúpidas panteras 
y los férreos estúpidos leones, 
encerrasen dos flacos mocetones 
en esa frágil cárcel de las fieras, 
No habrían de yacer noches enteras 
en el blando pajar de sus colchones, 
sin esperanzas ya, sin reacciones 
lo mismo que dos plácidos horteras; 
Cual Napoleones pensativos, graves, 
no como el tigre sanguinario y maula, 
escrutarían palmo a palmo su aula, 
buscando las rendijas, no las llaves... 
¡Seas el que tú seas, ya lo sabes: 
a escrutar las rendijas de tu jaula! 
  
Lo que yo quiero 
I 
Quiero ser las dos niñas de tus ojos, 
las metálicas cuerdas de tu voz, 
el rubor de tu sien cuando meditas 
y el origen tenaz de tu rubor. 
Quiero ser esas manos invisibles 
que manejan por si la creación, 
y formar con tus sueños y los míos 
otro mundo mejor para los dos. 
Eres tú, providencia de mi vida, 
mi sostén, mi refugio, mi caudal; 
cual si fueras mi madre, yo te amo... 
¡y todavía más! 
II 
Tengo celos del sol porque te besa 
con sus labios de luz y de calor... 
¡del jazmín tropical y del jilguero 
que decoran y alegran tu balcón! 
Mando yo que ni el aire te sonría: 
ni los astros, ni el ave, ni la flor, 
ni la fe, ni el amor, ni la esperanza, 
ni ninguno, ni nada más que yo. 
Eres tu, soberana de mis noches, 
mi constante, perpetuo cavilar: 
ambiciono tu amor como la gloria... 
¡y todavía más! 
III 
Yo no quiero que alguno te consuele 
si me mata la fuerza de tu amor... 
¡si me matan los besos insaciables, 
fervorosos, ardientes que te doy! 
Quiero yo que te invadan las tinieblas, 
cuando ya para mí no salga el sol. 
Quiero yo que defiendas mis despojos 
del más breve ritual profanador. 
Quiero yo que me llames y conjures 
sobre labios y frente, y corazón. 
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas... 
¡loca sí; muerta si, te quiero yo! 
Mi querida, mi bien, mi soberana, 
mi refugio, mi sueño, mi caudal, 
mi laurel, mi ambición, mi santa madre... 
¡y todavía más! 
  
La yapa 
Como una sola estrella no es el cielo, 
ni una gota que salta, el Océano, 
ni una falange rígida, la mano, 
ni una brizna de paja, el santo suelo: 
 
tu gimnasia de jaula no es el vuelo, 
el sublime tramonto soberano, 
ni nunca podrá ser anhelo humano 
tu miserable personal anhelo. 
 
¿Qué saben de lo eterno las esferas? 
¿De las borrascas de la mar, las gotas? 
¿De puñetazos, las falanges rotas? 
¿De harina y pan, las pajas de las eras?... 
 
¡Detén tus pasos Lógica, no quieras 
que se hagan pesimistas los idiocias! 
  
Adiós a la maestra 
Obrera sublime, 
bendita señora: 
la tarde ha llegado 
también para vos. 
¡La tarde, que dice: 
descanso!…la hora 
de dar a los niños 
el último adiós. 
Más no desespere 
la santa maestra: 
no todo en el mundo 
del todo se va; 
usted será siempre 
la brújula nuestra, 
¡la sola querida 
segunda mamá! 
Pasando los meses, 
pasando los años, 
seremos adultos, 
geniales tal vez… 
¡mas nunca los hechos 
más grandes o extraños 
desfloran del todo 
la eterna niñez! 
En medio a los rostros 
que amante conserva 
la noble, la pura 
memoria filial, 
cual una solemne 
visión de Minerva, 
su imagen, señora, 
tendrá su sitial. 
Y allí donde quiera 
la ley del ambiente 
nimbar nuestras vidas, 
clavar nuestra cruz, 
la escuela ha de alzarse 
fantásticamente, 
cual una suntuosa 
gran torre de luz. 
¡No gima, no llore 
la santa maestra: 
no todo en el mundo 
del todo se va; 
usted será siempre 
la brújula nuestra, 
¡la sola querida 
segunda mamá! 
  
Intima 
Ayer te vi... No estabas bajo el techo 
de tu tranquilo hogar 
ni doblando la frente arrodillada 
delante del altar, 
ni reclinando la gentil cabeza 
sobre el augusto pecho maternal. 
Te vi...si ayer no te siguió mi sombra 
en el aire, en el sol, 
es que la maldición de los amantes 
no la recibe Dios, 
o acaso el que me roba tus caricias 
tiene en el cielo más poder que yo! 
Otros te digan palma del desierto, 
otros te llamen flor de la montaña, 
otros quemen incienso a tu hermosura, 
yo te diré mi amada. 
Ellos buscan un pago a sus vigilias, 
ellos compran tu amor con sus palabras; 
ellos son elocuentes porque esperan, 
¡y yo no espero nada! 
Yo sé que la mujer es vanidosa, 
yo sé que la lisonja la desarma, 
y sé que un hombre esclavo de rodillas 
más que todos alcanza... 
Otros te digan palma del desierto, 
otros compren tu amor con sus palabras, 
yo seré más audaz pero más noble: 
¡yo te diré mi amada! 
  
Ayer y hoy 
I 
Humilde como el voto del creyente, 
bendito como el ángel de mi guarda, 
tímido, solitario, romancesco, 
fe y esperanza. 
 
II 
Como tú, virginal y sin mancilla, 
como yo, visionario y entusiasta, 
era el amor que te ofrecí; inocente, 
como mi alma. 
 
III 
Ignoto, como ráfaga perdida, 
ardiente, como lágrima callada, 
torcido, desolado, borrascoso, 
amor de paria. 
 
IV 
Triste como el destello de la luna, 
solo, como la luna solitaria, 
es el recuerdo de ese amor maldito, 
como mi alma. 
  
Dios te salve 
Cuando se haga en ti la sombra; 
cuando apagues tus estrellas; 
cuando abismes en el fango más hediondo, más infecto, 
más maligno, más innoble, más macabro,-más de muerte, 
más de bestia, más de cárcel,- 
no has caído todavía, 
no has rodado a lo más hondo… 
si en la cueva de tu pecho, más ignara, más remota, 
más secreta, más arcana, más oscura, más vacía, 
más ruin, más secundaria, 
canta salmos las tristeza, 
muerde angustias el despecho, 
vibra un punto, gime un ángel, pía un nido de sonrojos, 
se hace un nudo de ansiedad. 
Los que nacen tenebrosos; 
los que son y serán larvas; 
los estorbos, los peligros, los contagios, los Satanes, 
los malditos, los que nunca,- nunca en seco, nunca siempre, 
nunca mismo, nunca nunca,- 
se podrán regenerar, 
no se auscultan en sus noches, 
no se lloran a si propios… 
se producen imperantes, satisfechos,- como normas, 
como moldes, como pernos, como pesas controlarías, 
como básicos puntales, 
y no sienten el deseo 
de lo sano y de lo puro 
ni siquiera un vil momento, ni siquiera un vil instante, 
de su arcano cerebral. 
Al que tasca sus tinieblas, 
al que ambula taciturno; 
al que aguanta en sus dos lomos,- como el peso indeclinable, 
como el peso punitorio de cien urbes, de cien siglos; 
de cien razas delincuentes,- 
su tenaz obcecación; 
al que sufre noche y día,- 
y en la noche hasta durmiendo,- 
como el roce de un cilicio, como un hueso en la garganta, 
como un clavo en el cerebro, como un ruido en los oídos, 
como un callo apostemado 
la noción de sus miserias, 
la gran cruz de su pasión: 
yo le agacho mi cabeza; yo le doblo mis rodillas; 
yo le beso las dos plantas; yo le digo: Dios te salve… 
¡Cristo negro, santo hediondo, Job por dentro, 
vaso infame de dolor! 
  
Vade retro 
Tu eres joven, como un lirio de los valles, 
que recién abre su cáliz, 
¡que recién! 
los cendales candorosos de sus pétalos de seda 
suelta al viento de la aurora... 
¡yo soy el trágico laurel! 
Yo soy viejo, carcomido, lamentable, 
como un roble centenario, 
¡que cayó! 
que cayó para in eternum, para nunca más alzarse 
por los siglos de los siglos, 
¡bajo el látigo de Dios! 
Son tus carnes, azucenas y jazmines 
sonrojados a los besos 
!de la luz!; 
de la luz de cien incendios pavorosos, 
de cien soles fulgurantes... 
¡más tu carne, no eres tú! 
Tú eres sombra, sombra enorme, sombra misma, 
sombra llena de ansias 
¡de gozar! 
Tus deseos se retuercen como sierpes iracundas, 
in saciadas, insaciables... 
¡pubertades de Satán! 
  
¿Flores a mi? 
I 
Ayer me diste una flor, 
una flor a mí, señora, 
que no consagré una hora 
ni al más poderoso amor. 
¿Flores a mí? ¡Si es mejor!, 
en un páramo arrojarlas, 
o tú no sabes amarlas, 
o al sentir mi pecho yerto, 
sobre la tumba de un muerto, 
has querido abandonarlas. 
 
II 
¿Flores a mí? ¿Tú no sabes 
de esos parajes que aterran, 
donde las flores se cierran, 
dónde no cantan las aves? 
Las más orgullosas naves 
temen del mar los furores, 
los tigres devoradores 
huyen del simún airado 
¡y tú en mi pecho has dejado 
tan sin recelo tus flores! 
 
III 
¡Flores a mi! puede ser 
que desalmada y celosa, 
buscaras la más hermosa 
con tu instinto de mujer; 
Y haciéndole comprender 
yo no sé qué gentileza, 
con refinada fiereza, 
con el más profundo encono, 
la bajaste de su trono 
por castigar su belleza. 
 
IV 
No lo sé, linda mujer, 
ni quiero saberlo todo; 
me contento con mi modo 
de saber y no saber. 
Pero si quieres tener 
la realidad en tu mano, 
te diré, sin ser un vano, 
que si te movió el amor 
¡la flor ha sido una flor 
que fue destronada en vano! 
  
Mi Alma (Paralela) 
 
Bajo la curva de la noche, fúnebre, 
sobre la arena del desierto, cálida, 
se conturba la mente del proscripto, 
su pie desnudo, vacilante, marcha; 
y allá en la curva fúnebre del cielo 
la estrella solitaria; 
y allá, sobre las cálidas arenas, 
¡el oasis y el agua! 
Bajo la curva del dolor, fatídica, 
sobre el desierto de mi vida, trágica, 
mi acongojada mente se conturba, 
mi vacilante pie se despedaza; 
y allá, en la curva del dolor, siniestra, 
la luz de la esperanza; 
y allá sobre el desierto de mi vida, 
¡la resonante multitud de mi alma! 
  
Como los Bueyes 
 
Ser bueno, en mi sentir, es lo más llano 
y concilia deber, altruismo y gusto: 
con el que pasa lejos, casi adusto, 
con el que viene a mi, tierno y humano. 
Hallo razón al triste y al insano, 
mal que reviente mi pensar robusto; 
y en vez de andar buscando lo más justo 
hago yunta con otro y soy su hermano. 
Sin meterme a Moisés de nuevas leyes, 
doy al que pide pan, pan y puchero; 
y el honor de salvar al mundo entero 
se lo dejo a los genios y a los reyes: 
Hago, vuelvo a decir, como los bueyes, 
mutualidad de yunta y compañero. 
  
¡Pobre Juan! 
 
Te argüirán, entre muecas desdeñosas, 
los nenitos, de Juan el carpintero: 
que sería más útil un obrero 
si ambas manos tuviese habilidosas". 
Y después de soltar tan graves cosas, 
como quien echa migas a un jilguero, 
te dirán: "que rosal y duraznero 
son rosáceos los dos, porque dan rosas". 
Pero ven cuatro plantas florecidas 
esos grandes filósofos enanos… 
¡y van y las destrozan inhumanos 
cual rapaces querubes homicidas! 
Niños: en cada flor hay muchas vidas 
y las manos que matan no son manos. 
  
Tempestad 
 
Agrupándose ligeras 
vienen nubes tenebrosas, 
y montañas espantosas 
en el cielo acongojado 
de sus senos, derramado 
como un colosal torrente, 
agua pura y transparente 
que moja el suelo enlutado. 
Cruza errante la centella 
cual tétrica exhalación; 
su estentórea vibración 
deja flamígeras huellas; 
sopla el viento que resuella 
y en el muelle renegrido, 
se escucha el recio bramido 
del vendaval que se estrella. 
Ha alzado el día su vuelo 
y en las olas espumosas, 
gigantescas y brumosas, 
tiende la noche su velo; 
débil barca con recelo 
va el atlántico surcando 
de proa a popa tumbando 
entre la cuna agua-cielo. 
Como de ronca metralla 
un rugido estertoroso 
colosal e impetuoso 
cual la voz de la batalla; 
luego círculos y mallas 
se escuchan, se ven rojizas, 
y el aquilón que hace trizas 
en duros muros estalla. 
Es de noche. La oración 
se ha alejado del poniente, 
quedó desierta y doliente 
la confundida creación; 
caen hojas en montón, 
tiembla el árbol, rueda el nido, 
vibra el rumor y el silbido 
se escucha del aquilón 
  
Verano 
 
Velado por fuliginoso elásticos de llamas, 
con galas y atavíos y aromas turbadores, 
de ignotos Lares llega con áureas oriflamas, 
el príncipe verano, custodiado de amores. 
¡Salud, príncipe indigno, aureolado de flores, 
guirnaldas y diademas os brindarán las damas, 
proyectan tus pupilas fúlgidos resplandores 
que a reina primavera revelan que la amas! 
Al manto de celajes aéreos y movibles, 
ninfáticos poemas le engalanan sus bordes, 
cánticos eufónicos, bemoles indecibles, 
églogas siderales, himnos indefinibles, 
se mezclan en los mágicos, quiméricos acordes, 
de laúdes dorados, de reyes invisibles. 
  
A la Primavera 
 
¡Salud, primavera, princesa encantadora! 
saludo engrandecido las gasas de tu velo; 
ya orlan tus vestidos el argentino suelo. 
¡Salud, reina galana que el trópico atesora! 
En la triunfal carroza que llegas, soñadora, 
viene la diosa áurea con perfumado vuelo. 
¡Quién sabe de qué mundo! ¡Quién sabe de qué cielo! 
¡Salud, gentil doncella! ¡Tu túnica enamora! 
De tus joyas de virgen, los rizos nacarados 
se extienden tiernamente con sin igual candor; 
por las grandes ciudades, por los desiertos prados, 
tus tintes de armonías, tus ecos sublimados, 
encierran luengas páginas de ensueños y de amor. 
¡Salud, reina que llegas de mundos ignorados! 
  
Pasión 
I 
Tú tienes, para mí, todo lo bello 
que cielo, tierra y corazón abarcan; 
la atracción estelar ¡de esas estrellas 
que atraen como tus lágrimas!; 
 
II 
La sinfonía sacra de los seres, 
los vientos, los bosques y las aguas, 
en el lenguaje mudo de tus ojos 
que, mirándome, hablan; 
 
III 
Los atrevidos rasgos de las cumbres 
que la celeste inmensidad asaltan, 
en las gentiles curvas de tu seno… 
¡OH, colina sagrada! 
 
IV 
Y el desdeñoso arrastre de las olas 
sobre los verdes juncos y las algas, 
en el raudo vagar de tu memoria 
por mi vida de paria. 
 
V 
Yo tengo, para ti, todo lo noble 
que cielo, tierra y corazón abarcan; 
el calor de los soles, ¡de los soles 
que, como yo, te aman!; 
 
VI 
El gemido profundo de las ondas 
que mueren a tus pies sobre la playa, 
en el tapiz purpúreo de mi espíritu 
abatido a tus plantas; 
 
VII 
La castidad celeste de los besos 
de tu madre bendita, en la mañana, 
en la caricia augusta con que tierna 
te circunda mi alma. 
 
VIII 
¡Tu tienes, para mí todo lo bello; 
yo tengo para ti, todo lo que ama; 
tú, para mí, la luz que resplandece, 
yo, para ti, sus llamas! 
  
Fúnebre 
I 
La montaña que tiembla, porque siento 
germen de cataclismo en sus entrañas; 
el huracán que gemebundo emigra 
quién sabe a qué región y qué distancia; 
el mar que ruge protestando airado 
de la ley del nivel que lo avasalla; 
los mundos del sistema -¡tristes mundos!- 
que al sol de Dios obedeciendo pasan 
como en la arena de la pista el potro 
a latigazos -¡noble potro!- salta; 
no tienen sobre sí más amargura 
que la que hospeda en sus desiertos mi alma, 
porque yo arrastro sobre mí -¡y no puedo!- 
como un cuerpo podrido, ¡la esperanza! 
 
II 
Tú que vives la vida de los justos 
allá junto a tu Dios arrodillada,- 
yo no creo ni aguardo, pero pienso 
que haya hecho Dios un cielo para tu alma,- 
dame un rayo de luz -¡uno tan solo!- 
que restaure mi fuerza desmayada, 
que ilumine mi mente que se anubla, 
que reanime mi fe que ya se apaga... 
dame un beso de amor -¡uno siquiera!- 
aquí, sobre esta frente que besabas; 
aquí, sobre estos labios que otros labios 
han besado con ósculos de infamia; 
aquí, sobre estos ojos que no tienen 
nada más, ¡OH mi madre!, que tus lágrimas. 
  
El soñador 
Le aserraron el cráneo; 
le estrujaron los sesos, 
y el corazón ya frío 
le arrancaron del pecho. 
Todo lo examinaron 
los oficiales médicos 
mas no hallaron la causa 
de la muerte de Pedro; 
de aquel soñador pálido 
que escribió tantos versos, 
como el espacio azul 
y como el mar acerbo. 
¡Oíd! Cuando yo muera, 
cuando sucumba, ¡OH, médicos! 
ni me aserréis el cráneo 
ni me estrujéis los sesos, 
ni el corazón ya frío 
me arrebatéis del pecho, 
que jamás hasta el alma, 
llegó vuestro escalpelo. 
Y mi mal es el mismo, 
es el mismo de Pedro; 
de aquel soñador pálido 
que escribió tantos versos, 
y como el espacio azul 
y como el mar acerbo. 
  
A tus pies 
Nocturno canto de amor 
que ondulas en mis pesares, 
como en los negros pinares 
las notas del ruiseñor. 
 
Blanco jazmín entre tules 
y carnes blancas perdido, 
por mi pasión circuida 
de pensamientos azules. 
 
Coloración singular 
que mi tristeza iluminas, 
como al desierto y las ruinas 
la claridad estelar. 
 
Nube que cruzas callada 
la extensión indefinida, 
dulcemente perseguida 
por la luz de mi mirada. 
 
Ideal deslumbrador 
en el espíritu mío, 
como el collar del rocío 
con que despierta la flor. 
 
Sumisa paloma fiel 
dormida sobre mi pecho, 
como si fuera en un lecho 
de mirtos y de laurel. 
 
Música, nube, ideal, 
ave, estrella, blanca flor, 
preludio, esbozo, fulgor 
de otro mundo espiritual. 
 
Aquí vengo, aquí me ves, 
aquí me postro, aquí estoy, 
como tu esclavo que soy, 
abandonado a tus pies. 
  
¿Por qué no mandas? 
Como al nacer el sol en el oriente 
los negros lomos de la tierra inflama, 
como Dios al mirar sobre los pueblos 
de ansias de lo mejor llena las almas 
en mis tinieblas 
casi macabras, 
como un rayo de sol fue tu sonrisa, 
fulguración de Dios fue tu mirada. 
Como brilló una luz en el desierto 
para salvar a una nación esclava, 
como cruzó una estrella los espacios 
al comenzar la redención humana, 
resplandecientes, 
a llamaradas, 
surgieron, en mi senda, tu sonrisa 
y en mi noche angustiosa, tu mirada. 
Como el riego copioso de la nube 
las duras glebas del erial ablanda, 
y los aíres impuros purifica 
del polvo impuro que su azul empaña, 
lluvia de oro, 
sonora y franca, 
humedeció mis penas tu sonrisa, 
purificó mis besos tu mirada. 
Como el endeble cráneo de los hombres, 
a pesar de caber en sus dos palmas, 
la inmensidad del universo encierra 
y sus ruines paredes no se rajan; 
así el parvo 
domo de mi alma, 
está como la aurora tu sonrisa 
¡como todos los orbes tu mirada! 
Cómo pájaro y flor en las agrestes, 
pavorosas llanuras desoladas, 
son retoques audaces que proyectan 
vida, valor, perfume, resonancia: 
en mi solemne, 
desierta pampa, 
como cántico y flor fue tu sonrisa, 
como cántico y flor fue tu mirada. 
Como pugna una fuerza prodigiosa 
detrás de cada sol y cada larva, 
en las moles del mar y del rocío, 
en el grano de trigo y la montaña; 
tú no me tocas, 
tú no me hablas, 
y eres la sola vida de mi vida, 
su voluntad, su numen, su palanca. 
Como en la plena luz del mediodía 
semejan un incendio las cañadas, 
y a los oblicuos rayos de la tarde 
tranquilos mares de bruñida plata, 
sol de virtudes, 
astro que ama, 
tú, sobre todos mis dolores juntos, 
las ilusiones de tu luz levantas. 
Como al Señor querría el Ángel malo, 
si el Señor le volviese la esperanza 
y en el vacío enorme de aquel odio 
la enormidad de su perdón volcara, 
así a raudales, 
así a cascadas, 
se ha inundado mi pecho de un cariño 
que por cielos y tierras se derrama. 
Cariño universal que me transporta 
más allá de mis dudas y mis ansias, 
que me impone surgir del horizonte, 
limpio de mis pasiones y mis lacras, 
como penacho 
de ardientes llamas 
que hubiera puesto Dios sobre mi testa, 
para darme el dominio de las almas. 
Cariño que refunde mis potencias 
en la sola potencia sobrehumana 
de sentir nada más que lo sublime, 
de llorar nada más que por las alas 
¡virgen del cielo 
llena de gracia 
que bajas a gemir con los humanos 
y has hecho de mi espíritu tu alcázar! 
Allí estarías como la sola dueña, 
allí serás la sola soberana: 
como siguen los astros a los mares 
tú regirás mis ondas tumultuarias. 
Reina absoluta 
¿porqué no mandas? 
¡Yo haré que todo el mundo conmovido 
se postre de rodillas a tus plantas! 
¡Y te daré de mí gloria una diadema, 
de mi mente una túnica de grana, 
de Laureles y aplausos una alfombra, 
de mi pecho y mi sangre una muralla: 
porque yo tengo 
virtud en mi alma, 
para llenar de admiración los siglos 
si una mirada tuya me lo manda! 
  
 
 
Castigo 
1 
¡Yo te juré mi amor sobre una tumba, 
sobre su mármol santo! 
¿Sabes tú las cenizas de qué muerta 
conjuré temerario? 
 
¿Sabes tú que los hijos de mi temple 
saludan ese mármol, 
con la faz en el polvo y sollozantes 
en el polvo besando? 
 
¿Sabes tú las cenizas de qué muerta, 
mintiendo has profanado? 
¡No lo quieras oír, que tus oídos 
ya no son un santuario! 
 
¡No lo quieras oír!... Como hay rituales 
secretos y sagrados, 
¡hay tan augustos nombres que no todos 
son dignos de escucharlos! 
 
II 
Yo te di un corazón joven y justo... 
¡por qué te lo habré dado! 
¡Lo colmaste de besos, y una noche 
te dio por devorarlo! 
 
Y con ojos serenos... El verdugo, 
que cumple su mandato, 
¡solicita perdón de las criaturas 
que inmolará en el tajo! 
 
Tú le viste serena, indiferente, 
gemir agonizando, 
¡mientras su roja sangre enrojecía 
tus mejillas de nardo! 
 
Y tus ojos... ¡mis ojos de otro tiempo 
que me temían tanto!... 
¡ni una perla tuvieron, ni una sola: 
eres de nieve y mármol! 
 
III 
¿Acaso el que me roba tus caricias 
te habrá petrificado? 
¿Acaso la ponzoña del Leteo 
te inyectó a su contacto? 
 
¿O pretendes probarme en los crisoles 
de los celos amargos?, 
¿y me vas a mostrar cuánto me quieres, 
después, entre tus brazos?... 
 
¡No se prueban así, con ignominias, 
los corazones hidalgos! 
¡No se templa el acero damasquino 
metiéndolo en el fango! 
 
Yo te alcé en mis estrofas, sobre todas, 
hasta rozar los astros: 
¡tócale a mi venganza de poeta, 
dejarte abandonada en el espacio! 
  
A la libertad 
Como del fondo mismo de los cielos 
el sol eterno rutilante se alza, 
como el seno turgente de una virgen 
al fuego de la vida se dilata: 
Así radiosa, 
y así gallarda 
se levantó del mar donde yacía 
la exuberante tierra americana. 
Como prende su túnica de raso 
con su joya mejor, la soberana, 
como entre todas las estrellas reina 
el lucero magnífico del alba; 
Así pulida, 
y así gallarda 
sobre todos los pueblos de su estirpe, 
resplandor y joyel, ¡surge mi patria! 
Como buscan la luz y el aire libre 
las macilentas hierbas subterráneas, 
como ruedan tenaces y tranquilas 
al anchuroso piélago, las aguas; 
Así sedienta, 
y así porfiada, 
la triste humanidad se precipita 
al pie de la bandera azul y blanca. 
¡Allí van congregándose a la sombra, 
para formar después una montaña! 
¡Allí van adhiriéndose en el tiempo 
partícula a partícula las razas! 
Allí se funde, 
y allí se amasa 
el hombre, tal como surgió en la mente 
del autor de los orbes y las almas. 
Que así pulida, 
y así gallarda 
sobre todos los pueblos de su estirpe, 
resplandor y joyel, ¡surgió mi patria! 
  
Hijos y padres 
Para Carmen (hermana) 
I 
Como la lluvia copiosa sobre el suelo, 
como rayo de sol sobre la planta, 
como cota de acero sobre el pecho, 
como noble palabra sobre el alma, 
para los hijos 
de tus entrañas 
debe ser tu cariño hermana mía 
riego, calor, consolación y gracia. 
 
II 
Como tierra sedienta de rocío, 
como planta en la sombra sepultada, 
como pecho desnudo en el peligro, 
como guerrero inerme en la batalla, 
así, en la ardiente 
contienda humana, 
¡ay! los hijos que pierden a sus padres, 
pierden riego, calor, escudo y lanza. 
 
III 
Como nube de arena que no riega, 
como sol que no alumbra en la borrasca, 
como roto espaldar que no defiende, 
como consejo que pervierte y mancha, 
así, malditos, 
padres sin alma, 
son aquellos que niegan a sus hijos 
consejo, amor, ejemplo y esperanza. 
 
IV 
Como fecunda tierra agradecida, 
como planta que al sol sus flores alza, 
como pecho confiado tras la cota, 
como hasta Dios se magnifica el alma, 
así, los hijos, 
cuando les aman, 
dan plantas de virtud como esa tierra, 
frutos de bendición como esas plantas, 
arranques de valor como esos pechos, 
rayos de inmensa luz como esas almas. 
  
Sin tregua       XXX 
I 
Al clásico del compás establecido 
para cantar las cosas soberanas: 
invocando al amor y al buen sentido, 
musas que deben ser hermanas: 
sin temer ni a la crítica del ruido 
ni a la pereza y cobardía humanas: 
voy a cantar mis versos al trabajo… 
¡al sin tregua, al feroz, al a destajo! 
 
II 
Pero pido, por Dios, se me permita 
no lanzarme de golpe a la faena; 
porque mi viejo numen necesita 
saber si su cordaje siempre suena, 
como el yacán sus miembros ejercita 
para bajar sin dudas a la arena: 
las aves de gran vuelo alzan su vuelo 
después de breves pasos por el suelo. 
 
III 
Preludio que, tal vez, me salga largo, 
y como largo, fatigoso enredo; 
pues, al coger la pluma me hago cargo 
de que me impongo más de lo que puedo, 
y de mi propia fama sin embargo. 
No fío de mi fama y tengo miedo: 
¡para la eternidad fiarme de un pase 
quisiera lograr yo, con una frase! 
 
IV 
Podrá ser que me valgan: ansia firme 
de producir el bien de cualquier modo; 
más que afán ateniense de lucirme, 
furor de semidiós de hacerlo todo; 
más que la pretensión de redimirme, 
la de bruñir y honrar mi propio lodo; 
¡y el fervor masculino, temerario 
de hurgar mi corazón, no el diccionario!… 
 
V 
¡Y me valieron ya!…gran llamarada 
me llenó de saber sin más estudio: 
templó mis fibras, afiló mi espada, 
con sólo cuatro gotas de preludio; 
y aunque las cuatro en si no valen nada, 
las dejo como están, no las repudio. 
¡Para dar sus mazazos más certeros, 
sólo escupen sus palmas los herreros! 
 
VI 
¡Levántate holgazán!… ¿ves el conjunto?, 
la gloriosa verdad de las estrellas, 
pues sabe que sin ti, sombra, trasunto, 
dejarían de andar y de ser bellas; 
¡porque basta que ceda un solo punto, 
para verlas caer a todas ellas!… 
¡Levántate holgazán: vibre tu pulpa, 
peligra el universo por tu culpa! 
 
VII 
Nadie te dice, nadie, que no sueñes 
y la luz de otros tiempos no vislumbres; 
que sin haber subido te despeñes, 
y a vivir despeñado te acostumbres; 
que la visión angélica desdeñes, 
de la paz que sospechas en las cumbres; 
¡más de tus sueños de holgazán no hables!; 
porque tienen que ser ¡muy miserables! 
 
VIII 
Aquel que se desploma en su miseria, 
padece la miseria de si mismo… 
en su nervio, en su músculo y su arteria, 
desteje, desordena el raquitismo: 
¡fiebre de destrucción, furor de histeria, 
dinámica de sombra y cataclismo!… 
¡Levántate chacal: deja tu acecho, 
huye para in aeternum de tu pecho! 
 
IX 
¡Huye para in aeternun, en el carro 
de los suspiros que al gemir exhalas!… 
¡fuga, como una esencia de su tarro: 
sueña, como una larva, con tus alas; 
brota, como una flor brota del barro; 
surge de tu dolor, lleno de galas; 
ten una vez, hermano, la inmodestia 
de pensarte más hombre que una bestia! 
 
X 
Llénate de ambición, ten el empeño; 
ten la más loca, la más alta mira; 
no temas ser espíritu, ser sueño, 
ser ilusión, ser ángel, ser mentira. 
La verdad es un molde, es un diseño 
que rellena mejor quien más delira… 
¿que la ciencia es brutal y que no sueña? 
¡Eso lo afirma el asno que la enseña! 
 
XI 
Naciste en el peldaño de una escala, 
no en el seno confuso de una nube; 
con el cetro en las manos, o la pala 
pero raudo y audaz como un querube; 
si no son los peldaños es el ala 
que te despierta y que te grita: ¡sube!… 
¡sube sin timidez, no te abandones; 
si te asusta volar, hay escalones! 
 
XII 
Escalones vibrantes que repelen 
con poderosa percusión elástica, 
que a salvar las alturas nos impelen 
en una sin cesar marcha gimnástica; 
¡anhelación de ser, marchas que suelen 
rematar en la púrpura dinástica!… 
¡no te duermas, por Dios; no hagas tu nido 
en el vil escalón donde has nacido! 
 
XIII 
Yantar bien, dormir bien, es lo de menos; 
pero soñar lo menos es afrenta; 
no es digno del dolor romper los frenos 
tan solo por la vianda suculenta; 
delante de un redil de vientres llenos 
¡prefiero yo la humanidad hambrienta!… 
sueñan los grandes monstruos directrices 
en un mundo bestial…¡sin infelices! 
 
XIV 
Genios de la igualdad, por cobardía, 
o piratas protervos de alto bordo, 
que quisieran un mundo sin porfía, 
sin el paeter familia, como el tordo; 
mundo como el edén, pura ambrosía 
hombre cual un rufián, feliz y gordo… 
¡no desarrollan genio las mujeres, 
porque sin gran dolor tienen placeres! 
 
XV 
¡Dolor, santo dolor; sol iracundo 
que a las almas estólidas caldea; 
que tortura a las fibras de lo inmundo 
hasta que se hacen leña y se hacen tea! 
¡Padre de lo mejor, amo del mundo; 
generador supremo de la idea; 
draga de remoción; llama expiatoria 
que convierte las pústulas en gloria! 
 
XVI 
Odio por lo tranquilo y uniforme, 
y ansia de otro nivel y de otro aspecto; 
fiebre de perfección en lo deforme, 
y hambre de súper luz en lo perfecto; 
soberbias de Luzbel; vacío enorme 
en el alma sombría del insecto… 
eso requiere Dios, para sus planes: 
angustias de Satán… ¡somos satanes! 
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Aldo también admiraba Neruda y de él me enseño: 
 
 
 
"He aquí que el silencio fue integrado 
por el total de la palabra humana, 
y no hablar es morir entre los seres: 
se hace lenguaje hasta la cabellera, 
habla la boca sin mover los labios, 
los ojos de repente son palabras... 
...Yo tomo la palabra y la recorro 
como si fuera sólo forma humana, 
me embelesan sus líneas  
y navego en cada resonancia del idioma..." 
 
Pablo Neruda   
(Chile, 1904 -1973 
 
 
 “VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA”  
 
 
PUEDO escribir los versos más tristes esta noche.   
Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,   
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".   
El viento de la noche gira en el cielo y canta.   
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.   
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.   
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.   
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.   
Ella me quiso, a veces yo también la quería.   
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.   
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.   
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.   
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.   
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.   
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.   
La noche está estrellada y ella no está conmigo.   
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.   
Mi alma no se contenta con haberla perdido.   
Como para acercarla mi mirada la busca.   
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.   
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.   
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.   
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.   
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.   
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.   
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.   
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.   
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.   
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,   
mi alma no se contenta con haberla perdido.   
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,   
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.  
 
POEMA 15 
 
 
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,  
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.  
Parece que los ojos se te hubieran volado  
y parece que un beso te cerrara la boca.  
Como todas las cosas están llenas de mi alma  
emerges de las cosas, llena del alma mía.  
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,  
y te pareces a la palabra melancolía.  
Me gustas cuando callas y estás como distante.  
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.  
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:  
déjame que me calle con el silencio tuyo.  
Déjame que te hable también con tu silencio  
claro como una lámpara, simple como un anillo.  
Eres como la noche, callada y constelada.  
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.  
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.  
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.  
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.  
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto 
 
PABLO NERUDA 
CHILE  
  
  
  
ADMIRADO POR MI TIO ALDO  
  
  
PERSIA 1040-1121  
  
 
RESEÑA BIOGRAFICA 
         
Reseña biográfica  
 
Nació en Nichapur, Persia, hacia el año 1040 de la era cristiana, y vivió cerca de ochenta años. 
Libertino, sibarita, ácido, místico y profeta, estudió Matemáticas y Astronomía, reformó el calendario musulmán, cultivó el Derecho y las Ciencias Naturales, pero todo le resultó insuficiente a la hora de resolver el misterio del Universo, las pasiones humanas y la existencia misma. 
Se destacó en el plano de las letras por sus famosas «Rubaiyat», que constituyen  una alabanza al brindis, una enorme plegaria fragmentada en estrofas que remiten a la celebración del vino y del goce del instante frente a la finitud de la vida. ©  
 
  
  
Poemas de Omar Khayyam: 
  
Los siguientes textos han sido tomados de la obra «Rubaiyat» en la versión yuxtalineal de Joaquín V. González, de la versión inglesa de Edward Fitzgerald. (Texto íntegro, de acuerdo con el original). 
«Rubaiyat»: 
I.        La caravana en el desierto   (12 estrofas) 
II.      Lo fugitivo y lo eterno   (14 estrofas)      
III.    Ayer, hoy, mañana   (7 estrofas) 
IV.     El gran secreto   (21 estrofas) 
V.       La magia de la viña   (12 estrofas) 
VI.     El vuelo del alma   (10 estrofas) 
VII.   Predestinación (12 estrofas) 
VIII. El coloquio de las ánforas   (9 estrofas) 
IX.     El ocaso del astro   (13 estrofas) 
  
 
«Rimas orientales»: 
1. Confidenciales: 
 
I.        Corazón 
II.      El lenguaje misterioso 
III.    Soy así 
IV.     El vino de amor 
V.       Renovación 
VI.     Incógnita 
VII.   La hez del vino 
VIII. El ánfora simbólica 
IX.      La copa viva 
X.        La inquietud eterna 
XI.      Bautismo de sangre 
XII.    Sed inextinguible 
XIII.  Renacimiento 
XIV.   Iconoclasta 
XV.     Agua y sal 
2.Éticas: 
I.           La vida universal 
II.         El más fuerte 
III.       Mi interrogante 
IV.        Mis dos secretos 
V.          No hay alma que no llore por tu ausencia 
VI.        Nada 
VII.      El viaje eterno 
VIII.    El telar de la ciencia 
IX.        La justa misericordia 
X.          Lo que pasa 
XI.        Vida beata 
XII.      Fariseísmo 
XIII.    Ofuscación 
XIV.     Divina complicidad 
XV.       Perlas e ideas 
XVI.     El veneno y el antídoto 
XVII.   Problema insoluble 
XVIII. Lo fugitivo y lo eterno 
XIX.     Injusticia y desigualdad 
3.- Místicas: 
I.            Moisés y Jesús 
II.          Pecado y perdón 
III.        Sordos y ciegos 
IV.        Vuelo inútil 
V.          Círculo vicioso 
VI.        La gota de agua y el océano 
VII.      La caída de las hojas 
VIII.    ¿Y después? 
IX.        Represalia 
X.          ¿Qué hacer? 
XI.        Mi último amigo 
XII.      Transubstanciación 
XIII.    La sombra del astro 
XIV.     La visión de lo eterno 
XV.       El heraldo del sol 
XVI.     Lo único eterno 
XVII.   Final vanidad 
XVIII. El goce vedado 
XIX.     La suprema justicia 
XX.       Eucaristía 
 
4. La voz en el desierto: 
I. La voz en el desierto 
  
He aquí algunos textos en la bella versión de Ramón Vives Pastor: 
1.   Cuando hayamos partido sin dejar ningún rastro... 
2.   Mulá: no reces por mí. Dios da su don... 
3.   La tierra es un mosaico de dioses y creencias... 
4.   Bebamos, amor, bebamos: todo al olvido invita... 
5.   Si vino y bellezas hay, pide vino y bellezas... 
6.   Si en el cielo hay hurís y vino, como dice el mulá... 
7.   Al mundo me trajeron sin mi consentimiento... 
8.   Escucha, musulmán, los días aptos... 
9.   Yo bebo entre las flores, la conciencia tranquila... 
10. Entrégate al placer, oh mortal, sin recelos... 
11. Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana... 
12. Podemos vivir sin pecar, oh infelices mortales... 
13. ¿Temes lo que puede traerte el mañana? 
 
 
Otra versión de «Rubaiyat»: 
1.   La aurora: felicidad y pureza. Un inmenso rubí cintila en cada copa... 
2.   El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo... 
3.   Cuando la brisa matinal entreabre las rosas... 
4 .  Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden... 
5.   Consagra, a las luces del alba, tu copa de vino... 
6.   Ese vapor sutil que envuelve las rosas... 
7.   Cuando vaciles bajo el peso del dolor... 
8.   Noche; silencio. Inmovilidad de las ramas y del pensamiento... 
9.   Dejan caer las estrellas sus pétalos de oro... 
10. Brisas de primavera acarician los pétalos de las rosas... 
11. Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana... 
12. El viento del sur marchitó las rosas que loaba... 
13. Bien sabes que no tienes ningún poder sobre el destino... 
14. Caeremos en la ruta del amor... 
15. Sabes lo que te puede acontecer mañana... 
16. ¡Cuán débil es el hombre! ¡Qué ineluctable el destino! 
17. Supongamos que hayas resuelto el enigma del universo... 
18. La verdad y el error, la certeza y la duda... 
19. Todo el mundo quisiera marchar por la senda del conocimiento... 
20. El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio... 
21. Los sabios no podrán enseñarte nunca nada... 
22. Gira la ruleta, indiferente al cálculo de los sabios... 
23. Los sabios de mayor renombre caminaron en las tinieblas... 
24. ¡Si supieras cuán poco me interesan los cuatro elementos 
25. Cuando hayamos muerto, no habrá ya rosas ni cipreses... 
26. Confórmate con saber, únicamente, que todo es misterio... 
27. En la vida son felices, únicamente, los que se creen sabios... 
28. Tuve maestros eminentes y me vanaglorié de mis triunfos... 
29. ¡Ignorante que te crees sabio... 
30. Si bien aprendí multitud de cosas... 
31. Para el sabio, la tristeza y la alegría son semejantes... 
32. Convéncete bien de esta verdad... 
33. La vida es un juego monótono... 
34. No busques la felicidad: la vida es breve como un suspiro... 
35. Pasa la vida cual rápida caravana... 
36. Deléitate con todos los perfumes... 
37. Aspirar a la paz aquí abajo... 
38. Me pregunto qué es, en verdad, lo que poseo... 
39. ¡Bebedor, urna inmensa! 
40. No trates de encontrar amigos en la mundana feria que atraviesas... 
41. Hace ya mucho tiempo... 
42. En Primavera, suelo irme a sentar en el lindero... 
43. Para qué encender las lámparas... 
44. El vino es color de rosa... 
45. ¡Todos los reinos de la tierra por un vaso de vino! 
46. De la felicidad no conocemos sino el nombre... 
47. Prefiero, a las riquezas del Khorassan... 
48. Los hombres leen alguna vez el Corán... 
49. Sabios y retóricos abandonaron la existencia... 
50. Siéntate y bebe... 
51. Nuestro tesoro. El vino... 
52. Nada me interesa ya: levántate y dame vino... 
53. Piensas en tus antepasados... 
54. No me interesa saber dónde podría comprar el manto de la astucia... 
55. Bebo vino como las raíces del saúz... 
56. Escondo mi tristeza, como los pájaros heridos... 
57.¡Qué mezquino el corazón que no sabe amar! 
58. Soy viejo, y mi pasión por ti me lleva a la tumba... 
59. ¡OH, tú, cuyo rostro de estatuilla china... 
60. No ves sino las apariencias de las cosas... 
61. Eres desgraciado. No pienses en tu dolor... 
62. Qué es preferible: sentarse en una taberna... 
63. Nos diste ojos, Señor... 
64. Qué haré hoy. Iré a la taberna... 
65. Toma la firme resolución de no contemplar más el cielo... 
66. Alá es grande... 
67. Si quieres tener la magnífica soledad... 
68. Olvida que deberías haber sido recompensado... 
69. No siento ningún temor por la muerte... 
70. La luna de Ramadán acaba de salir... 
71. Mira y escucha. Una rosa tiembla... 
72. Dirige la mirada a tu alrededor...       
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«RUBAIYAT»:     
 
I. LA CARAVANA EN EL DESIERTO 
1 
¡Despertad! Que ya el sol desde el remoto Oriente 
dispersó las estrellas de su sesión nocturna, 
y al escalar de nuevo el cielo iridiscente 
la regia torre ciñe con su lazada ardiente. 
 
2 
Antes que el brillo fatuo del alba se extinguiera, 
oigo una voz que dentro de la taberna grita: 
-«Si el altar todo en luces para la fiesta espera, 
¿por qué el tardo devoto duerme en la sombra afuera?» 
 
3 
Canta el gallo, y el grupo que a la intemperie queda, 
-« ¡Ea, abridnos, pues! -grita- nos resta un breve instante 
de aguardar nuestro turno, pues al girar la rueda, 
¡Quién hará que a este sitio volver otra vez pueda?» 
 
4 
Y ahora el nuevo año, removiendo ansias muertas, 
al alma pensativa llama a la soledad, 
donde Moisés asoma sus blancas manos yertas, 
y Jesús resucita las llanuras desiertas. 
 
5 
Iran llevó sus rosas a donde nadie sabe, 
con la septanulada ánfora de Jamshid; 
¡OH! pero aún destila del vino el rubí suave 
y la fuente en el huerto canta su salmo grave. 
 
6 
Ya, de David los labios selló la última arcilla, 
mas el Bulbul en sacro y mimético Pelvis, 
-«Vino!» a la rosa ofrece en rauda seguidilla 
para teñir de púrpura su marchita mejilla. 
 
7 
Ven a llenar mi copa, y en primaveral anhelo, 
echa de ti ese manto de contrición y dudas; 
El ave-tiempo apenas tiene luz para el vuelo, 
y -¡mira! ya sus alas está tendiendo al cielo. 
 
8 
Ya en Babilonia impía, ya en Naishapur, mi cuna, 
ya la copa os ofrezca dulce o amargo vino, 
el de la vida filtra con tarde importuna,  
y las hojas sin savia van cayendo una a una. 
 
9 
El alba de mañana nos traerá primorosas 
nuevas rosas, mas ¿dónde se fueron las de ayer? 
Pero el Estío llega desbordante de rosas, 
y Kaikobad, Jamshid, volverán a sus fosas. 
 
10 
¡Y deja que se vayan! Libre el mundo se vea 
de Kaikobad el Grande o Kaikosrú el potente; 
y de Rustúm los gritos llamando -«¡a la pelea!» 
Y Hatím-Taí -« ¡a la orgía!»- allá se vayan, ¡Ea! 
 
11 
Ven tú conmigo al margen de este oasis florido 
que pone nuevo verde al valle pedregoso: 
Aquí «esclavo» y «sultán» duermen igual olvido, 
y -«paz a Mahmoud»- clama amor compadecido. 
 
12 
Aquí con un mendrugo, entre el gayo ramaje, 
una ánfora de vino, un manojo de versos, 
y tú conmigo, sola, cantando entre el boscaje, 
es para mí un paraíso el yermo más salvaje. 
* * * 
II. LO FUGITIVO Y LO ETERNO 
13 
¡Cuántos la gloria buscan en este mundo vano! 
¡Cuántos van tras los goces futuros del Profeta! 
¡OH! tu oro, poco o mucho, asegura en tu mano... 
Ni te seduzca el eco de ese tambor lejano. 
 
14 
Si locura no fuese, cual la araña en su nido 
cuidarías la tela de tu vida presente: 
¿Y a qué, si nadie sabe si el aliento absorbido 
puede volver al aire de donde fue bebido? 
 
15 
¡Mira esa rosa, cómo su aire de reina asume! 
Ella sonríe y dice: -«Yo en esta tierra impero; 
de mi bolsa de seda el nudo se consume, 
y vierte en los jardines la gracia del perfume». 
 
16 
La terrena esperanza do el alma se encadena 
o se torna en cenizas o en el logro se colma: 
Por sólo una o dos horas su loco andar serena, 
y a volar, cual del yermo la diluida arena. 
 
17 
Ni el que su oro guardara con sórdido decoro, 
ni los que 10 arrojaron al viento cual la lluvia, 
ninguno fue enterrado como ceniza de oro 
para incitar las ansias de exhumar su tesoro. 
 
18 
Y piensa, amigo, que esta tienda desvencijada 
a cuyas puertas túrnanse las noches y los días, 
fue de un sultán tras otro con su pompa habitada 
por breves horas y... de prisa abandonada. 
 
19 
Los leones y lagartos han hecho su guarida 
donde Jamshid brillara y hondamente bebiera 
y de Bahrán forzudo la cabeza temida 
pisa el asno salvaje, ¡mas no vuelve a la vida! 
20 
En palacios que al cielo alzaron sus pilares 
y reyes a sus puertas curvaron las cabezas, 
yo oí la triste tórtola, sola entre sus sillares, 
-«Cuú, cuú. -gimiendo sus íntimos pesares. 
 
21 
¡OH, dulce amada! llena la copa que hoy liberta 
de dolores pasados y nuevas inquietudes: 
¡Mañana! ¿Y qué? Mañana, si mi vida despierta, 
siete mil años idos llamarán a mi puerta. 
 
22 
Porque aquellos que amamos con más santos amores, 
en quienes ya el tiempo apuró su vendimia, 
también su copa alzaron y ciñeron sus flores 
y a reposar se fueron hacia mundos mejores. 
 
23 
Y nosotros que el fausto de este estío gozamos 
en la cámara misma que abandonaron ellos, 
a su capa de tierra a nuestra vez bajamos 
a formar otra capa... ¿y a quién se la dejamos? 
 
24 
Pienso a veces que nunca la rosa abrió más roja 
que sobre el suelo ungido por la sangre de un César 
y el jacinto glorioso que del sol se sonroja, 
de una cabeza antigua caído al surco se antoja. 
 
25 
Y esta preciosa hierba cuyo verde apacible 
guarnece la ribera que nos hospeda grata, 
pisa en ella muy suave, pues saber no es posible 
de qué labios amantes ella brota invisible. 
 
26 
¡OH, sí! apresuremos nuestro humano trajín, 
antes que suene la hora de bajar hacia el polvo: 
¡Polvo al polvo y debajo yacer del polvo ruin, 
sin vino, sin canciones, sin cantar y... sin fin! 
* * * 
III. AYER, HOY, MAÑANA 
 
27 
A aquellos que en el hoy aguardan su ventura, 
y a los que en el mañana fijaron su esperanza, 
un muezín les grita desde la Torre Oscura: 
-«¡Locos! ni aquí, ni allí, vuestra paga es segura!» 
 
28 
En sueños, otra voz, que me repite, advierto: 
-«La flor abrirá al beso de la nueva mañana»; 
mas un rumor que pasa, me dice, ya despierto: 
-«La flor que ayer abrió, dio su aroma y ha muerto». 
 
29 
Y los santos, y sabios, y rígidos ascetas 
que de ambos universos el estudio agotaron, 
son arrojados fuera como locos profetas, 
sus bocas y palabras del mismo polvo prietas. 
 
30 
¡OH! cuando yo fui joven ávido he frecuentado 
los santos y doctores, y oí cosas sublimes 
sobre esto y sobre aquello: mas siempre me ha pasado 
volverme por la puerta por donde había entrado. 
 
31 
Yo he sembrado semilla de aquel saber arcano, 
y la ayudó a crecer la labor de mi mano: 
y ésta fue mi cosecha: -«yo vine como el agua, 
y me voy de este mundo como va el viento vano». 
 
32 
Llegado a este Universo el porqué ignorando 
y el de dónde, como agua que, quiera o no quiera, corre, 
salgo de él como el viento que el desierto cruzando, 
sin saber hacia donde, quiera o no sigue andando. 
 
33 
¿Y qué, y así me traen desde un donde cualquiera 
y desde aquí hacia allá, sin pulsar mi albedrío? 
¡Si el cielo, al menos, darnos siempre el vino quisiera, 
que ahogue este recuerdo que la mente lacera! 
* * * 
IV. EL GRAN SECRETO 
34 
Por la séptima puerta, sidéreo peregrino, 
volé y fui a sentarme de Saturno en el trono: 
Muchos cerrados nudos desaté en mi camino, 
más no el nudo maestro del humano destino. 
 
35 
Y allí estaba la puerta cuya llave no vi; 
y allí se alzaba el velo que lo ocultaba todo: 
Un vago murmurar cerca de Ti y de Mí 
se escuchó... y después nada, ni de Mí ni de Ti. 
 
36 
Nada pudo la Tierra decir, ni el taciturno 
mar que en flúida púrpura su ausente Dios implora; 
ni el cielo que mil signos pregonan, y a su turno 
velan, la luz del día y el luminar nocturno. 
37 
Luego al Tú en Mí que oculto tras el velo infinito 
incesante labora, en mi extravío invoco: 
-« ¿Con qué lumbre orientarme en mi vagar fortuito?» 
-«Con una mente ciega!»-se contesta a mi grito. 
 
38 
Después el labio frío de este vaso terreno 
besé, en pos del Secreto del Pozo de la Vida, 
y a mi ardiente contacto, -«¡Bebe, dijo, sin freno 
en vida, antes que duermas en el eterno seno!- 
 
39 
Y pienso que aquel vaso que tímido me hablara, 
también vivió su vida y bebió con deleite; 
y su labio impasible que en mi sed yo besara, 
¡cuántos besos sintiera y ¡ay! cuántos otorgara! 
 
40 
Y recuerdo que un día mi paso se detuvo 
por ver un alfarero que batía su barro: 
Y el barro en frase tímida su frenesí contuvo: 
-« ¡Suave, hermano, mi forma también tu forma tuvo!» 
41 
¿Y no es ésta la misma milenaria balada 
que desde el primer hombre historia abajo rueda, 
sobre aquella bolilla de tierra fecundada 
que dentro el limo humano dejó Dios encerrada? 
 
42 
Y ni una de esas gotas que de la copa echamos 
a la sedienta hierba, se escurrió bajo tierra, 
a mitigar la angustia de un alma que olvidamos 
y muy hondo y muy lejos en el tiempo dejamos. 
 
43 
Como los tulipanes, en su sed inexhausta 
de celeste vendimia, sus cálices elevan, 
tú podrás desde arriba conjurar tu hada infausta, 
inclinándote a tierra como una copa exhausta. 
 
44 
Mientras del breve viaje el fin no se resuelva, 
puedes la amada forma ceñir entre tus brazos, 
antes que la alma tierra a recobrarte vuelva, 
y en la última caricia en polvo te disuelva. 
45 
Si la copa en que libas, si el labio que oprimiste 
acaban donde todo comienza y se concluye, 
piensa que ahora eres el mismo que ayer fuiste, 
y más allá no harías nada más que aquí hiciste. 
 
46 
Cuando el Ángel, copero de aquel brebaje oscuro, 
te halle sentado al margen del río confidente, 
y te ofrezca su néctar, no huyas del conjuro: 
Toma y bebe hasta el fondo con ánimo seguro. 
 
47 
Ni temas que al ajuste de tu vida irredenta 
pueda romperse el molde, ni extinguirse tu tipo: 
el Saki eterno ha echado, en innúmera cuenta, 
de esas mismas burbujas en la copa sedienta. 
 
48 
Cuando hayamos cruzado tú y yo el negro velo, 
¡OH! el mundo impasible continuará su ronda; 
nuestra venida y vuelta le darán tal recelo 
como al mar si le arrojas un guijarro del suelo. 
 
49 
¡Un instante de aliento en la ruta desierta 
gustar solo una gota del agua de la vida! 
Las estrellas se apagan; la caravana alerta 
parte ya hacia la Nada: ¡ya es la hora, despierta! 
 
50 
¿Y necio gastarías en pos del Gran Secreto 
esta brizna de vida? Un cabello, nos dicen, 
de lo cierto y lo falso forma el espacio neto: 
Y el hilo de la vida ¿de dónde está sujeto? 
 
51 
¡Que un cabello lo falso de lo cierto separa! 
¡OH, sí! Aunque una tilde fuese la seña guiadora, 
acaso hasta el oculto Tesoro te llevara, 
y acaso contemplases al Señor ante su Ara. 
 
52 
Su presencia difusa por las arterias rueda 
del mundo como azogue, para ahorrarte su busca: 
desde Máhi hasta Máh, toda forma remeda: 
Todo muda o perece, mas Él inmune queda. 
53 
Un momento fantástico y luego al negro abismo 
volver con igual prisa, do el drama se despliega, 
en que para solaz del eterno humorismo, 
Él lo inventa, es artífice y actor a un tiempo mismo. 
 
54 
Si en vano bajo el suelo con avidez sondeas 
y hacia arriba, a esa Puerta sin término sellada, 
-Hoy, mientras seas tú y un sentido poseas,- 
¿Qué harás mañana cuando ni tú ni nada seas? 
* * * 
V. LA MAGIA DE LA VIÑA 
55 
¡OH!, no más te atormente lo humano o lo divino, 
y que el mañana solo desate su madeja: 
¡Hunde tus dedos muelles en el ébano fino 
de las trenzas de alguna flexible Hada del vino! 
 
56 
Y tu hora no malgastes, ni en la conquista ociosa 
de este o aquel engaño te empeñes ni disputes: 
Alégrate más bien con la uva generosa, 
que ir en pos de una fruta, o ausente, o venenosa. 
 
57 
Y bien sabéis, amigos, con cual altivo porte 
de mi nuevo himeneo celebré el festival, 
La Razón repudiando de mi lecho y mi corte, 
y a la Hija de la Viña tomando por consorte. 
58 
Si al «es» como al «no es», en cierta ley y norma, 
y el «abajo y «arriba» con lógica defino, 
de todo lo que he visto en la sensible forma, 
lo más hondo es el vino que en su alma se transforma. 
 
59 
Mas mis computaciones -se dice- punto a punto, 
han ajustado el año a la humana medida; 
y si es así, arranca, de un golpe y todo junto, 
EL «mañana» aun innato y el «ayer» ya difunto. 
 
60 
Y poco ha en la Taberna, por la puerta fluía, 
filtrándose en la sombra, una silueta de Ángel: 
una pintada cuba en su espalda traía; 
La gusté, y de la uva el sabor trascendía. 
 
61 
La uva, sí, que puede con lógica absoluta 
las setenta y dos sectas rivales confundir 
Con su Alquimia, que al plomo de nuestra vida bruta 
en un tris de maniobra en oro lo transmuta. 
 
62 
Y el potente Mahmoud que aliento de Allah aspira, 
la tenebrosa turba, la temerosa horda 
de espantos y tristezas, que nuestra alma transpira, 
 
63 
Y si esta esencia fuese de Dios un atributo, 
¿Quién blasfemar osara de la vid como un lazo? 
Y si es un crimen ¿quién nos mandó su tributo? 
Antes, pues, como gracia gustemos de su fruto. 
 
64 
Debo abjurar del Bálsamo de vida, sí, ya es hora; 
Antes que nuevas tasas pague mi fe sincera, 
O, yendo en pos de alguna bebida redentora, 
mi vaso caiga al polvo que todo lo devora. 
 
65 
Si la secta de abstemios del amor y del vino 
sola es llamada al goce del Edén del Profeta, 
¡Ay! temo que el Paraíso, con su encanto divino, 
Vaya a quedar desierto, sin fieles ni destino! 
 
66 
¡Amagos del infierno! ¡Promesas del Paraíso! 
sólo es cierta una cosa -que nuestra vida vuela! 
Sólo es cierta una cosa, -lo demás falso viso-: 
«La flor que un día abriera, por siempre se deshizo» 
* * * 
VI. EL VUELO DEL ALMA 
67 
Y caso extraño ¿no? De las vidas aquéllas 
que primero pasaron tras la cortina oscura, 
ninguna aquí retorna a mostrarnos sus huellas, 
para abrir nuevas rutas por entre las estrellas. 
 
68 
Y las revelaciones del sabio y del devoto, 
que profetas ungidos en llamas difundieron, 
¿qué son sino consejos de un ensueño remoto, 
dichos y al punto vueltos a su dormir ignoto? 
 
69 
Porque si el alma puede dejar su polvo turbio, 
y cabalgar desnuda por los aires del cielo 
¿No es, acaso, vergüenza, no es un fatal disturbio 
habitar por más tiempo en este vil suburbio? 
 
70 
Y éste es sólo una tienda donde un sultán reposa 
mientras va de camino al reino de la muerte: 
Sale el sultán, y al punto, un hosco peón de fosa 
la alza, y para otro huésped la adereza lujosa. 
 
71 
Y yo envié mi alma tras lo Invisible eterno, 
del más allá una carta buscando descifrar; 
tras una larga angustia de mi conflicto interno, 
vuelve y me lee: -«Mira: yo soy Cielo e Infierno». 
 
72 
Cielo es sólo visión del Deseo cumplido 
y el Infierno la sombra de un alma de ansia presa, 
lanzada a estas tiniebla donde, apenas surgido, 
el hombre ha de quedar en polvo convertido. 
 
73 
Y al fin no somos más que una movible fila 
de fantásticas formas que vienen y que van 
en torno a esta Linterna del Sol, que alumbra, oscila, 
y el Maestro abre y cierra cual mágica pupila. 
 
74 
Nosotros, piezas mudas del juego que Él despliega 
sobre el tablero abierto de noches y de días, 
aquí y allá las mueve, las une, las despega, 
y una a una en la Caja, al final, las relega. 
75 
La bola nada inquiere de sí, ni no, ni modo, 
y el jugador doquiera de un lado al otro corre: 
pero él, que los echara en el campo de lodo, 
todo de ellos lo sabe, ¡OH, todo, todo, todo! 
76 
Su índice el fallo escribe: si tu piedad impetra, 
si tu ingenio excogita, si tu fe intercede 
por borrar una línea, tu voz nunca penetra; 
ni tus lágrimas juntas lavarán una letra. 
* * * 
VII. PREDESTINACIÓN 
77 
Que el Doctor y el Filósofo sigan en su faena 
de hablar de lo que quieran y de lo no pensado: 
Todo no es más que un tramo de infinita cadena 
que nadie mueve, corta, ni hace girar, ni enfrena. 
 
78 
Y esa crátera inversa del cielo que te escuda, 
bajo la cual rampantes vivimos y morirnos, 
no le tiendas tu mano en súplica de ayuda, 
pues, ¡como tú y yo gira tan impotente y muda! 
 
79 
Del primitivo barro se hizo el hombre primero, 
y se echó la semilla de la última cosecha; 
y la primera aurora dejó escrito el letrero 
que leerá la última de aquel Juicio postrero. 
 
80 
El ayer ya dispuso del hoy la suerte triste, 
y el silencio y el triunfo y el dolor del mañana: 
¡Bebe! pues que no sabes cuándo y porqué viniste 
e ignoras porqué y dónde predestinado fuiste. 
 
81 
Cuando el corcel flamígero de estrellas fue domado 
y fijos los destinos de Darwin y Mus Tarry, 
mi sino así fue escrito dentro del desmedrado 
grumo de polvo y alma para mí prefijado. 
 
82 
Brotó la vid, y mi alma de su esencia fue ungida 
y aunque ría el Derviche, de mi metal plebeyo 
puedo forjar la llave para darle subida, 
cuando aúlle a la puerta su alma despavorida. 
 
83 
Y esto más sé: ya sea que la luz verdadera 
en amor me deleite o en ansia me consuma. 
Un solo rayo suyo que en mi copa encendiera 
es mejor que en el templo perderla toda entera. 
 
84 
Por cierto que más vale desde la innocua Nada 
hacer vivir un algo de conciencia o sentido, 
que soportar el yugo de la dicha vedada, 
con penas infinitas si la ley es violada. 
 
85 
¡Cómo! ¡Ser resarcido por la inmune criatura, 
en oro vivo, de eso en vil mezcla prestado; 
por deuda no debida ser juzgada perjura, 
sin poder contestar! -¡OH, mercancía impura! 
 
86 
No será por temer su mirada severa: 
no confundir os juro su gracia y su injusticia; 
y al cobarde que tales confesiones hiciera, 
de la Taberna echáronle por la ventana afuera. 
 
87 
¡OH, Tú! que de mil lazos y pozos sin medida 
de mi paso errabundo sembraste el derrotero, 
¿No harás que un mal prefijo mi marcha enrede e impida, 
e impute luego a crimen mi segura caída? 
 
88 
¡OH, Tú! que al hombre hiciste de la arcilla más vil, 
y en el Edén, oculto, lo pusiste al reptil, 
de toda humana falta que su vida mancilla, 
dale el perdón y el suyo recibe Tú... ¡es gentil! 
* * * 
VIII. EL COLOQUIO DE LAS ÁNFORAS 
89 
Oye más: una noche, entre el rumor postrero 
del Ramaza, y antes que la luna se alzara, 
quedeme solo dentro de un taller de alfarero, 
por su pueblo de arcilla rodeado y prisionero. 
 
90 
Y esta vez, entre todos, la voz desvanecida 
circula cual si fuese el chirrido medroso 
de cenizas de alguna lengua ha tiempo extinguida, 
que mi oído excitado devolviese a la vida. 
 
91 
Entonces uno dijo: -«No fue vano el intento 
de amasar mi substancia con la más vil materia: 
El que, sutil, me diera la forma que hoy ostento, 
podrá tornarme en tierra informe en un momento». 
 
92 
Y otro replica: -« ¿Y qué? ¿Acaso no podría 
un niño que en la copa escanció con deleite, 
romperla, y el que la hizo de amor y fantasía, 
no la quebrara, acaso, de cólera algún día ?» 
 
93 
Nadie dio la respuesta; pero tras breve pausa, 
otro vaso de menos arrogante figura, 
-«Me burlan -dice- por mi menguada apostura; 
¿la mano del artista tembló, pues, por mi causa?» 
 
94 
Con la muerte y la vida el mismo qué inquiero; 
el porqué siempre listo, pero no el por tanto; 
y así otro vaso anónimo interroga certero: 
-« ¿Quién aquí es la vasija y quién el alfarero?» 
 
95 
Dijo uno: -«Todos hablan de un Señor inmutable, 
y su rostro le tiznan con humo del Infierno, 
y también de un juicio último de rigor implacable... 
mas es buen camarada y todo irá admirable». 
96 
-«Bien -otro habló-; si así es, probémoslo conmigo: 
mi arcilla, por olvido del Maestro, se ha secado; 
mas llenadme de nuevo del viejo vino amigo 
¡y veréis con qué gracia mi frescor os prodigo!» 
 
97 
Y mientras que los vasos van así departiendo, 
otro espiaba hacia afuera la luna en el creciente: 
y habló: -« ¡Hermano, hermano! -El Shawwal presintiendo,- 
¡ya el nudo de la bolsa se abre, ya está crujiendo!» 
* * * 
IX. EL OCASO DEL ASTRO 
98 
Ah! reanimad con la uva mi marchitada vida; 
ungidme en sus aromas si es ya mi último sueño; 
y envuelto de hojas frescas en túnica florida 
dejadme entre las frondas de una huerta escondida; 
 
99 
Para que, reviviendo por la vernal tibieza, 
pueda enviar mis adioses a los viejos amigos, 
en la rama que al muro se inclina y se adereza 
para verter sus flores por sobre su cabeza; 
 
100 
Para que mis cenizas, como el vástago altivo 
de la viña, el espacio en espiral escalen, 
y así, el buen creyente, si pasa pensativo, 
no quedará enredado por absorto o esquivo. 
 
101 
¡Ah! y en verdad los ídolos que yo amé con pasión 
mucho daño me hicieron a los ojos del mundo: 
En frágil copa ahogaron mi gloria y mi ambición 
y mi fama vendieron por una ruin canción. 
 
102 
Es cierto, sí, es cierto: Yo prometí enmendarme; 
lo juré, ¿mas estaba en mi juicio al jurarlo? 
La primavera vino sus rosas a ofrendarme... 
y de mi contrición la túnica a rasgarme. 
 
103 
Y aunque el vino el sainete del infiel me jugara, 
y aunque me despojase de mi traje de honor, 
yo admiro siempre cómo el viñador comprara 
tal merca por venderla la mitad menos cara. 
 
104 
¡Ah, y esta Primavera marchitará sus rosas! 
Se cerrará este escrito de juvenil perfume; 
y el Bulbul que en sus frondas ritmó piedras preciosas, 
¿dónde tendió -quién sabe- sus alas misteriosas? 
105 
¡Si al menos de la Fuente del Desierto surgiese 
una vaga vislumbre que el rumbo revelase! 
El caminante exánime al frescor reviviese 
cual la hierba del campo que el rocío reverdece. 
 
106 
¡Ah! si fuese posible rehacer el Universo, 
cerrar a nuestro antojo el Libro del Destino; 
el Autor en un folio más sonrosado y terso 
grabara nuestros nombres, ¡o borrara su verso! 
 
107 
¡OH Amor, si pudiéramos con ayuda del Hado 
tachar de un rasgo solo todo este embrión de cosas! 
Vuelto de nuevo a polvo, lo habríamos forjado 
más cercano a la forma que hubiésemos soñado. 
 
108 
¡Cuánto mejor no fuera del catálogo arcano 
borrar del Universo toda alma infortunada, 
que engrosar gota a gota del infortunio humano 
los ríos que se llevan al Infinito Océano! 
109 
Más la luna del cielo, al subir en Creciente, 
nos mira, OH dulce amada, tras el trémulo llano: 
¡Cuántas veces, más tarde, me buscará impaciente, 
entre estas mismas hojas, y vana, vanamente! 
 
110 
Ycuando el pie de nácar Tú deslices un día 
por las tumbas dispersas sobre esta hierba mustia, 
y en tu vagar abstracto llegues hasta la mía, 
¡vuelca tu copa y, quede para siempre vacía! 
                                                                        Así sea. 
  
  
 
  
«RIMAS ORIENTALES»:     
1. CONFIDENCIALES 
I. CORAZÓN 
 
Más que cien Kaabas hechas de agua y tierra 
vale en la vida un noble corazón; 
en los países del mañana aferra 
cuantos puedas al propio corazón, 
y en las tierras del hoy, de un puro amigo 
adhiérete por siempre al corazón. 
 
Deja ya de la Kaaba el falso abrigo, 
y corre al mundo en pos de un corazón. 
* * * 
II. EL LENGUAJE MISTERIOSO 
 
Este rubí precioso fue extraído 
del fondo de una mina ignota y rara, 
y esta perla purísima y sin copia 
en seno oculto de la mar fue hallada... 
 
Mas digo mal: ni mina ni océano 
de otras minas u océanos se apartan: 
Sólo el secreto del amor se expresa 
en lengua de los hombres ignorada. 
* * * 
III. SOY ASÍ 
 
¿Que yo del vino soy devoto ciego? 
        Y bien, lo soy. 
¿Que soy infiel, idólatra del fuego? 
        Y bien, lo soy. 
 
Cada uno de mí en su idea fía; 
mas yo, dueño de mí, tengo la mía: 
         Soy lo que soy. 
* * * 
IV. EL VINO DE AMOR 
 
Mi pobre corazón de angustia herido 
y de locura, no podrá curarse 
de esta embriaguez de amor, ni libertarse 
de la prisión donde quedó sumido. 
 
Pienso que el día de la creación 
en que el vino de amor fue al hombre dado, 
el que llenó mi copa fue esenciado 
con sangre de mi propio corazón. 
* * * 
V. RENOVACIÓN 
La rueda de los cielos rauda gira 
aun después de mi muerte y de la tuya; 
y porque nuestra pena no concluya, 
contra tu alma y mi alma ella conspira. 
 
Ven sobre el verde césped, dulce Amor, 
reposa en mí tu frente pensativa; 
sólo nos resta una hora fugitiva 
de descansar sobre esta hierba en flor. 
 
Después... vendrá otra hierba aún más fresca 
del suelo que de amor se fertiliza, 
cuando de tu ceniza y mi ceniza 
la nueva savia en su eclosión florezca. 
* * * 
VI. INCÓGNITA 
Sí, yo sé, mi persona toda es bella, 
delicioso el perfume que ella exhala, 
el rosa mío al de la rosa iguala, 
mi línea al lado del ciprés, descuella. 
 
Más, con todo, esta incógnita me aterra: 
¿Por qué mi alto Escultor me hizo de tierra? 
* * * 
VII. LA HEZ DEL VINO 
 
Si de mi juventud es hoy la fiesta, 
la ofrendaré del alba hasta el ocaso, 
apurando a placer vaso tras vaso 
el viejo vino que a soñar apresta. 
 
Si la halláis en sus heces escondidas, 
no maldigáis, amigos, su amargura, 
porque fue su exquisita levadura 
esencia de mi sangre y de mi vida. 
* * * 
VIII. EL ÁNFORA SIMBÓLICA 
Esta exhumada ánfora de arcilla 
fue en su tiempo lo que yo soy ahora: 
Un amante no amado, mas que adora, 
y de fe y de pasión es maravilla. 
 
Y estas dos asas de su cuello erguido 
que al libador ofrécense, anhelante, 
fueron los brazos de un feliz amante... 
Y así quedó, y el vaso fue cocido... 
* * *  
IX. LA COPA VIVA 
 
Hoy ella vio del alfarero mago 
de vasos la magnífica teoría, 
de toda forma y toda edad, y había 
en todos ellos un misterio vago. 
 
Su emoción al sentir, dijo el artista: 
-«Todos fuimos arcilla y éstos fueron 
reyes, poetas y amantes que murieron 
legando al sutil polvo su conquista». 
 
«EI Espíritu, el vino de la tierra, 
busca en cada vasija al propio dueño, 
queriendo ansioso revivir su ensueño 
al contacto del vaso que lo encierra». 
 
«Mira, toma esta copa, ya palpita 
al verte aproximar; no espere en vano 
el beso de tu boca o de tu mano, 
que un muerto amor por renacer se agita». 
 
Y al acercar su labio, con su aliento 
cobró vida el Espíritu dormido; 
una palabra murmuró a su oído, 
y eran su misma voz, su mismo acento. 
 
¡Ay! y el viejo Khayyám, un vivo muerto, 
canta el milagro de aquel muerto vivo, 
y se marcha en silencio, pensativo, 
a contar sus tristezas al Desierto. 
* * * 
X. LA INQUIETUD ETERNA 
 
Amor que sólo vive en este mundo, 
fulgor de pensamiento no refleja, 
y como el fuego a medias extinguido 
ya no enviará calor hasta las venas. 
 
Mas el amor que vive idea y alma 
y alcanza la recóndita belleza, 
ese no ve en los años, ni en los meses 
ni en los días y noches una tregua: 
 
No ha de saber qué sean, ni el reposo, 
ni la serenidad, ni la fe buena, 
ni ha de nutrir la carne, ni habrá nunca 
noche en que el sueño a las pupilas vuelva. 
* * * 
XI. BAUTISMO DE SANGRE 
 
Arrebatada por la loca rueda 
de la fortuna caprichosa y vana, 
que sólo a los mediocres favorece, 
en angustia y dolor mi vida pasa. 
 
Y en el jardín de las terrenas cosas 
mi alma como un capullo está cerrada, 
y como el tulipán de hojas de seda, 
en bautismo de sangre se consagra. 
* * * 
XII. SED INEXTINGUIBLE 
 
Mi amor está en la cima de su llama, 
mi amada en el zenit de su hermosura, 
mi corazón desborda de ternura 
y ebrio de inspiración mi mente inflama. 
 
Siento en mi alma desbordar los ríos 
de mis palabras y de mis canciones, 
y al querer modular sus expresiones, 
mudos siento temblar los labios míos. 
 
Gran Dios ¿qué extraño caos en mí impera? 
Mientras por mí en rïente primavera 
fresca surgente de agua viva pasa, 
mas me consume de la sed la brasa. 
* * * 
 RXIII.RENACIMIENTO 
 
Ya es la estación de las rosas: 
El corazón renaciente, 
anuncio heráldico siente 
de libertades preciosas. 
 
Tengo ideas primorosas, 
de locuras sed ardiente, 
desafiando irreverente 
del Korán reglas famosas: 
 
En la dulce compañía 
de la dilecta alma mía 
libar el néctar carmíneo; 
y el resto, el suelo al ungir, 
tapiz rojo hará surgir 
para su pie apolíneo. 
* * * 
 XIV. ICONOCLASTA 
 
¿Crees tú que en el alma del artista 
que un día ideó y cinceló la copa, 
puede nacer el demoníaco sueño 
         de verla rota ? 
 
¡OH! tú no crees, como yo no creo, 
que la divina mente creadora 
quiera destruir lo que en deliquio sacro 
          la mano forja. 
 
Si es así, y las cabezas apolíneas, 
los brazos y las manos que la forma 
femenina hasta el éxtasis exultan, 
han de reunirse al polvo de la fosa. 
 
¿Por cuál extraño amor fueron forjados, 
y por cuál odio vil son mutilados? 
* * * 
XV. AGUA Y SAL 
 
Cuando la sed la lengua paraliza 
y el sol arroja chispas de su fragua, 
toda la tierra en coro diviniza 
            la gota de agua. 
 
Yo aplico el labio a la impregnada greda, 
bebo con ansia convulsiva y larga; 
y es la última gota -la que queda- 
            la gota amarga. 
 
El hambre fui a saciar de mis faenas, 
a consumir el pan de mi salario, 
mezclando con la sangre de mis venas 
            todo mi ideario; 
 
Lo impregné de la sal de los sabores, 
por propiciar los númenes felices, 
y la sal reabrió en sangrientas flores 
del corazón las viejas cicatrices. 
  
  
  
2.- ÉTICAS:     
I. LA VIDA UNIVERSAL 
La justicia es el alma de este mundo, 
y este mundo es su cuerpo y nada más; 
sus sentidos, los ángeles; sus miembros, 
las cosas en su inmensa variedad: 
Lo cierto es sólo la Unidad Eterna, 
mentira lo demás. 
* * * 
II. EL MÁS FUERTE 
He visto un hombre que al huir del mundo 
halló su paz en tierra desolada: 
no fue un hereje ni un”muslim” profundo, 
no tuvo bienes ni creencia en nada, 
ni en verdades, ni en dudas, ni en la muerte. 
 
¿Quién en el mundo pudo ser más fuerte? 
* * *  
III. MI INTERROGANTE 
 
¡OH, pobrecita alma mía! 
Si el llorar y el disolverte 
hasta la sangre y la muerte 
es tu condena sombría; 
si el alba de cada día 
te trae un nuevo tormento, 
dime, alma, tu pensamiento: 
¿Qué has venido a hacer aquí, 
si no has de vivir en mí 
más que el lapso de un momento? 
* * *  
IV. MIS DOS SECRETOS 
 
¿Cómo queréis que los secretos míos 
con la misma confianza los revele 
a justos y a malvados y no vele 
por la intangible unción de mi ideal? 
 
Yo no puedo a ignorantes y a impíos 
explayar gérmenes de pensamientos 
donde duermen terribles argumentos, 
que el gran misterio puede develar... 
 
Sé de un sitio en el cielo indescriptible: 
Y un secreto que dar me es imposible. 
* * * 
V. NO HAY ALMA QUE NO LLORE POR TU AUSENCIA 
 
No hay alma que no llore por tu ausencia, 
hasta fundirse en lágrimas de sangre; 
no hay ser vidente que al mirar tus gracias 
preso de sus hechizos no se encante. 
 
Y al ver que tú por nadie te interesas, 
todos cautivos a tus plantas caen. 
* * * 
VI. NADA 
 
Has recorrido el mundo palmo a palmo 
y todo aquello que en el mundo viste, 
            es nada, nada; 
 
Has sentido pasar como un ensalmo 
músicas y palabras: cuanto oíste, 
            es nada, nada; 
 
Al Universo todo lo has medido, 
y el Universo en su infinita anchura 
             es nada, nada; 
 
Por fin en el rincón te has escondido 
de tu alcoba, y ¿qué vio tu desventura? 
             ¡Nada, nada, nada! 
*** 
VII. EL VIAJE ETERNO 
 
Triste Khayyam, tu cuerpo es una tienda, 
y el alma que la habita es su Sultán; 
su horizonte, desierto y más desierto; 
           la Nada, su final. 
 
Cuando el Sultán la tienda ha abandonado 
sepultureros a destruirla van, 
y a alzarla en otra etapa del viaje 
           que no acaba jamás. 
* * * 
VIII. EL TELAR DE LA CIENCIA 
 
Fabricante de tiendas fue tu padre, 
y tú, Khayyam, ingrato al noble oficio, 
tras no sé qué ignorado beneficio, 
tiendas de ciencia te pusiste a hacer. 
 
La Parca con sus fúnebres tijeras 
cortó en pedazos tu telar flamante... 
y luego, un baratero trashumante, 
«Por lo que den» los hubo de vender. 
* * * 
IX. LA JUSTA MISERICORDIA 
 
¡OH, Dios! tú eres piadoso: 
Misericordia y clemencia 
son tu virtud y tu esencia 
para este mundo afanoso. 
 
¿Por qué a nuestro padre Adán 
del Edén echaste, cruel, 
si las que juzgaste en él 
culpas, en tu mente están? 
 
Si por fiel perdón me dieras, 
no es tal tu piedad sublime: 
El perdón sólo redime 
al que es pecador de veras. 
* * * 
X. LO QUE PASA 
 
¡Qué raudo el tiempo pasó 
de la ardiente adolescencia! 
La primaveral esencia 
del placer se evaneció. 
 
De la Juventud el ave 
de plumaje bizantino, 
¿Quién sabe cuándo aquí vino? 
Y cuándo se fue ¿quién sabe? 
* * * 
XI. VIDA BEATA 
 
¡OH, mil veces dichosa 
alma del que pasó desconocido, 
que el djubeh del magnate no ha vestido, 
ni del soldado la derreh nudosa, 
ni del Sufi la estola pretenciosa! 
 
¡Ah! pero él fue como el Simourg sagrado 
por el ideal al cielo levantado, 
en vez de sumergirse en las neblinas 
del mundo, como el búho entre las ruinas, 
y ser por sus escombros aplastado. 
* * * 
XII. FARISEÍSMO 
 
Sé de ignorantes que jamás pasaron 
una vigilia en pos de una verdad, 
y más allá de sus carnales muros 
un solo paso no dieron jamás. 
 
Pero son ellos los que visten toga 
y en aire de señores graves van; 
y son ellos los viles detractores 
del Puro, a quien jamás comprenderán. 
* * * 
XIII. OFUSCACIÓN 
 
Toros los que a la tumba han descendido, 
en cenizas o en polvo se han disuelto; 
sus átomos sin liga, se han revuelto, 
y aquí y allí dispersos se han perdido. 
 
¡Ah, Señor! ¿Qué diabólico brebaje 
es éste que los hombres han libado, 
que en locos sin remedio se han trocado 
para ofuscarse más en su miraje? 
 
Y así, del Gran Problema, ni un indicio 
tendrá, hasta que llegue el postrer juicio. 
* * * 
XIV. DIVINA COMPLICIDAD 
 
Cuando Dios mi barro hacía 
y mi cuerpo modelaba, 
ya sabía, ya ordenaba 
todo lo que yo sería. 
 
Y si un pecador he sido, 
Él parte en mí sino fue: 
Entonces, digo, ¿por qué 
en el infierno me ha hundido? 
* * * 
XV. PERLAS E IDEAS 
 
Y ahora me voy a marchar, 
y será triste este día: 
de cien perlas que tenía 
sólo una pude engarzar. 
 
¡Ay! de la vida al través, 
las ideas por miríadas, 
del hombre, deja ignoradas 
la ceguera o la estultez. 
* * * 
XVI. EL VENENO Y EL ANTÍDOTO 
 
De este viejo Khayyam oye el consejo: 
Busca siempre del sabio la amistad; 
de los que viven en honestidad 
sea la vida para ti un espejo. 
 
Que la distancia de la tierra al cielo 
te aleje del estulto e ignorante, 
y la luz de tu fe vaya delante 
para alumbrar las rutas de tu vuelo. 
 
Si un hombre de saber te da un veneno, 
bebe sin vacilar el vaso lleno; 
del tonto, aunque el antídoto te ofrezca, 
vuelca la copa, aunque todo perezca. 
* * * 
XVII. PROBLEMA INSOLUBLE 
 
Pusiste en mí pasiones indomables 
y un deseo tenaz que me devora; 
su imperativo impúlsame a saciarlas, 
pero lo vedan tus sagradas normas. 
 
La pobre humanidad vacila y gime 
entre los dos extremos de tu dogma: 
Tú le prohíbes derramar el vino, 
¡pero le ordenas inclinar la copa! 
* * * 
XVIII. LO FUGITIVO Y LO ETERNO 
 
Si quisieras escucharme 
te podría aconsejar: 
Sabes que la ciencia mía 
           es de verdad. 
 
Mira, no vale la pena 
de revestir el talar 
manto de la hipocresía, 
           que es falsedad. 
 
Ve que no tiene comienzo 
ni fin la inmortalidad: 
no vendas por un instante 
           tu eternidad. 
* * * 
XIX. INJUSTICIA Y DESIGUALDAD 
 
1 
¡OH, qué dolor que en este horno candente 
donde se ha de fundir la masa humana, 
sean los crudos más favorecidos 
con el pan más cocido de la hornada! 
 
Y que en este taller de forma y peso, 
donde cada uno su porción aguarda, 
sean los incompletos los que lleven 
la más completa dote de la fábrica. 
 
Cuando los ojos de las odaliscas 
son dulce regocijo para el alma, 
han de ser estudiantes, aprendices 
y esclavos los que gocen sus miradas. 
 
2 
¿Y por qué un hombre que sólo recibe 
por su faena un pan para dos días, 
y que en un tiesto desdentado bebe 
de la cisterna el agua cristalina, 
 
por qué ha de amoldarse a servidumbre 
de quien no vale por su propia miga, 
y ha de rendir su libertad a otro hombre 
que es su igual por las leyes de la vida? 
 
OH, Señor, que los mundos has creado: 
Tú les trazaste una órbita exclusiva, 
fundaste un orden y equilibrio eternos 
sin choques, ni ambiciones, ni conquistas: 
 
¿Por qué sólo a esta mísera criatura 
le diste una alma inquieta e infinita? 
¿Debe romper el orden de los mundos? 
¿Debe alterar el fiel de tu justicia? 
  
  
  
3.- MÍSTICAS 
 
I. MOISÉS Y JESÚS 
 
Llegó el instante en que la tierra entera 
va a adornarse de gracias y verdura, 
y de Moisés por entre la espesura 
la mano evocará a la primavera; 
 
En que, animados del divino aliento 
De Jesús vivo que en los campos yerra, 
van a surgir del fondo de la tierra 
los retoños, al sacro encantamiento. 
 
Y la nube, al pasar, del rayo herida, 
hará llover sus lágrimas de vida. 
* * * 
II. PECADO Y PERDÓN 
 
¿Por qué tanto llorar por tu pecado, 
sabio Khayyam? ¿Qué suerte de consuelo 
halla tu alma en arrojarte al suelo 
en un auto-tormento así extremado? 
 
Tú sabes, por tu ciencia y tu cordura, 
que el perdón tras la culpa gustarías: 
¿Cómo, pues, sin pecar conocerías 
del Perdón la eucarística dulzura? 
* * *  
III. SORDOS Y CIEGOS 
 
¡OH, eterna tragedia humana! 
En pos de Ti el mundo entero 
corre, indaga y peregrina 
por mares y por desiertos. 
 
Los derviches y magnates, 
con su oro y sus privilegios, 
no han podido aproximarse 
hasta tu divino asiento. 
 
En tanto, en todo lenguaje, 
Tu nombre es música y verbo; 
pero todos están sordos 
para oírlo y conocerlo. 
 
Todos tu visión ansían; 
te llaman con loco anhelo; 
Tú apareces, Tú iluminas... 
¡Pero todos están ciegos! 
* * * 
IV. VUELO INÚTIL 
 
Tuve un Edén, de mil que el cielo encierra, 
sin cuitas y sin dudas ni temores; 
y un día, ansiando ver cosas mejores, 
como un halcón lancéeme hacia la tierra. 
 
Más ¡ay! desde que aquí llegué, perdido, 
solo, con los secretos de mi ciencia, 
no hallo alma digna de mi confidencia... 
y huyo de nuevo por donde he venido. 
* * * 
V. CÍRCULO VICIOSO 
 
¡OH, rueda eterna del cielo 
que no para un solo día, 
cómo tu voltear me hastía, 
cómo mi descanso anhelo! 
 
En vano mi ciencia apuro 
por librarme de su giro; 
en vano a esa dicha aspiro 
y al mismo Creador conjuro: 
 
Rebelde a mi condición, 
ni mi ciencia es suficiente, 
ni puedo infinitamente 
seguir esta rotación... 
* * * 
VI. LA GOTA DE AGUA Y EL OCÉANO 
 
La gota de agua del mar, 
desprendida y solitaria, 
en playa inhospitalaria, 
triste se puso a llorar. 
 
El Océano al sentir 
tan tierna lamentación 
de aquella separación, 
la piedad le hizo sonreír. 
 
-«Hija mía, entre los dos 
hay una sola unidad, 
y sobre esta inmensidad 
no hay más grandeza que Dios. 
 
«Entre tu cuerpo y el mío 
nunca la extensión verás: 
nadie medirá jamás 
la inmensidad del vacío». 
* * * 
VII. LA CAÍDA DE LAS HOJAS 
 
EL aura primaveral 
despierta al jardín, mimosa, 
y el ruiseñor, por la rosa 
entona su himno nupcial. 
 
Bajo la aromada sombra 
de los tupidos rosales, 
en las horas estivales 
reposa en la muelle alfombra. 
 
Sus pétalos al caer 
sobre ti, te irán diciendo: 
-«Como tú, vamos volviendo 
hacia donde fue el nacer». 
* * * 
VIII. ¿Y DESPUÉS? 
 
Que a esta vida la has vivido 
piensa, como lo has querido: 
           ¿Y después? 
 
Imagínate, confiado, 
que tu hora última ha llegado: 
           ¿Y después? 
 
Que cien años transcurrieron 
y tu plena dicha vieron, 
sin pesares, sin enojos, 
y al colmo de tus antojos: 
           ¿Y después? 
 
Pídele a tu fantasía 
cien años más todavía: 
Los dioses que todo pueden 
cien años más te conceden... 
           ¿Y... después? 
* * * 
IX. REPRESALIA 
 
Anoche, en un arrebato, 
después de vaciar mi vino, 
en las piedras del camino 
rompí mi copa, insensato. 
 
Era la embriaguez, por cierto, 
la que tal acto inspiró: 
Mas lo que la copa habló 
me dejó de asombro yerto: 
 
-«De tu misma esencia fui 
y tú de mi esencia fuiste; 
lo que tú de mí hiciste 
el Destino hará de ti». 
* * * 
X. ¿QUÉ HACER? 
 
I 
Armado de albedrío y de razones 
guerra sin tregua libro a mis pasiones: 
             ¿Qué más hacer? 
 
La aguda espina del remordimiento 
de mis actos, aguza mí tormento: 
              No sé qué hacer. 
 
No cesa mi conciencia de acusarme, 
ni cesa tu piedad de perdonarme: 
              ¿Qué debo hacer? 
 
Mas el saber que sabes mi vergüenza, 
¡OH!, no hay consuelo que esta angustia venza: 
                ¡OH, Dios, qué hacer! 
 
II 
Cuanto de humano y de divino encierra 
mi ser, Tú sólo hiciste de agua y tierra: 
                 Yo ¿qué he de hacer? 
 
Esta seda, esta lana que he vestido, 
el artista eres Tú que la ha tejido: 
                   Yo ¿qué he de hacer? 
Todo el bien, todo el mal que yo he sembrado, 
de Ti vienen, que me has predestinado: 
                     Yo ¿qué he de hacer? 
* * * 
XI. MI ÚLTIMO AMIGO 
 
Yo mismo cerré la puerta 
que siempre mantuve abierta, 
   del pecado, 
y libre de aparcerías 
y de infieles compañías 
   he quedado. 
 
Y después de mi castigo 
sólo me quedó un Amigo 
   para amar: 
A Él puedo sin opresiones 
mis más puras ideaciones 
   revelar. 
 
Por su saber infinito, 
definir no necesito 
lo que es y lo que pasó: 
Él de mí todo lo sabe, 
y de nuestro amor la clave 
sólo leemos Él y yo. 
* * * 
XII. TRANSUBSTANCIACIÓN 
 
Mira esta copa transparente: era, 
antes de modelada, ruda arcilla, 
y revela al trasluz la maravilla 
de un alma en sus entrañas prisionera. 
 
De magos y rabinos en la idea, 
con los blancos jazmines la comparan, 
de donde en mística eclosión brotaran 
las sanguinosas rosas de Judea. 
 
Más no -¿qué he dicho?- ni jazmín, ni rosa; 
el destello del vino me alucina: 
Ya no veo la copa que fascina, 
ni el néctar de la viña prodigiosa. 
 
Libre ya del sopor de la taberna 
veo, sí, una visión clara y distinta: 
era una agua translúcida y eterna 
que de un divino fuego estaba encinta. 
* * * 
XIII. LA SOMBRA DEL ASTRO 
 
OH, alma, si te vieses en libertad, un día, 
de las cadenas de la carne vil, 
¡con qué diáfana albura tu esencia irradiaría 
entre las rosas blancas del místico pensil! 
 
Sólo así fueras alma, en toda la pureza 
de la gracia en su etérea plenitud, 
y al firmamento irías de la inmortal belleza, 
a ser la nueva Estrella, la estrella Excelsitud. 
 
Ah, tan sólo una sombra la claridad velara 
del halo de tu éxtasis astral: 
Cuando el vago recuerdo a tu mente asomara 
de los lejanos días de tu vida mortal. 
* * * 
XIV. LA VISIÓN DE LO ETERNO 
 
Porque del vino la ilusión te ofusca 
te dan pavor la muerte y el olvido, 
y el rayo de oro nunca has percibido 
del sol eterno que tu alma busca. 
 
Ni ves en tu incurable ceguedad, 
que en ese abismo que tu miedo inflama, 
con nueva savia la robusta rama 
florece ya de la inmortalidad. 
 
Desde que mi alma fuera reanimada 
por el amor del Hijo de Miriam, 
en el ungido cuerpo de Khayyam 
la Muerte Eterna ha sido aniquilada. 
* * * 
XV. EL HERALDO DEL SOL 
 
Ayer, antes que el Alba despuntara, 
en compañía de la Amiga leal 
y de una copa de rosado vino, 
me hallé junto a un torrente de cristal. 
 
Frente de mí la copa, concha fina, 
Cuya fluida perla un brillo tal 
esparcía, que todo el firmamento 
quedó envuelto en un nimbo sideral. 
 
El Heraldo del Sol, de pronto herido 
por la súbita lumbre, se despierta 
y el clarín lanza al mundo adormecido 
del nuevo día el jubiloso alerta. 
* * * 
XVI. LO ÚNICO ETERNO 
 
Abre para mí tu puerta 
pues Tú sólo abrirla puedes, 
porque Tú sólo concedes 
la gracia de verla abierta. 
 
Tú el sendero me mostraste 
de llegar a redimirme: 
Y si no puedes abrirme, 
¿para qué a Ti me llamaste? 
 
Al ofrecerme su ayuda 
muchos son los que te invocan; 
mas mi rebelión provoca; 
mi fe contra ellos me escuda. 
 
Sólo ante Ti me prosterno; 
sólo en tu auxilio confío; 
todo muere en torno mío: 
Sólo Tú eres Eterno. 
* * * 
XVII. FINAL VANIDAD 
 
En este instante de mi triste vida, 
cuando mi corazón aun late y siente, 
que todos mis problemas y mis dudas 
resueltos han quedado, me parece. 
 
Mas cuando llamo mi razón a cuentas 
y en análisis hondo se sumerge, 
no tardo en ver que todo ha sido humo, 
y que la noche a circundarme vuelve. 
 
Y aquellos de la ciencia y las virtudes 
conductores magnánimos y jueces, 
que por la gracia del saber profundo 
antorchas vivas en el mundo encienden; 
 
ellos, no más que yo, dieron un paso 
fuera del aro en que todo se mueve; 
dijeron, sí, su fábula, y al punto 
volvieron a su sueño de la muerte. 
* * * 
XVIII. EL GOCE VEDADO 
 
¡OH!, nunca lo pensaste, ¿por qué al abrir la puerta 
de su rosal la aurora, canta alektrión su alerta? 
Es que quiere advertirte que otro día ha pasado, 
y en la misma ignorancia el nuevo te ha encontrado. 
 
Y cuando ella te asesta la luna de su espejo 
y encandila tus ojos el vívido reflejo, 
es que quiere enseñarte que el instante vivido 
en error y atonía, fugaz te ha envejecido. 
 
Si aún te resta un átomo de lucidez, procura 
refugiarte en el éxtasis de la belleza pura: 
Acaso de la mano del inmortal copero 
puedas beber un sorbo del vino verdadero. 
 
¡Ah!, pero tú eres ciego de toda humana ciencia; 
tu alma no percibe del éxtasis la esencia, 
y al preferir la copa de la terrena orgía 
hará una eterna nube de la noche y el día. 
* * * 
XIX. LA SUPREMA ANGUSTIA 
 
Si entre fe e incredulidad 
un soplo apenas se mide 
y el mismo espacio divide 
al error y a la verdad; 
 
si induciendo de esta suerte 
hemos de llegar al fin 
a suprimir el confín 
entre la vida y la muerte; 
 
si este lapso de un aliento  
también me aparta de Ti, 
sin dejarme alzar de aquí 
mi vuelo por un momento; 
 
¡OH, Señor!, ¿qué puedo hacer 
para ser uno contigo, 
si de mi ser me desligo 
y no puedo a Ti ascender? 
 
¡OH, qué secreto angustioso! 
¡OH, qué enigma impenetrable! 
¡Qué ansia tan insaciable! 
¡Qué dolor tan delicioso! 
* * * 
XX. EUCARISTÍA 
 
Ora a los ojos te escondes 
de tu angustiada criatura, 
y en su vagar, insegura, 
te llama y no le respondes; 
 
ora en luminosas letras 
fijas en tu firmamento, 
y en voz, ritmo y movimiento 
el Universo penetras. 
 
Cuando en tu gloria infinita 
y en tu gracia te contemplo, 
pienso que Tú eres el Templo 
y el propio Dios que lo habita. 
 
Mi alma siente, cuando escruta 
dentro de tu seno místico, 
que eres el vino eucarístico 
y el cáliz que lo transmuta. 
 
Ya estoy solo; amor y ciencia, 
todo lo he perdido aquí: 
O ven a habitar en mí, 
o difúndeme en tu Esencia. 
  
  
 
 
4.- LA VOZ EN EL DESIERTO    
I. LA VOZ EN EL DESIERTO 
 
Suspendidas de sus hilos, del Señor entre las manos, 
bajo el techo de amatista las estrellas se estremecen; 
la luna como un alfanje, y los vientos me parecen 
traerme voces amigas de mis aduares lejanos. 
 
Las arenas sin un soplo del aire muertas están; 
los astros su luz repliegan cual en su postrera noche; 
mas la arena removida volará; su ardiente broche 
reabrirán los soles y... mis huellas se borrarán. 
 
Cual los dibujos que finge la rama al aire agitada; 
cual la sombra que una flecha traza del arco lanzada, 
así pasaré, pues Dios sabe en su saber profundo 
por qué -feliz o maldito- fui enviado sobre el mundo. 
 
¡OH, Señor de las centurias y del Poder infinito! 
¡Señor, Dios de las estrellas y las arenas desiertas! 
¿Soy yo, acaso, en mi nada, más durable o más finito 
que estas imperecederas de tus manos obras muertas? 
 
Mas ¡ay! cuando ya los techos de amatista empalidezcan, 
y, gastados ya sus hilos las estrellas se oscurezcan, 
¡sólo Tú el eterno arcano verás de divino modo, 
y te reunirás de nuevo al alma inmane del Todo! 
  
  
 
 
He aquí algunos textos en la bella versión de Ramón Vives Pastor:  
 
 
1. Cuando hayamos partido sin dejar ningún rastro 
el sol no cambiará sus leyes ni sus ciclos;  
ya vivió sin nosotros innumerables siglos  
y no para deleitarnos luce su ardiente astro.  
 
2. Mulá: no reces por mí. Dios da su don  
sin que se lo pidan, y el velo de perdón  
y su misericordia, inmensos como el mar,  
cubrirán, sin mirarlos, los pecados de Omar.  
 
3. La tierra es un mosaico de dioses y creencias,  
de clérigos, profetas, sacros libros y textos:  
impiedad, fe, pecado, son sólo los pretextos  
que los hombres invocan al luchar como fieras.  
 
4. Bebamos, amor, bebamos: todo al olvido invita.  
Yo que medito siempre, solamente en dos días  
no he querido pensar ni jamás he pensado:  
el que está por venir y aquel que ya ha pasado.  
 
5. Si vino y bellezas hay, pide vino y bellezas,  
siéntate junto al agua que el verde prado riega,  
deja diablos y hurís al musulmán que crea,  
mañana puedes morir si es que mañana llega.  
 
6. Si en el cielo hay hurís y vino, como dice el Mula,  
nuestro premio en lo alto será beber y amar.  
Yo comienzo a gozar y vaciar copas en vida,  
disponiendo mi alma al placer de allí arriba.  
 
7. Al mundo me trajeron sin mi consentimiento  
y los ojos abrí con sorpresa infinita,  
partiré después de reposarme un tiempo  
sin saber la razón de mi entrada y salida.  
 
8. Escucha, musulmán, los días aptos  
para beber sin herir tu conciencia:  
martes, jueves, viernes, domingos, sábados,  
miércoles y lunes, ¡los demás, abstinencia!  
 
9. Yo bebo entre las flores, la conciencia tranquila,  
y tú trabajas siempre, gran muftí de la villa;  
tintas de rojo oscuro tenemos nuestras manos:  
yo de sangre de cepa; tú, de la de tus hermanos.  
 
10. Entrégate al placer, OH mortal, sin recelos:  
nadería es el mundo y nadería la vida  
y nadería esa bóveda hecha de nueve cielos.  
Amar y beber es cierto, ¡y lo demás mentira!  
 
11. En medersas e iglesias, buscando la verdad,  
hablé con jeques, santos, filósofos y sabios,  
escuché las sentencias surgidas de sus labios  
y salí por la puerta que utilicé al entrar 
 
12. ¿Podemos vivir sin pecar, OH infelices mortales?  
¿Qué corazón está limpio de maldad o malicia?  
Más si Dios me castiga a causa de mis males  
tan malo como yo será el Dios que castiga. 
13. ¿Temes lo que puede traerte el mañana?  
No te adhieras a nada,  
no interrogues a los libros ni a tu prójimo. 
Ten confianza; de otro modo, el infortunio  
no dejará de justificar tus aprehensiones.  
 
No te preocupes por el ayer:  
ha pasado... 
No te angusties por el mañana:  
aún no llega... 
Vive, pues, sin nostalgia ni esperanza: 
tu única posesión es el instante.» 
 
  
  
  
OTRA VERSIÓN DE «RUBAIYAT» 
Autor desconocido 
 
1. La aurora: felicidad y pureza. Un inmenso rubí cintila en cada copa. 
Coge dos ramas de sándalo: haz con una de ellas un laúd y deja que 
la otra te perfume. 
 
2. El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo... En el aire de cristal se  
desgrana el canto del último ruiseñor... El aroma del vino es más  
suave... ¡Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora  
sueña con riquezas y distinciones! ¡Qué sedosa es tu cabellera,  
amada mía!  
 
3. Cuando la brisa matinal entreabre las rosas y les dice que ya las  
violetas desplegaron su espléndido ropaje, sólo es digno de vivir  
quien contempla a una joven dormida, coge su copa, la apura, y la  
arroja después.  
 
4 .Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden: la aurora.  
Lámparas que se encienden, esperanzas que se apagan: la noche.  
 
5. Consagra, a las luces del alba, tu copa de vino, que semeja un 
tulipán de primavera; consagra, a la risa de un adolescente, tu copa 
de vino, que recuerda su boca. Bebe, y olvida que el puño del dolor 
se abatirá bien pronto sobre ti. 
 
6. Ese vapor sutil que envuelve las rosas, ¿es una voluta de perfume o  
el débil amparo que les dejó la bruma. Tu cabellera, caída sobre tu  
rostro, ¿es la noche que tus miradas van a disipar. ¡Despierta, 
amada mía, el sol dora nuestras copas! ¡Bebamos  
 
7. Cuando vaciles bajo el peso del dolor, y estén ya secas las fuentes de 
tu llanto, piensa en el césped que brilla tras la lluvia; cuando el  
resplandor del día te exaspere, y llegues a desear que una noche sin  
aurora se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño.  
 
8. Noche; silencio. Inmovilidad de las ramas y del pensamiento. Una  
rosa, imagen de tu efímera belleza, deja caer con lentitud sus  
pétalos. ¿En dónde estarás ahora, tú que me ofreciste el vaso que no  
dejo de beber. Estoy seguro de que ninguna flor se deshoja cerca de 
aquél cuya sed apagas, y te ves privada del amargo placer con que  
sólo yo he sabido embriagarte.  
 
9. Dejan caer las estrellas sus pétalos de oro. No sé cómo no han  
tapizado mi jardín. Así como el cielo vuelca sus rosas sobre la tierra,  
vierto en mi copa el rosado vino.  
 
10. Brisas de primavera acarician los pétalos de las rosas. En la sombra 
azul del jardín, besan también el rostro de mi amada. A pesar de la  
felicidad que tuvimos, no añoro el pasado. ¡Es tan honda la dulzura  
del presente!  
 
11. Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, procura ser feliz  
hoy. Coge un ánfora de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe, 
mientras te dices que quizás mañana te busque, en vano, el astro de  
la noche.  
 
12. El viento del sur marchitó las rosas que loaba, en sus cantos, el 
ruiseñor. ¿Habrá que llorar por ellas o por nosotros. Cuando la  
muerte marchite nuestras mejillas, otras rosas se abrirán.  
 
13. Bien sabes que no tienes ningún poder sobre el destino, ¿por qué la 
incertidumbre del mañana motiva tu ansiedad. Si eres prudente, 
goza el momento que pasa; lo futuro, ¿qué encerrará.  
 
14. Caeremos en la ruta del amor, y nos pisoteará el destino. ¡OH, mi  
pequeñuela! ¡OH, mi preciosa copa! Levántate, y dame tus labios, 
antes de que me convierta en polvo.  
 
15. ¿Sabes lo que te puede acontecer mañana. Ten confianza, pues, de 
lo contrario, no dejará el infortunio de justificar tus temores. No te 
apegues a nada. No interrogues los libros ni a los hombres: él 
destino es inescrutable.  
 
16. ¡Cuán débil es el hombre! ¡Qué ineluctable el destino! Faltamos a 
nuestros juramentos, y la deshonra nos es indiferente. Yo mismo, a 
menudo, obro como un insensato; mas tengo la disculpa de estar 
enamorado.  
 
17. Supongamos que hayas resuelto el enigma del universo, ¿cuál es tu 
destino. Supongamos que hayas arrancado a la verdad todos sus 
velos, ¿cuál es tu destino. Supongamos que hayas vivido feliz cien 
años, y vayas a vivir aún cien años más, ¿cuál es tu destino.  
 
18. La verdad y el error, la certeza y la duda, no son sino palabras  
huecas como pompas de jabón. Irisadas o grises, esas burbujas son 
la imagen fiel de nuestra vida.  
 
19. Todo el mundo quisiera marchar por la senda del conocimiento. 
Unos la buscan afanosamente; otros dicen haberla encontrado ya. 
Mas un día una voz clamará: "No hay ruta ni sendero."  
 
20. El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. La vana ciencia de  
los hombres: palabras. Los pueblos, las bestias y las flores de los 
siete climas: sombras. El fruto de tu continua meditación: nada. 
 
21. Los sabios no podrán enseñarte nunca nada, mas la caricia de unas 
negras pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tus 
días sobre la tierra están contados, y que bien pronto volverás al  
polvo. Trae vino, busca un lugar al abrigo de importunos, y deja que  
la vid te consuele. 
 
22. Gira la ruleta, indiferente al cálculo de los sabios. Renuncia al 
esfuerzo vano de contar las estrellas. Medita más bien en esta 
verdad: habrás de morir, no soñarás más, y los gusanos de la 
tumba, o los perros vagabundos se disputarán tu despojos.  
 
23. Los sabios de mayor renombre caminaron en las tinieblas de la 
ignorancia; fueron, sin embargo, las lumbreras de su tiempo. ¿Su 
obra. Dijeron unas cuantas palabras confusas y se quedaron,  
después, profundamente dormidos.  
 
24. ¡Si supieras cuán poco me interesan los cuatro elementos de la 
naturaleza y las cinco facultades del hombre! ¿Dices que algunos 
filósofos griegos podían proponer hasta cien enigmas a sus oyentes. 
Mi indiferencia a este respecto es absoluta. Trae vino, coge un laúd,  
y deja que sus modulaciones nos recuerden las de la brisa que pasa  
como nosotros.  
 
25. Cuando hayamos muerto, no habrá ya rosas ni cipreses, ni labios  
rojos ni vino perfumado; tampoco habrá ni penas ni alegrías, ni 
auroras ni crepúsculos. El universo se aniquilará, puesto que su 
realidad depende tan sólo de nuestro pensamiento.  
 
26. Confórmate con saber, únicamente, que todo es misterio; la creación 
del mundo y la tuya, el destino del universo y tu suerte. Sonríe ante  
estos enigmas como ante un peligro que desdeñaras. No creas que 
lograrás saber algo al franquear el umbral de las tinieblas. ¡Paz a 
los hombres en el negro silencio del más allá!  
 
27. En la vida son felices, únicamente, los que se creen sabios o quienes 
no se preocupan por la sabiduría. He sondeado todos los enigmas 
del universo, y torno a mis soledades envidiando a los ciegos que  
encuentro en el camino.  
 
28. Tuve maestros eminentes y me vanaglorié de mis triunfos. Al  
recordar lo sabio que era, pienso en el agua que toma la forma del  
vaso que la contiene, o en el humo que disipa el viento.  
 
29. ¡Ignorante que te crees sabio y te debates entre dos infinitos: el  
pasado y el futuro! Quisieras poner entre ambos una mojonera y 
sentarte allí a descansar. Mejor es que busques la sombra de un  
árbol y un ánfora de vino, y trates de olvidar tu impotencia.  
 
30. Si bien aprendí multitud de cosas, también olvidé muchas otras de 
buena gana. Tenía un lugar en mi cabeza para cada cosa: lo que  
estaba a la izquierda no podía hallarse a la derecha. Sólo alcancé la 
paz definitiva el día en que abandoné todo con desprecio y pude 
comprender, al fin, que no se puede afirmar ni negar nada.  
 
31. Para el sabio, la tristeza y la alegría son semejantes, lo mismo que 
el bien y el mal; para el sabio, todo lo que tuvo principio debe tener 
también fin. Considera, por tanto, si hay razón para que te alegres 
con la ventura que llega, o te entristezcas con la desgracia que no 
esperabas.  
 
32. Convéncete bien de esta verdad: un día tú alma se desprenderá de 
tu cuerpo, y serás arrojado tras el velo que flota entre el universo y 
lo desconocido. Mientras tanto, sé feliz: no sabes de dónde vienes;  
ignoras a dónde vas.  
 
33. La vida es un juego monótono en el que sólo puedes ganar dos cosas:  
el dolor y la muerte. ¡Dichoso aquél que expiró el mismo día de su  
nacimiento! ¡Y más dichoso aún el que no ha nacido!  
 
34. No busques la felicidad: la vida es breve como un suspiro. 
Convertidos en polvo, flotan, en el molino que contemplas, Jamshid 
y Kaikobad. El universo es un espejismo; la vida, un sueño.  
 
35. Pasa la vida cual rápida caravana. Detén tu marcha y trata de ser 
feliz. ¿Por qué te afliges, pequeña mía. Dame vino; la noche se 
acerca.  
 
36. Deléitate con todos los perfumes, colores y melodías; acaricia a 
todas las mujeres. Repítete que la vida es corta, y que bien pronto 
volverás al polvo, así seas el agua de Zemzem o de Selsebil.  
 
37. Aspirar a la paz aquí abajo: locura; creer en el eterno reposo: locura. 
Después de la muerte, tu sueño será breve, y habrás de renacer en 
un puñado de hierba pisoteada por el viandante o en una flor que el 
sol marchitará.  
 
38. Me pregunto qué es, en verdad, lo que poseo, qué subsistirá de mí  
cuando haya muerto. La vida es breve como un suspiro. Llamas que  
el viajero olvida, cenizas que dispersa el viento: he ahí la vida del  
hombre.  
 
39. ¡Bebedor, urna inmensa! Ignoro quién te modeló; sólo sé que puedes 
contener tres medidas de vino y que mañana te romperá la muerte.  
Entonces me preguntaré, con mayor afán, para qué fuiste creado, 
por qué fuiste dichoso y hoy no eres ya sino un puñado de polvo.  
 
40. No trates de encontrar amigos en la mundana feria que atraviesas;  
no busques más un asilo seguro. Soporta con entereza el dolor y no 
suspires por un remedio que no has de hallar. Sonríe en el 
infortunio y no esperes de nadie una sonrisa: perderías el tiempo.  
 
41. Hace ya mucho tiempo que mi juventud fue a reunirse con todas las 
cosas muertas. Yaces hoy, primavera de mi vida, junto con las 
primaveras de antaño. ¡OH, juventud mía; pasaste sin darme 
cuenta! Te fuiste desvaneciendo insensiblemente, como la dulzura  
de la florida estación. 
 
42. En Primavera, suelo irme a sentar en el lindero de algún campo 
florido. Si alguna hermosa doncella me ofrece entonces un ánfora de  
vino, no pienso en mi salvación: si tal cosa me preocupara, sería  
más indigno que un perro.  
 
43. ¿Para qué encender las lámparas, si los huéspedes se han quedado 
dormidos. Veo lo suficiente para notar su palidez. Así estarán,  
extendidos y yertos, en la noche del sepulcro. ¿Para qué encender 
las lámparas, si no hay aurora entre los muertos.  
 
44. El vino es color de rosa. Quizás no sea la sangre de la vid, sino la  
sangre de las rosas. Tal vez la copa en que bebes no es sino azur  
congelado. Quizás la noche no es sino el párpado del día.  
 
45. ¡Todos los reinos de la tierra por un vaso de vino! ¡Toda la ciencia de  
los hombres por la suave fragancia del mosto fermentado! ¡Todas las 
canciones de amor por el grato murmullo del vino que llena  
nuestras copas!  
 
46. De la felicidad no conocemos sino el nombre. Nuestro más viejo 
amigo es el vino nuevo. Acaricia con tus ojos y tus manos el único 
bien verdadero: el ánfora llena del jugo de la vid.  
 
47. Prefiero, a las riquezas del Khorassan, al poderío de Kaikhosru y a  
la gloria de Kaikobad, un ánfora de vino. Estimo al amante que 
gime de placer y desprecio al hipócrita que murmura una plegaria. 
 
48. Los hombres leen alguna vez el Corán, que es la sabiduría suprema,  
¿mas quién se deleita con sus enseñanzas. En el borde de cada copa 
hay una máxima profunda que todos debemos saborear. 
 
49. Sabios y retóricos abandonaron la existencia sin lograr ponerse de 
acuerdo sobre el ser y el no ser. ¡Hermanos míos en ignorancia:  
seguid gustando el zumo de la vid y dejad a esos hombres ilustres  
contentarse con pasas!  
 
50. Siéntate y bebe: gozarás de una felicidad que no conoció Mahmud.  
Escucha las melodías de los amantes: son los verdaderos salmos de  
David. No te hundas en el pasado ni atisbes el porvenir. Que tu  
pensamiento no vuele más allá de la hora presente: he aquí el  
secreto de la verdadera paz.  
 
51. ¿Nuestro tesoro. El vino. ¿Nuestro palacio. La taberna. ¿Nuestros 
fieles amigos. La sed y la embriaguez. Ignoramos la inquietud 
porque sabemos que nuestras almas, lo mismo que nuestras copas y 
trajes mancillados, no tienen que temer ni el polvo ni el agua ni el  
fuego.  
 
52. Nada me interesa ya: levántate y dame vino. Esta noche, tu boca es 
la más bella flor del universo. ¡Vino! ¡Vino rosado como tus mejillas! 
Y que mis remordimientos sean tan leves como tus rizos.  
 
53. ¿Piensas en tus antepasados. Son polvo con el polvo confundido. 
¿Hablas de sus méritos. Mírame sonreír. Toma esta ánfora y 
bebamos, escuchando, sin inquietudes, el vasto silencio del  
universo.  
 
54. No me interesa saber dónde podría comprar el manto de la astucia o  
de la mentira, mas ando siempre en busca de buen vino. Ha nevado 
en mis cabellos, y aprovecho la ocasión de ser feliz hoy porque  
mañana me faltarán las fuerzas.  
 
55. Bebo vino como las raíces del sauz la clara linfa del torrente. "No 
hay más Dios que Alá - dices - sólo Él lo sabe todo". Entonces, al  
crearme, no ignoraba que tendría que beber. Si no lo hiciera así, 
fallaría la sabiduría de Alá.  
 
56. Escondo mi tristeza, como los pájaros heridos que se ocultan para 
morir. ¡Vino! Escuchad mis bromas. ¡Vino, música, y tu indiferencia 
para mi tristeza, amada mía! 
 
57! Qué mezquino el corazón que no sabe amar! Si no estás enamorado,  
¿cómo puedes gozar con la deslumbrante luz del sol o la suave 
claridad de la luna.  
 
58. Soy viejo, y mi pasión por ti me lleva a la tumba, pues no dejo de 
beber vino de palmera. El amor me ha quitado la razón y deshoja el  
tiempo, sin piedad, la bella rosa que tenía.  
 
59. ¡Oh, tú, cuyo rostro de estatuilla china causa envidia a las rosas  
silvestres! ¿Sabes que tus ojos aterciopelados han vuelto al rey de  
Babilonia semejante a un alfil que retrocede ante la reina.  
 
60. No ves sino las apariencias de las cosas; te das cuenta de tu 
ignorancia y, sin embargo, no renuncias a amar. Deberías saber que  
Alá nos ha dado el amor como nos dio ciertas plantas venenosas.  
 
61. ¿Eres desgraciado. No pienses en tu dolor y no sufrirás más. Si tu 
pena es muy honda, piensa en los seres que han sufrido antes que  
tú desde la creación del mundo. Busca una mujer de níveos senos y  
guárdate de amarla; y que ella sea también incapaz de amarte a ti.  
 
62. ¿Qué es preferible: sentarse en una taberna, y hacer después un  
examen de conciencia, o prosternarse en una mezquita, con el alma 
seca. No me interesa saber si existe un Todopoderoso o no, ni lo que  
pueda hacer conmigo, llegado el caso. 
 
63. Nos diste ojos, Señor, y permites que la belleza de tus criaturas nos 
deslumbre; podemos ser dichosos y pretendes que renunciemos a los 
goces de este mundo. ¡Mas esto es tan insensato como querer  
invertir una copa sin derramar el vino que contiene!  
 
64. ¿Qué haré hoy?. ¿Iré a la taberna o a sentarme en algún jardín, bajo 
la sombra de un árbol. ¿Me inclinaré sobre un viejo libro?. Un pájaro 
cruza el espacio, ¿a dónde irá?. Ya lo he perdido de vista.  
Embriaguez de un pájaro en el azul tórrido! ¡Melancolía de un 
hombre en la fresca sombra de una mezquita!  
 
65. Toma la firme resolución de no contemplar más el cielo; rodéate de 
hermosas mujeres y acarícialas. ¿Dudas acaso? Muchos creyentes, 
antes que tú, pronunciaron férvidas plegarias. Partieron ya, y ni 
siquiera sabes si Alá los escuchó.  
 
66. "Alá es grande". Este grito del muecín se me antoja una enorme 
queja. ¿Será, acaso, que la tierra gime diariamente cinco veces ante 
la indiferencia de su Creador.  
 
67. Si quieres tener la magnífica soledad de las estrellas y las rosas, 
rompe tus lazos con los hombres y aléjate de todas las mujeres. No 
te acojas a nadie; no alivies ningún dolor ni participes en ningún 
festín.  
 
68. Olvida que deberías haber sido recompensado ayer y no lo fuiste. 
¡Qué importa, sé feliz! No eches de menos ninguna cosa ni esperes  
nada tampoco. Lo que ha de suceder, escrito está en el libro que  
hojea, al azar, el viento de la eternidad.  
 
69. No siento ningún temor por la muerte: prefiero este trance doloroso  
al sino ineluctable que me fue impuesto el día de mi nacimiento.  
¿Qué es la vida. Un bien que me confiaron sin pedirlo, y que habré  
de volver con indiferencia.  
 
70. La luna de Ramadán acaba de salir. Mañana, el sol bañará la  
ciudad silenciosa. Los vinos dormirán en las ánforas y las doncellas  
en la sombra de la espesura.  
 
71. Mira y escucha. Una rosa tiembla, agitada por la brisa, y el ruiseñor  
le canta un himno apasionado; una nube se detiene. Bebamos, y 
olvidemos que la brisa deshojará la rosa, se llevará el canto del  
ruiseñor, y arrastrará la nube que nos brinda su sombra.  
 
72. Dirige la mirada a tu alrededor: no verás sino desolación y angustia.  
Tus mejores amigos han muerto y la tristeza es tu sola compañía.  
Mas levanta la cabeza y extiende tus manos: coge todo lo que desees  
y puedas conseguir. El pasado es un cadáver que debes sepultar. 
 
OMAR KHAYYAM 
 
   
 "...¿..." 
Qué perfume usas? Y riendo le dije: 
-¡Ninguno, ninguno! 
Te amo y soy joven, huelo a primavera  
 
Poeta uruguaya nacida en Melo en 1892. 
Desde muy joven empezó a publicar los primeros poemas bajo el seudónimo de Juanita de Ybar, los cuales fueron compilados en su primer libro, «Lenguas de Diamante», obra que la lanzó  a la más resonante fama. Su estilo inicial fue apasionado y sensual dentro de la órbita modernista, vinculándose luego al vanguardismo. Su verso, con el paso del tiempo, ganó serenidad y melancolía, haciéndola alcanzar el Premio Nacional de Literatura en 1959. 
Falleció en 1979. © 
 
 
  
AMÉMONOS 
 
Bajo las alas rosa de este laurel florido, 
amémonos. El viejo y eterno lampadario 
de la luna ha encendido su fulgor milenario 
y este rincón de hierba tiene calor de nido. 
 
Amémonos. Acaso haya un fauno escondido 
junto al tronco del dulce laurel hospitalario 
y llore al encontrarse sin amor, solitario, 
mirando nuestro idilio frente al prado dormido. 
 
Amémonos. La noche clara, aromosa y mística 
tiene no sé qué suave dulzura cabalística. 
Somos grandes y solos sobre el haz de los campos 
 
y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos, 
con estremecimientos breves como destellos 
de vagas esmeraldas y extraños crisolampos. 
  
  
  
AMOR 
 
El amor es fragante como un ramo de rosas. 
Amando, se poseen todas las primaveras. 
Eros trae en su aljaba las flores olorosas 
de todas las umbrías y todas las praderas. 
 
Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros, 
de salvajes corolas y tréboles jugosos. 
¡Efluvios ardorosos de nidos de jilgueros, 
ocultos en los gajos de los ceibos frondosos! 
 
¡Toda mi joven carne se impregna de esa esencia! 
Perfume de floridas y agrestes primaveras 
queda en mi piel morena de ardiente transparencia 
 
perfumes de retamas, de lirios y glicinas. 
Amor llega a mi lecho cruzando largas eras 
y unge mi piel de frescas esencias campesinas. 
  
  
  
ASÍ ES LA ROSA 
 
De la matriz del día 
se alzó la rosa vertical y blanca 
mientras todo rugía: 
la tierra, el aire, el agua. 
 
Tendí la mano para protegerla, 
criatura de paz y de armonía, 
completa, virgen, intocable, exacta 
en la extensión total del mediodía. 
 
Y me llevó el brazo la metralla. 
Impávida seguía 
en su serenidad y su victoria, 
aunque en mi sangre la embebía. 
 
Ni mi alarido hizo temblar sus pétalos 
ni apagó su fragancia mi agonía. 
Era la rosa, la perfecta y única. 
Nada la detenía. 
  
  
BAJO LA LLUVIA 
¡Cómo resbala el agua  por mi espalda! 
¡Cómo moja mi falda,  
y pone  en mis mejillas su frescura de nieve! 
Llueve, llueve, llueve, 
y voy,  senda adelante, 
con el alma ligera y la cara radiante, 
sin sentir, sin soñar, 
llena de la voluptuosidad de no pensar. 
 
Un pájaro se baña 
en una charca turbia. Mi presencia le extraña, 
se detiene... me mira... nos sentimos amigos... 
¡Los dos amamos muchos cielos, campos y trigos! 
Después es el asombro 
de un labriego que pasa con su azada al hombro 
y la lluvia me cubre de todas las fragancias  
de los setos de octubre. 
Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado 
como un maravilloso y estupendo tocado 
de gotas cristalinas, de flores deshojadas 
que vuelcan a mi paso las plantas asombradas. 
Y siento, en la vacuidad 
del cerebro sin sueño, la voluptuosidad 
del placer infinito, dulce y desconocido, 
de un minuto de olvido. 
Llueve, llueve, llueve, 
y tengo en alma y carne, como un frescor de nieve. 
  
  
  
COMO LA PRIMAVERA 
Como un ala negra tendí mis cabellos 
sobre tus rodillas. 
Cerrando los ojos su olor aspiraste 
diciéndome luego: 
-¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos? 
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas? 
¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras 
porque acaso en ellas exprimiste un zumo 
retinto y espeso de moras silvestres? 
¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve! 
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas. 
¿Qué perfume usas? Y riendo le dije: 
-¡Ninguno, ninguno! 
Te amo y soy joven, huelo a primavera. 
Este olor que sientes es de carne firme, 
de mejillas claras y de sangre nueva. 
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo 
las mismas fragancias de la primavera! 
  
  
  
CUAL LA MUJER DE LOT 
Un perfume de amor me acompañaba. 
Volvía hacia la aldea de la cita, 
bajo la paz suprema e infinita 
que el ocaso en el campo destilaba. 
En mis labios ardientes aleteaba 
la caricia final, pura y bendita, 
y era como una alegre Sulamita 
que a su lar, entre trigos regresaba. 
Y al llegar a un recodo del camino 
tras el cual queda oculto ya el molino, 
el puente y la represa bullidora, 
Volví atrás la cabeza un breve instante, 
y bajo el tilo en flor, ¡vi a mi amante 
que besaba en la sien a una pastora! 
  
  
  
COMO UNA SOLA FLOR DESESPERADA 
Lo quiero con la sangre, con el hueso, 
con el ojo que mira y el aliento, 
con la frente que inclina el pensamiento, 
con este corazón caliente y preso, 
y con el sueño fatalmente obseso 
de este amor que me copa el sentimiento, 
desde la breve risa hasta el lamento, 
desde la herida bruja hasta su beso.  
Mi vida es de tu vida tributaria, 
ya te parezca tumulto, o solitaria, 
como una sola flor desesperada.  
Depende de él como del leño duro 
la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro, 
que solo en él respira levantada. 
  
  
  
DESPECHO 
 
¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto, 
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto; 
tanto, que este rictus que contrae mi boca 
es un rastro extraño de mi risa loca. 
 
Tanto, que esta intensa palidez que tengo 
(como en los retratos de viejo abolengo), 
es por la fatiga de la loca risa 
que en todos mis nervios su sopor desliza. 
 
¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma, 
pues como la angustia, la alegría enferma. 
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste! 
¿Cuándo más alegre que ahora me viste? 
 
¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos, 
ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos. 
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto, 
es por el esfuerzo de reírme tanto... 
  
  
  
EL FUERTE LAZO 
 
Crecí 
para ti. 
Tálame. Mi acacia 
implora a tus manos su golpe de gracia. 
 
Florí  
para ti. 
Córtame. Mi lirio 
al nacer dudaba ser flor o ser cirio. 
 
Fluí 
para ti. 
Bébeme. El cristal 
envidia lo claro de mi manantial. 
 
Alas di 
por ti. 
Cázame. Falena, 
rodeé tu llama de impaciencia llena. 
 
Por ti sufriré. 
¡Bendito sea el daño que tu amor me dé! 
¡Bendita sea el hacha, bendita la red, 
y loadas sean tijeras y sed! 
 
Sangre del costado 
manaré, mi amado. 
¿Qué broche más bello, qué joya más grata, 
que por ti una llaga color escarlata? 
 
En vez de abalorios para mis cabellos 
siete espinas largas hundiré entre ellos. 
Y en vez de zarcillos pondré en mis orejas, 
como dos rubíes, dos ascuas bermejas. 
 
Me verás reír 
viéndome sufrir. 
Y tú llorarás. 
Y entonces... ¡más mío que nunca serás! 
  
  
  
ESTÍO 
 
Cantar del agua del río.  
Cantar continuo y sonoro,  
arriba bosque sombrío  
y abajo arenas de oro.  
 
Cantar...  
de alondra escondida  
entre el oscuro pinar.  
 
Cantar...  
del viento en las ramas  
floridas del retamar.  
 
Cantar...  
de abejas ante el repleto  
tesoro del colmenar.  
 
Cantar...  
de la joven tahonera  
que al río viene a lavar.  
 
Y cantar, cantar, cantar  
de mi alma embriagada y loca  
bajo la lumbre solar. 
 
  
FUSIÓN 
Mi alma en torno a tu alma se ha hecho  
un nudo apretado y sombrío. 
Cada vuelta del lazo sobre humano 
se hace raíz, para afianzarse hondo, 
y es un abrazo inacabable y largo 
que ni la muerte romperá. ¿No sientes 
cómo me nutro de tu misma sombra? 
Mi raíz se ha trenzado a tus raíces 
y cuando quieras desatar el nudo, 
sentirás que te duele en carne viva 
y que en mi herida brota sangre tuya.! 
Y con tus manos curarás la llaga 
¡y ceñirás más apretado el nudo! 
  
  
  
HORA MORADA 
 
¿Qué azul me queda? 
 
¿En qué oro y en qué rosa me detengo, 
qué dicha se hace miel entre mi boca 
o qué río me canta frente al pecho? 
 
Es la hora de la hiel, la hora morada 
en que el pasado, como un fruto acedo, 
sólo me da su raso deslucido 
y una confusa sensación de miedo. 
 
Se me acerca la tierra del descanso 
final, bajo los árboles erectos, 
los cipreses aquellos que he cantado 
y veo ahora en guardia de los muertos. 
 
Amé, ay Dios, amé a hombres y bestias 
y sólo tengo la lealtad del perro 
que aún vigila a mi lado mis insomnios 
con sus ojos tan dulces y tan buenos. 
  
  
  
IMPLACABLE 
Y te di el olor 
de todas mis dalias y nardos en flor. 
Y te di el tesoro, 
de las ondas minas de mis sueños de oro. 
Y te di la miel, 
del panal moreno que finge mi piel. 
¡Y todo te di! 
Y como una fuente generosa y viva para tu alma fui. 
¡Y tú, dios de piedra 
entre cuyas manos ni la yedra medra; 
Y tú, dios de hierro, 
ante cuyas plantas velé como un perro, 
Desdeñaste el oro, la miel y el olor. 
¡ Y ahora retornas, mendigo de amor, 
A buscar las dalias, a implorar el oro, 
a pedir de nuevo todo aquel tesoro! 
Oye, pordiosero: 
ahora que tú quieres es que yo no quiero. 
Si el rosal florece, 
es ya para otro que en capullos crece. 
Vete, dios de piedra, 
sin fuentes, sin dalias, sin mieles, sin yedra, 
igual que una estatua, 
a quien Dios bajara del plinto, por fatua. 
¡Vete, dios de hierro, 
que junto a otras plantas se ha tendido el perro! 
  
  
  
LA CITA 
 
Me he ceñido toda con un manto negro. 
Estoy toda pálida, la mirada extática. 
Y en los ojos tengo partida una estrella. 
¡Dos triángulos rojos en mi faz hierática! 
 
Ya ves que no luzco siquiera una joya, 
ni un lazo rosado, ni un ramo de dalias. 
Y hasta me he quitado las hebillas ricas 
de las correhuelas de mis dos sandalias. 
 
Mas soy esta noche, sin oros ni sedas, 
esbelta y morena como un lirio vivo. 
Y estoy toda ungida de esencias de nardos, 
y soy toda suave bajo el manto esquivo. 
 
Y en mi boca pálida florece ya el trémulo 
clavel de mi beso que aguarda tu boca. 
Y a mis manos largas se enrosca el deseo 
como una invisible serpentina loca. 
 
¡Descíñeme, amante! ¡Descíñeme, amante! 
Bajo tu mirada surgiré como una 
estatua vibrante sobre un plinto negro 
hasta el que se arrastra, como un can, la luna. 
  
  
  
LA ENREDADERA 
 
Por el molino del huerto 
asciende una enredadera. 
 
El esqueleto de hierro 
va a tener un chal de seda 
 
ahora verde, azul más tarde 
cuando llegue el mes de Enero 
 
y se abran las campanillas 
como puñados de cielo. 
 
Alma mía: ¡quién pudiera 
Vestirte de enredadera! 
 
  
  
 
LA ESPERA 
 
¡OH lino, madura, que quiero tejer 
sábanas del lecho donde dormirá 
mi amante, que pronto, pronto tornará 
(Con la primavera tiene que volver.) 
 
¡OH rosa, tu prieto capullo despliega! 
Has de ser el pomo que arome su estancia. 
Concentra colores, recoge fragancia, 
dilata tus poros, que mi amante llega. 
 
Trabaré con grillo de oro sus piernas, 
cadenas livianas del más limpio acero, 
encargué con prisa, con prisa al herrero 
Amor, que las hace brillantes y eternas. 
 
Y sembré amapolas en toda la huerta. 
¡Que nunca recuerde caminos ni sendas! 
Fatiga: en sus nervios aprieta tus vendas. 
Molicie: sé el perro que guarde la puerta. 
  
  
  
LA HIGUERA 
 
Porque es áspera y fea, 
porque todas sus ramas son grises 
yo le tengo piedad a la higuera. 
 
En mi quinta hay cien árboles bellos, 
ciruelos redondos, 
limoneros rectos 
y naranjos de brotes lustrosos. 
 
En las primaveras 
todos ellos se cubren de flores 
en torno a la higuera. 
Y la pobre parece tan triste 
con sus gajos torcidos, que nunca 
de apretados capullos se viste... 
 
Por eso, 
cada vez que yo paso a su lado 
digo, procurando 
hacer dulce y alegre mi acento: 
"Es la higuera el mas bello 
de los árboles todos del huerto". 
 
Si ella escucha, 
si comprende el idioma en que hablo, 
¡Que dulzura tan honda hará nido 
en su alma sensible de árbol! 
 
Y tal vez, a la noche, 
cuando el viento abanique su copa, 
embriagada de gozo le cuente: 
"Hoy a mí me dijeron hermosa". 
  
  
  
LA HORA 
Tómame ahora que aún es temprano 
y que llevo dalias nuevas en la mano. 
Tómame ahora que aún es sombría 
esta taciturna cabellera mía. 
Ahora , que tengo la carne olorosa, 
y los ojos limpios y la piel de rosa. 
Ahora que calza mi planta ligera 
la sandalia viva de la primavera 
Ahora que en mis labios repica la risa 
como una campana sacudida a prisa. 
Después...¡OH, yo sé 
que nada de eso más tarde tendré! 
Que entonces inútil será tu deseo 
como ofrenda puesta sobre un mausoleo. 
¡Tómame ahora que aún es temprano 
y que tengo rica de nardos la mano! 
Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca 
y se vuelva mustia la corola fresca. 
Hoy, y no mañana. OH amante, ¿no ves 
que la enredadera crecerá ciprés? 
  
  
  
LA INQUIETUD FUGAZ 
He mordido manzanas y he besado tus labios. 
Me he abrazado a los pinos olorosos y negros. 
Hundí, inquieta, mis manos en el agua que corre. 
He huroneado en la selva milenaria de cedros 
que cruza la pradera como una serpie grave, 
y he corrido por todos los pedrosos caminos 
que ciñen como fajas la ventruda montaña. 
¡OH amado, no te irrites por mi inquietud sin tregua! 
¡OH amado, no me riñas porque cante y me ría! 
Ha de llegar un día en que he de estarme quieta, 
¡ay, por siempre, por siempre! 
con las manos cruzadas y apagados los ojos; 
con los oídos sordos y con la boca muda, 
y los pies andariegos en reposo perpetuo 
sobre la tierra negra. 
¡Y estará roto el vaso de cristal de mi risa 
En la grieta obstinada de mis labios cerrados! 
Entonces, aunque digas: -¡Anda!, ya no andaré. 
Y aunque me digas: -¡Canta!, no volveré a cantar. 
Me iré desmenuzando en quietud y en silencio 
bajo la tierra negra, 
mientras encima de mí se oirá zumbar la vida 
como una abeja ebria. 
¡OH, déjame que guste el dulzor del momento 
fugitivo e inquieto! 
¡OH, deja que la rosa desnuda de mi boca 
se te oprima a los labios! 
Después será ceniza sobre la tierra negra. 
  
  
 
  
LA PEQUEÑA LLAMA 
 
Yo siento por la luz un amor de salvaje. 
Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge; 
¿no será, cada lumbre, un cáliz que recoge 
el calor de las almas que pasan en su viaje? 
 
Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas, 
lo mismo que las almas taciturnas y buenas. 
Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas. 
Hay otras casi rojas: espíritus de rosas. 
 
Yo respeto y adoro la luz como si fuera 
una cosa que vive, que siente, que medita, 
un ser que nos contempla transformado en hoguera. 
 
Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado 
una pequeña llama de dulzura infinita 
para tus largas noches de amante desolado. 
  
  
  
LA PROMESA 
¡Todo el oro del mundo parecía 
diluido en la tarde luminosa! 
Apenas un crepúsculo de rosa 
la copa de los árboles teñía. 
Un imprevisto amor, mi mano unía 
a tu mano, morena y temblorosa. 
¡Éramos Booz y Ruth ante la hermosa 
era que circundaba la alquería! 
-¿Me amarás?- murmuraste. Lenta y grave 
vibró en mis labios la promesa suave 
de la dulce, la amable moabita. 
Y fue como un ¡amén! en ese instante 
el toque de oración que alzó vibrante 
la rítmica campana de la ermita. 
  
  
  
LA SED 
Tu beso fue en mis labios 
de un dulzor refrescante. 
Sensación de agua viva y moras negras 
me dio tu boca amante. 
Cansada me acosté sobre los pastos 
con tu brazo tendido, por apoyo. 
Y me cayó tu beso entre los labios, 
como un fruto maduro de la selva 
o un lavado guijarro del arroyo. 
Tengo sed otra vez, amado mío. 
Dame tu beso fresco tal como una 
piedrezuela del río. 
  
  
  
LA TARDE 
He bebido del chorro cándido de la fuente. 
Traigo los labios frescos y la cara mojada. 
Mi boca hoy tiene toda la estupenda dulzura 
de una rosa jugosa, nueva y recién cortada. 
El cielo ostenta una limpidez de diamante. 
Estoy ebria de tarde, de viento y primavera. 
¿No sientes en mis trenzas olor a trigo ondeante? 
¿No me hallas hoy flexible como una enredadera? 
Elástica de gozo como un gamo he corrido 
por todos los ceñudos senderos de la sierra. 
Y el galgo cazador que es mI guía, rendido, 
se ha acostado a mis pies, largo a largo, en la tierra. 
¡Ah, qué inmensa fatiga me derriba en la grama 
Y abate en tus rodillas mi cabeza morena, 
mientras que de una iglesia campesina y lejana 
nos llega un lento y grave llamado de novena! 
  
  
  
LACERÍA 
 
No codicies mi boca. Mi boca es de ceniza 
y es un hueco sonido de campanas mi risa. 
 
No me oprimas las manos. Son de polvo mis manos, 
y al estrecharlas tocas comida de gusanos. 
 
No trences mis cabellos. Mis cabellos son tierra 
con la que han de nutrirse las plantas de la sierra. 
 
No acaricies mis senos. Son de greda los senos 
que te empeñas en ver como lirios morenos. 
 
¿Y aún me quieres, amado? ¿Y aún mi cuerpo pretendes 
y, largas de deseo, las manos a mí tiendes? 
 
¿Aún codicias, amado, la carne mentirosa 
que es ceniza y se cubre de apariencias de rosa? 
 
Bien, tómame. ¡OH laceria! 
¡Polvo que busca al polvo sin sentir su miseria! 
  
  
  
LAS CUATRO ALAS DE ABEJA 
 
He vuelto de la cita con cuatro alas de abejas 
prendidas en los labios. Cuatro alas de abejas 
doradas y bermejas. 
 
Milagro como el de la barba de Dionisos, 
el dios de acento dulce! La barba de Dionisos 
que tenía cuatro alas de abeja en vez de rizos. 
 
Tus labios en mis labios derramaron su miel 
y brotaron las alas. Derramaron su miel 
y tuve las dulzuras de un panal en la piel. 
 
No riáis. Las cuatro alas de abeja no se ven. 
Más las siento en la boca. Las alas no se ven, 
más a veces, ¡prodigio!, vibran hasta en mi sien. 
 
Y más adentro aún. Las dulces alas vibran 
hasta en mi corazón. Las dulces alas vibran 
y a mi alma de toda angustia y pena libran. 
 
Más si un día dejaran de aletear y zumbar... 
si se hicieran ceniza... Si cesara el zumbar 
de las alas que hiciste en mis labios brotar... 
 
¡Qué tristeza de muerte! ¡Qué alas negras de queja 
brotarían entonces! ¡Qué alas negras de queja 
en lugar de las alas transparentes de abeja! 
  
  
  
LAS LENGUAS DE DIAMANTE 
 
Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre, 
vagamos taciturnos en un éxtasis vago, 
como sombras delgadas que se deslizan sobre 
las arenas de bronce de la orilla del lago. 
 
Silencio en nuestros labios una rosa ha florido. 
¡OH, si a mi amante vencen tentaciones de hablar!, 
la corola, deshecha, como un pájaro herido, 
caerá, rompiendo el suave misterio sublunar. 
 
¡OH dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte 
que tengáis en las manos, su acento sofocad! 
¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte 
para formar la venda de su boca, rasgad! 
 
Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable. 
Sobre el silencio éste, ¡qué ofensa la palabra! 
¡OH lengua de ceniza! ¡OH lengua miserable, 
no intentes que ahora el sello de mis labios te abra! 
 
¡Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes, 
con los ojos gimamos, con los ojos hablemos. 
Serán nuestras pupilas dos lenguas de diamantes 
movidas por la magia de diálogos supremos. 
  
  
  
LO QUE SOY PARA TI 
 
            CIERVA, 
que come en tus manos la olorosa hierba. 
 
            CAN 
que sigue tus pasos doquiera que van. 
 
            ESTRELLA 
para ti doblada de sol y centella. 
            FUENTE 
que a tus pies ondula como una serpiente. 
 
            FLOR 
que para ti solo da mieles y olor. 
 
Todo eso yo soy para ti, 
mi alma en todas sus formas te di. 
Cierva y can, astro y flor, 
agua viva que glisa a tus pies, 
            Mi alma es 
            para ti, 
            Amor. 
  
  
  
MELANCOLÍA 
 
La sutil hilandera teje su encaje oscuro 
con ansiedad extraña, con paciencia amorosa. 
¡Qué prodigio si fuera hecho de lino puro 
y fuera, en vez de negra la araña, color rosa! 
 
En un rincón del huerto aromoso y sombrío 
la velluda hilandera teje su tela leve. 
En ella sus diamantes suspenderá el rocío 
y la amarán la luna, el alba, el sol, la nieve. 
 
Amiga araña: hilo cual tú mi velo de oro 
y en medio del silencio mis joyas elaboro. 
Nos une, pues, la angustia de un idéntico afán. 
 
Más pagan tu desvelo la luna y el rocío. 
¡Dios sabe, amiga araña, qué hallaré por el mío! 
¡Dios sabe, amiga araña, qué premio me darán! 
  
  
  
MILLONARIOS 
Tómame de la mano. Vámonos a la lluvia 
descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas, 
con el cabello al viento y el cuerpo a la caricia 
oblicua, refrescante y menuda, del agua. 
¡Que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes 
y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia, 
vamos a ser felices con el gozo sencillo 
de un casal de gorriones que en la vía se arrulla. 
Más allá están los campos y el camino de acacias 
y la quinta suntuosa de aquel pobre señor 
millonario y obeso, que con todos sus oros, 
No podría comprarnos ni un gramo del tesoro 
inefable y supremo que nos ha dado Dios: 
ser flexibles, ser jóvenes, estar llenos de amor. 
  
  
  
NOCHE DE LLUVIA 
Llueve... Espera, no duermas, 
estate atento a lo que dice el viento 
y a lo que dice el agua que golpea 
con sus dedos menudos en los vidrios. 
¡Cómo estará de alegre el trigo ondeante! 
¡Con qué avidez se esponjará la hierba! 
¡Cuántos diamantes colgarán ahora 
del ramaje profundo de los pinos! 
Espera, no te duermas. Escuchemos 
el ritmo de la lluvia. 
Apoya entre mis senos 
tu frente taciturna. 
Yo sentiré el latir de tus dos sienes 
palpitantes y tibias, 
como si fueran dos martillos vivos 
que golpearan mi carne. 
Espera, no te duermas. Esta noche 
somos los dos un mundo, 
aislado por el viento y por la lluvia 
entre la cuenca tibia de una alcoba. 
Espera, no te duermas. Esta noche  
somos acaso la raíz suprema 
de donde debe germinar mañana 
el tronco bello de una raza nueva. 
  
  
  
PANTEÍSMO 
Siento un acre placer en tenderme en la tierra, 
bajo el sol matutino tibia como una cama. 
Bajo mi cuerpo, ¡cuánta vida mi vientre encierra! 
¡Quién sabe qué diamante esconde aquí su llama! 
¡Quién sabe qué tesoro, dentro de una mirada, 
surgirá de este mismo lugar donde reposo, 
si será el oro vivo de una era sembrada, 
o la viva esmeralda de algún árbol frondoso! 
¡Quién sabe qué estupenda y dorada simiente 
ha de brotar ahora bajo mi cuerpo ardiente! 
Futuro pebetero que esparcirá a los vientos, 
en las noches de estío, claras y rumorosas, 
el calor de mi carne hecho aroma de rosas, 
fragancia de azucenas, y olor de pensamientos. 
  
  
  
RAÍZ SALVAJE 
 
Me ha quedado clavada en los ojos 
la visión de ese carro de trigo 
que cruzó rechinante y pesado 
sembrando de espigas el recto camino. 
 
¡No pretendas ahora que ría! 
¡Tu no sabes en qué hondos recuerdos 
estoy abstraída! 
 
Desde el fondo del alma me sube 
un sabor de pitanga a los labios. 
Tiene aún mi epidermis morena 
no sé que fragancias de trigo emparvado. 
 
¡Ay, quisiera llevarte conmigo 
a dormir una noche en el campo 
y en tus brazos pasar hasta el día 
bajo el techo alocado de un árbol! 
 
Soy la misma muchacha salvaje 
que hace años trajiste a tu lado. 
 
  
  
  
REBELDE 
 
Caronte: yo seré un escándalo en tu barca. 
Mientras las otras sombras recen, giman o lloren, 
y bajo tus miradas de siniestro patriarca 
las tímidas y tristes, en bajo acento, oren, 
 
Yo iré como una alondra cantando por el río 
y llevaré a tu barca mi perfume salvaje, 
e irradiaré en las ondas del arroyo sombrío 
como una azul linterna que alumbrara en el viaje. 
 
Por más que tú no quieras, por más guiños siniestros 
que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros, 
Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo. 
 
Y extenuada de sombra, de valor y de frío, 
cuando quieras dejarme a la orilla del río 
me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo. 
  
  
  
REGRESO 
 
¿En qué silente cinturón de espuma 
se oculta ahora la promesa yerta? 
¿Tras de qué muro o entornada puerta 
gime mi mundo? 
 
¿Qué hora, qué mañana entre tumultos 
de sol y risa, ya de cara al gozo, 
me traerá su jazmín más primoroso 
con la sortija mágica del rumbo? 
 
Se quemó mi laurel entre la fiebre, 
la palma fiel perdió su airón de fuego. 
Ya sólo soy raíz, rígido ruego, 
vástago de espiral lenta y endeble. 
 
Pero yo me he de alzar del pudridero, 
volveré a mi esplendor de carne y canto, 
blanca y bruñida por mi propio llanto, 
viva, de nuevo. 
 
 
  
  
RECONQUISTA 
 
No sé de donde regresó el anhelo 
De volver a cantar como en el tiempo 
en que tenía entre mi puño el cielo 
Y con una perla azul el pensamiento. 
 
De una enlutada nube, la centella, 
Súbito pez, hendió la noche cálida 
Y en mí se abrió de nuevo la crisálida 
Del verso alado y su bruñida estrella. 
 
Ahora ya es el hino centelleante 
Que alza hasta Dios la ofrenda poderosa 
De su bruñida lanza de diamante. 
 
Unidad de la luz sobre la rosa. 
Y otra vez la conquista alucinante 
De la eterna poesía victoriosa. 
 
  
  
  
SALVAJE 
Bebo el agua limpia y clara del arroyo 
y vago por los campos teniendo por apoyo 
un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido 
que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido. 
 
Así paso los días, morena y descuidada, 
sobre la suave alfombra de la grama aromada. 
Comiendo de la carne jugosa de las fresas 
o en busca de fragantes racimos de frambuesas. 
 
Mi cuerpo está impregnado del aroma ardoroso 
de los pastos maduros. Mi cabello sombroso 
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno, 
a savia, a hierbabuena y a flores de centeno. 
 
¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena, 
cual si fuera la diosa del trigo y de la avena! 
¡Soy casta como Diana 
y huelo a hierba clara nacida en la mañana! 
  
  
  
¿SUEÑO? 
 
¡Beso que ha mordido mi carne y mi boca 
con su mordedura que hasta el alma toca! 
¡Beso que me sorbe lentamente vida 
como una incurable y ardorosa herida! 
 
¡Fuego que me quema sin mostrar la llama 
y que a todas horas por más fuego clama! 
¿Fue una boca bruja o un labio hechizado 
el que con su beso mi alma ha llagado? 
 
¿Fue un sueño o vigilia que hasta mí llegó 
el que entre sus labios mi alma estrujó? 
Calzaré sandalias de bronce e iré 
 
a donde esté el mago que cura me dé. 
¡Secadme esta llaga, vendadme esta herida 
que por ella en fuga se me va la vida! 
  
  
  
SUPREMO TRIUNFO 
Estoy ahora impregnada toda yo de dulzura. 
Desde que me besaste, toda yo soy amor. 
Y en la vida y la muerte, en lecho y sepultura, 
ya no seré otra cosa que amor, amor, amor.... 
En la carne y el alma, en la sombra y los huesos, 
ya no tendré más nunca otro olor y sabor, 
que el sabor y el perfume que he absorbido a tus besos; 
me has dado una fragancia, tersa y viva, de flor. 
Hasta el último átomo de mi piel es aroma, 
¡OH mortal podredumbre, te he vencido talvez! 
Eres mi hermano , ¡OH lirio! Eres mi hermana ¡OH poma! 
Desde que él me besara, rosa mi cuerpo es. 
  
  
  
TE DOY MI ALMA 
 
Te doy mi alma desnuda, 
como estatua a la cual ningún cendal escuda. 
 
Desnuda como el puro impudor 
de un fruto, de una estrella o una flor; 
 
de todas esas cosas que tienen la infinita 
serenidad de Eva antes de ser maldita. 
 
De todas esas cosas, 
frutos, astros y rosas. 
 
Que no sienten vergüenza del sexo sin celajes 
y a quienes nadie osara fabricarles ropajes. 
 
¡Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena 
que tuviera una intensa blancura de azucena! 
 
¡Desnuda, y toda abierta de par en par 
por el ansia de amar! 
  
  
  
«TOILETTE» SUPREMA 
 
Bajo el encanto sombrío 
de la tarde de tormenta 
hay trazos de luz violenta 
en la amatista del río. 
Y siento la tentación 
de hundir mi cuerpo en la oscura 
agua quieta que fulgura 
bajo el cielo de crespón. 
 
Intensa coquetería 
del contraste con la onda 
que hará mi carne más blonda 
entre su gasa sombría. 
Rara y divina «toalet« 
que en la penumbra amatista 
dará una gracia imprevista 
a mi cuerpo rosa-té. 
 
Ninguna tela más bella 
En su pliegue ha de envolverme. 
¡Nunca tornarás a verme 
Con tal blancura de estrella! 
Jamás caprichoso azar 
ha dado, a ninguna amante, 
un lecho más fulgurante 
bajo el amado mirar. 
 
Deja que el río me vista 
con sus largos pliegues lilas, 
y guarda en tus dos pupilas, 
junto al fondo de amatista, 
la visión loca y suprema 
de mi cuerpo embellecido 
por el oscuro vestido 
y la sombría diadema. 
  
  
  
VIDA ALDEANA 
 
Iremos por los campos, de la mano, 
a través de los bosques y los trigos, 
entre rebaños cándidos y amigos, 
sobre la verde placidez del llano, 
 
para comer el fruto dulce y sano 
de las rústicas vides y los higos 
que coronan las tunas. Como amigos 
partiremos el pan, la leche, el grano. 
 
Y en las mágicas noches estrelladas, 
bajo la calma azul, entrelazadas 
las manos, y los labios temblorosos, 
 
renovaremos nuestro muerto idilio, 
y será como un verso de Virgilio 
vivido ante los astros luminosos. 
   
"...Y es ella dulce y rosa y muerde y besa; 
y es una boca rosa, fresa; 
y Amor no ha visto boca como esa 
Poeta nicaragüense nacido en Metapa, hoy Ciudad Darío, en 1867. 
Fue, sin duda alguna, uno de los poetas hispanoamericanos que más decididamente cambió el rumbo de las letras hispánicas.  
Publicó sus primeros versos a los once años, y a finales del siglo XIX, ya consagrado, publicó "Azul", obra con la que se inició  «oficialmente» el Modernismo Hispanoamericano. 
Al final de su vida se hundió en un ambiente bohemio, muriendo olvidado por todos en 1916.© 
  
A Francisca 
 
A Margarita  Debayle   
Abrojos 
 
Amo, amas 
 
Balada en honor de las musas de carne y hueso     
Bota, bota, bella niña... 
 
Carne, celeste carne de mujer 
¿Cómo decía usted, amigo mío? 
 
Cuando cantó la culebra...   
Cuando llegues a amar...  
De invierno 
 
Divina psiquis, dulce mariposa invisible    
En el kiosco bien oliente...     
 
Era un aire suave 
Franca, cristalina...  
Francisca, sé suave...         
  
Ite, missa est 
 
La bailarina de los pies desnudos 
 
La cabeza del Rawí     
Leda    
Margarita 
 
Metempsicosis 
 
Mía  
 
Nocturno 
¡Oh mi adorada niña! 
 
Palabras a la satiresa     
Primaveral 
 
Que el amor no admite cuerdas reflexiones    
¿Que por que así? No es muy dulce...    
 
Sobre el diván 
 
Sonatina 
 
Tú eres mío, tú eras mía             
 
Venus 
 
Voy a confiarte, amada   
 
Yo persigo una forma... 
 
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A FRANCISCA 
Ajena al dolo y al sentir artero, 
llena de la ilusión que da la fe, 
lazarillo de Dios en mi sendero, 
Francisca Sánchez, acompáñame... 
 
En mi pensar de duelo y de martirio 
casi inconsciente me pusiste miel, 
multiplicaste pétalos de lirio 
y refrescaste la hoja de laurel. 
 
Ser cuidadosa del dolor supiste 
y elevarte al amor sin comprender; 
enciendes luz en las horas del triste, 
pones pasión donde no puede haber. 
 
Seguramente Dios te ha conducido 
para regar el árbol de mi fe, 
hacia la fuente de noche y de olvido, 
Francisca Sánchez, acompáñame... 
  
  
  
A MARGARITA DEBAYLE 
 
Margarita, está linda la mar, 
y el viento 
lleva esencia sutil de azahar; 
yo siento 
en el alma una alondra cantar: 
tu acento. 
Margarita, te voy a contar 
un cuento. 
 
Éste era un rey que tenía 
un palacio de diamantes, 
una tienda hecha del día 
y un rebaño de elefantes. 
 
Un kiosco de malaquita, 
un gran manto de tisú, 
y una gentil princesita, 
tan bonita, 
Margarita, 
tan bonita como tú. 
 
Una tarde la princesa 
vio una estrella aparecer; 
la princesa era traviesa 
y la quiso ir a coger. 
 
La quería para hacerla 
decorar un prendedor, 
con un verso y una perla, 
y una pluma y una flor. 
 
Las princesas primorosas 
se parecen mucho a ti: 
cortan lirios, cortan rosas, 
cortan astros. Son así. 
 
Pues se fue la niña bella, 
bajo el cielo y sobre el mar, 
a cortar la blanca estrella 
que la hacía suspirar. 
 
Y siguió camino arriba, 
por la luna y más allá; 
mas lo malo es que ella iba 
sin permiso del papá. 
 
Cuando estuvo ya de vuelta 
de los parques del Señor, 
se miraba toda envuelta 
en un dulce resplandor. 
 
Y el rey dijo: « ¿Qué te has hecho? 
Te he buscado y no te hallé; 
y ¿qué tienes en el pecho, 
que encendido se te ve?» 
 
La princesa no mentía. 
Y así, dijo la verdad: 
«Fui a cortar la estrella mía 
a la azul inmensidad.» 
 
Y el rey clama: « ¿No te he dicho 
que el azul no hay que tocar? 
¡Qué locura! ¡Qué capricho! 
El Señor se va a enojar.» 
 
Y dice ella: «No hubo intento; 
yo me fui no sé por qué; 
por las olas y en el viento 
fui a la estrella y la corté.» 
 
Y el papá dice enojado: 
«Un castigo has de tener: 
vuelve al cielo, y lo robado 
vas ahora a devolver.» 
 
La princesa se entristece 
por su dulce flor de luz, 
cuando entonces aparece 
sonriendo el Buen Jesús. 
 
Y así dice: «En mis campiñas 
esa rosa le ofrecí: 
son mis flores de las niñas 
que al soñar piensan en mí.» 
 
Viste el rey ropas brillantes, 
y luego hace desfilar 
cuatrocientos elefantes 
a la orilla de la mar. 
 
La princesita está bella, 
pues ya tiene el prendedor 
en que lucen, con la estrella, 
verso, perla, pluma y flor. 
 
Margarita, está linda la mar, 
y el viento 
lleva esencia sutil de azahar: 
tu aliento. 
 
Ya que lejos de mí vas a estar, 
guarda, niña, un gentil pensamiento 
al que un día te quiso contar 
un cuento.  
 
  
  
  
ABROJOS 
 
Lloraba en mis brazos vestida de negro, 
se oía el latido de su corazón, 
cubríale el cuello los rizos castaños 
y toda temblaba de miedo y de amor. 
¿Quién tuvo la culpa? La noche callada. 
Ya iba a despedirme. Cuando dije "¡Adiós!", 
Ella, sollozando, se abrazó a mi pecho 
bajo aquel ramaje del almendro en flor. 
Velaron las nubes la pida luna... 
Después, tristemente lloramos los dos. 
* * * 
 
¿Qué lloras? Lo comprendo. 
Todo concluido está. 
Pero no quiero verte, 
alma mía, llorar. 
Nuestro amor, siempre, siempre... 
Nuestras bodas... jamás. 
¿Quién es ese bandido 
que se vino a robar 
tu corona florida 
y tu velo nupcial? 
Mas no, no me lo digas, 
no lo quiero escuchar. 
Tu nombre es Inocencia 
y el de él es Satanás. 
Un abismo a tus plantas, 
una mano procaz 
que te empuja; tú ruedas, 
y mientras tanto, va 
el ángel de tu guarda 
triste y solo a llorar. 
Pero ¿por qué derramas 
tantas lágrimas?... ¡Ah! 
Sí, todo lo comprendo... 
No, no me digas más. 
 
  
  
  
AMO, AMAS 
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo 
el ser y con la tierra y con el cielo, 
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo; 
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo. 
Y cuando la montaña de la vida 
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos, 
amar la inmensidad que es de amor encendida 
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos! 
  
  
  
BALADA EN HONOR DE LAS MUSAS DE CARNE Y HUESO 
A Gregorio Martínez Sierra 
Nada mejor para cantar la vida, 
y aún para dar sonrisas a la muerte, 
que la áurea copa en donde Venus vierte 
la esencia azul de su viña encendida. 
Por respirar los perfumes de Armida 
y por sorber el vino de su beso, 
vino de ardor, de beso, de embeleso, 
fuérase al cielo en la bestia de Orlando, 
¡voz de oro y miel para decir cantando: 
la mejor musa es la de carne y hueso!  
Cabellos largos en la buhardilla, 
noches de insomnio al blancor del invierno, 
pan de dolor con la sal de lo eterno 
y ojos de ardor en que Juvencio brilla; 
el tiempo en vano mueve su cuchilla, 
el hilo de oro permanece ileso; 
visión de gloria para el libro impreso 
que en sueños va como una mariposa 
y una esperanza en la boca de rosa. 
¡La mejor musa es la de carne y hueso!  
Regio automóvil, regia cetrería, 
borla y mucera, heráldica fortuna, 
nada son como a la luz de la luna 
una mujer hecha una melodía. 
Barca de amar busca la fantasía, 
no el yacht de Alfonso o la barca de Creso. 
Da al cuerpo llama y fortifica el seso 
ese archivado y vital paraíso; 
pasad de largo, Abelardo y Narciso. 
¡La mejor musa es la de carne y hueso!  
Clío está en esta frente hecha de Aurora, 
Euterpe canta en esta lengua fina, 
Talía ríe en la boca divina, 
Melpómene es ese gesto que implora; 
en estos pies Terpsícore se adora, 
cuello inclinado es de Erato embeleso, 
Polimnia intenta a Calíope proceso 
por esos ojos en que Amor se quema. 
Urania rige todo ese sistema. 
¡La mejor musa es la de carne y hueso!  
No protestéis con celo protestante, 
contra el panal de rosas y claveles 
en que Tiziano moja sus pinceles 
y gusta el cielo de Beatrice el Dante. 
Por eso existe el verso de diamante, 
por eso el iris tiendes y por eso 
humano genio es celeste progreso. 
Líricos cantan y meditan sabios: 
por esos pechos y por esos labios. 
¡La mejor musa es la de carne y hueso!  
ENVÍO: 1.907 
Gregorio: nada al cantor determina 
como el gentil estímulo del beso. 
Gloria al sabor de la boca divina. 
¡La mejor musa es la de carne y hueso!  
 
 
  
  
BOTA, BOTA, BELLA NIÑA... 
 
Bota, bota, bella niña, 
ese precioso collar 
en que brillan los diamantes 
como el líquido cristal 
de las perlas del rocío matinal. 
Del bolsillo de aquel sátiro 
salió el oro y salió el mal. 
Bota, bota esa serpiente 
que te quiere estrangular 
enrollada en tu garganta 
hecha de nieve y coral. 
  
  
  
¡CARNE, CELESTE CARNE DE LA MUJER! 
¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla 
-dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡OH maravilla!, 
la vida se soporta, 
tan doliente y tan corta, 
solamente por eso: 
roce, mordisco o beso 
en ese pan divino 
para el cual nuestra sangre es nuestro vino. 
En ella está la lira, 
en ella está la rosa, 
en ella está la ciencia armoniosa, 
en ella se respira 
el perfume vital de toda cosa. 
Eva y Cipris concentran el misterio 
del corazón del mundo. 
Cuando el áureo Pegaso 
en la victoria matinal se lanza 
con el mágico ritmo de su paso 
hacia la vida y hacia la esperanza, 
si alza la crin y las narices hincha 
y sobre las montañas pone el casco sonoro 
y hacia la mar relincha, 
y el espacio se llena 
de un gran temblor de oro, 
es que ha visto desnuda a Anadiomena. 
Gloria, ¡OH Potente a quien las sombras temen! 
¡Que las más blancas tórtolas te inmolen, 
pues por ti la floresta está en el polen 
y el pensamiento en el sagrado semen! 
Gloria, ¡OH sublime, que eres la existencia 
por quien siempre hay futuros en el útero eterno! 
¡Tu boca sabe al fruto del árbol de la Ciencia 
y al torcer tus cabellos apagaste el infierno! 
Inútil es el grito de la legión cobarde 
del interés, inútil el progreso 
«yankee», si te desdeña. 
Si el progreso es de fuego, por ti arde. 
¡Toda lucha del hombre va a tu beso, 
por ti se combate o se sueña! 
Pues en ti existe primavera para el triste, 
labor gozosa para el fuerte, 
néctar, Ánfora, dulzura amable. 
¡Porque en ti existe 
el placer de vivir hasta la muerte 
ante la eternidad de lo probable…! 
  
  
  
 
 
¿CÓMO DECÍA USTED, AMIGO MÍO? 
 
¿Cómo decía usted, amigo mío? 
¿Qué el amor es un río? No es extraño. 
Es ciertamente un río 
que, uniéndose al confluente del desvío, 
va a perderse en el mar del desengaño. 
  
  
  
CUANDO CANTÓ LA CULEBRA... 
 
Cuando cantó la culebra, 
cuando trinó el gavilán, 
cuando gimieron las flores, 
y una estrella lanzó un ¡ay!; 
cuando el diamante echó chispas 
y brotó sangre el coral, 
y fueron dos esterlinas 
los ojos de Satanás, 
entonces la pobre niña 
perdió su virginidad. 
  
  
  
CUANDO LLEGUES A AMAR... 
 
Cuando llegues a amar, si no has amado,  
sabrás que en este mundo  
es el dolor más grande y más profundo  
ser a un tiempo feliz y desgraciado.  
Corolario: el amor es un abismo  
de luz y sombra, poesía y prosa,  
y en donde se hace la más cara cosa  
que es reír y llorar a un tiempo mismo.  
 
Lo peor, lo más terrible,  
es que vivir sin él es imposible.  
  
  
  
DE INVIERNO 
 
En invernales horas, mirad a Carolina. 
Medio apelotonada, descansa en el sillón, 
envuelta con su abrigo de marta cibelina 
y no lejos del fuego que brilla en el salón. 
 
El fino angora blanco junto a ella se reclina, 
rozando con su pico la falda de Alenzón, 
no lejos de las jarras de porcelana china 
que medio oculta un biombo de seda del Japón. 
 
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño; 
entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris; 
voy a besar su rostro rosado y halagüeño 
 
como una rosa roja que fuera flor de lis; 
abre los ojos; mírame con su mirar risueño 
y en tanto cae la nieve del cielo de París. 
  
  
  
 
  
DIVINA PSIQUIS, DULCE MARIPOSA INVISIBLE 
¡Divina Psiquis, dulce mariposa invisible 
que desde los abismos has venido a ser todo 
lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible 
forma la chispa sacra de la estatua de lodo! 
Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra 
y prisionera vives en mí de extraño deseo; 
te reducen a esclava mis sentidos en guerra 
y apenas vagas libre por el jardín del sueño. 
Sabia de la Lujuria que sabe antiguas ciencias, 
te sacudes a veces entre imposibles muros, 
y más allá de todas la vulgares conciencias 
exploras los recodos más terribles y obscuros. 
Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres 
bajo la viña en donde nace el vino del Diablo. 
Te posas en los senos, te posas en los vientres 
que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo. 
A Juan virgen y a Pablo militar y violento, 
a Juan que nunca supo del supremo contacto; 
a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento, 
y a Juan ante quien Hugo se queda estupefacto. 
Entre la catedral y las ruinas paganas 
vuelas, ¡OH Psiquis, OH alma mía! 
-como decía 
aquel celeste Edgardo, 
que entró en el paraíso entre un son de campanas 
y un perfume de nardo-, 
entre la catedral  
y las paganas ruinas  
repartes tus dos alas de cristal, 
tus dos alas divinas. 
Y de la flor 
que el ruiseñor 
canta en su griego antiguo, de la rosa, 
vuelas, ¡OH, Mariposa!, 
a posarte en un clavo de nuestro Señor. 
  
  
  
EN EL KIOSCO BIEN OLIENTE... 
En el kiosco bien oliente 
besé tanto a mi odalisca  
en los ojos, en la frente, 
y en la boca y las mejillas, 
que los besos que la he dado 
devolverme no podría 
ni con todos los que guarda 
la avarienta de la niña 
en el fino y bello estuche 
de su boca purpurina. 
  
  
  
ERA UN AIRE SUAVE DE PAUSADOS GIROS... 
 
Era un aire suave de pausados giros; 
el hada Harmonía, ritmaba sus vuelos, 
e iban frases vagas y tenues suspiros 
entre los sollozos y los violoncelos. 
 
Sobre la terraza, junto a los ramajes, 
diríase un trémolo de liras eolias, 
cuando acariciaban los sedosos trajes 
sobre el talle erguidas, las blancas magnolias. 
 
La marquesa Eulalia, risas y desvíos 
daba a un tiempo mismo para dos rivales: 
el vizconde rubio de los desafíos 
y el abate joven de los madrigales. 
 
Cerca, coronado por hojas de viña, 
reía en su máscara Término barbudo, 
y como un efebo que fuese una niña 
mostraba una Diana su mármol desnudo. 
 
Y bajo un boscaje del amor palestra, 
sobre un rico zócalo al modo de Jonia, 
con un candelabro prendido en la diestra 
volaba el Mercurio de Juan de Bolonia. 
 
La orquesta perlaba sus mágicas notas; 
un coro de sones alados se oía; 
galantes pavanas, fugaces gavotas, 
cantaban los dulces violines de Hungría. 
 
Al oír las quejas de sus caballeros, 
ríe, ríe, ríe la divina Eulalia, 
pues son su tesoro las flechas de Eros, 
el cinto de Cipria, la rueca de Onfálica. 
 
¡Ay de quien sus mieles y frases recoja! 
¡Ay de quien del canto de su amor se fíe! 
Con sus ojos lindos y su boca roja, 
la divina Eulalia, ríe, ríe, ríe. 
 
Tiene azules ojos, es maligna y bella; 
cuando mira, vierte viva luz extraña; 
se asoma a sus húmedas pupilas de estrella 
el alma del rubio cristal de Champaña. 
Es noche de fiesta y el baile de trajes 
ostenta su gloria de triunfos mundanos. 
La divina Eulalia, vestida de encaje, 
una flor destroza con sus blancas manos. 
 
El teclado armónico de su risa fina 
a la alegre música de un pájaro iguala. 
Con los staccati de una bailarina 
v las locas fugas de una colegiala. 
 
¡Amoroso pájaro que trinos exhala 
bajo el ala a veces ocultando el pico!. 
¡Que desdenes rudos lanza bajo el ala, 
bajo el ala aleve del leve abanico! 
 
Cuando a media noche sus notas arranque 
y en arpegios áureos gima Filomela, 
y el ebúrneo cisne, sobre el quieto estanque, 
como blanca góndola imprima su estela, 
La marquesa alegre llegará al boscaje, 
boscaje que cubre la amable glorieta 
donde han de estrecharla los brazos de un paje 
que siendo su paje será su poeta. 
 
Al compás de un canto de artista de Italia 
que en la brisa errante la orquesta deslíe, 
junto a los rivales, la divina Eulalia, 
la divina Eulalia, ríe, ríe, ríe. 
 
¿Fue acaso en el tiempo del rey Luis de Francia, 
sol con corte de astros en campos de azur, 
cuando los alcázares llenaron de fragancia 
la regia y pomposa rosa Pompadour? 
¿Fue cuando la bella su falda cogía, 
con dedos de ninfa, bailando el minué, 
y de los compases el ritmo seguía, 
sobre el tacón rojo lindo y leve el pie? 
 
¿O cuando pastoras de floridos valles 
ornaban con cintas sus albos corderos 
y oían, divinas Tarsis de Versalles, 
las declaraciones de sus caballeros? 
 
¿Fue en ese buen tiempo de duques pastores, 
de amantes princesas y tiernos galanes, 
cuando entre sonrisas y perlas y flores 
iban las casacas de los chambelanes? 
 
¿Fue acaso en el norte o en el mediodía? 
Yo el tiempo y el día y el país ignoro; 
pero sé que Eulalia ríe todavía 
¡y es cruel y eterna su risa de oro! 
  
  
  
FRANCA, CRISTALINA... 
 
¡Franca, cristalina, 
alma sororal, 
entre la neblina 
de mi dolor y de mi mal! 
Alma pura, 
alma franca, 
alma obscura 
y tan blanca... 
Sé conmigo 
un amigo, 
sé lo que debes ser, 
lo que Dios te propuso, 
la ternura y el huso, 
con el grano de trigo 
y la copa de vino, 
y el arrullo sincero 
y el trino, 
a la hora y a tiempo. 
¡A la hora del alba y de la tarde, 
al despertar y del soñar y el beso! 
 
Alma sororal y obscura, 
con tus cantos de España, 
que te juntas a mi vida 
rara, 
y a mi soñar difuso, 
y a mi soberbia lira, 
con tu rueca y tu huso, 
ante mi bella mentira, 
ante Verlaine y Hugo, 
¡tú que vienes 
de campos remotos y ocultos! 
  
  
  
FRANCISCA, SÉ SUAVE... 
 
Francisca, sé suave, 
es tu dulce deber; 
sé para mí un ave 
que fuera una mujer. 
 
Francisca, sé una flor 
y mi vida perfuma, 
hecha toda de amor 
y de dolor y espuma. 
 
Francisca, sé un ungüento 
como mi pensamiento; 
Francisca, sé una flor 
cual mi sutil amor; 
Francisca, sé mujer, 
como se debe ser... 
 
Saber amar y sentir 
y admirar como rezar... 
y la ciencia del vivir 
y la virtud de esperar. 
  
  
  
ITE, MISSA EST 
A Reynaldo de Rafael 
 
Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa, 
virgen como la nieve y honda como la mar; 
su espíritu es la hostia de mi amorosa misa, 
y alzo al son de una dulce lira crepuscular. 
Ojos de evocadora, gesto de profetisa, 
en ella hay la sagrada frecuencia del altar; 
su risa es la sonrisa suave de Mona Lisa, 
sus labios son los únicos labios para besar. 
 
Y he de besarla un día con rojo beso ardiente; 
apoyada en mi brazo como convaleciente, 
me mirará asombrada con íntimo pavor; 
l 
a enamorada esfinge quedará estupefacta, 
apagaré la llama de la vestal intacta, 
¡y la faunesca antigua me rugirá de amor! 
  
  
  
LA BAILARINA DE LOS PIES DESNUDOS  
 
Iba, en un paso rítmico y felino 
a avances dulces, ágiles o rudos, 
con algo de animal y de divino 
la bailarina de los pies desnudos. 
Su falda era la falda de las rosas, 
en sus pechos había dos escudos… 
Constelada de casos y de cosas… 
La bailarina de los pies desnudos. 
Bajaban mil deleites de los senos 
hacia la perla hundida del ombligo, 
e iniciaban propósitos obscenos 
azúcares de fresa y miel de higo. 
A un lado de la silla gestatoria 
estaban mis bufones y mis mudos… 
¡Y era toda Selene y Anactoria 
la bailarina de los pies desnudos! 
  
  
  
LA CABEZA DEL RAWÍ 
 
I 
¿Cuentos quieres, niña bella? 
Tengo mucho que contar: 
de una sirena del mar, 
de un ruiseñor y una estrella, 
de una cándida doncella 
que robó un encantador, 
de un gallardo trovador 
y de una odalisca mora, 
con sus perlas de Basora 
y sus chales de Labor. 
II 
Cuentos dulces, cuentos bravos, 
de damas y caballeros, 
de cantores y guerreros, 
de señores y de esclavos; 
de bosques escandinavos 
y alcázares de cristal; 
cuentos de dicha inmortal, 
divinos cuentos de amores 
que reviste de colores 
la fantasía oriental. 
III 
Dime tú ¿de cuáles quieres? 
Dicen gentes muy formales 
que los cuentos orientales 
les gustan a las mujeres; 
así, pues, si ésos prefieres 
verás colmado tu afán, 
pues sé un cuento musulmán 
que sobre un amante versa, 
y me lo ha contado un persa 
que ha venido de Ispahán. 
IV 
Enfermo del corazón 
un gran monarca de Oriente, 
congregó inmediatamente 
los sabios de su nación; 
cada cual dio su opinión, 
y sin hallar la verdad 
en medio de su ansiedad, 
acordaron en consejo 
llamar con presura a un viejo 
astrólogo de Bagdad. 
V 
Emprendió viaje el anciano; 
llegó, miró las estrellas; 
supo conocer en ellas 
la cuita del soberano; 
y adivinando el arcano 
como viejo sabedor, 
entre el inmenso estupor 
de la cortesana grey, 
le dijo al monarca: «! OH Rey! 
Te estás muriendo de amor.» 
VI 
Luego, el altivo monarca, 
con órdenes imperiosas 
llama a todas las hermosas 
mujeres de la comarca 
que su poderío abarca; 
y ante el viejo de Bagdad, 
escoge su voluntad 
de tanta hermosura en medio, 
la que deba ser remedio 
que cure su enfermedad. 
VII 
Allí ojos negros y vivos; 
bocas de morir al verlas, 
con unos hilos de perlas 
en rojo coral cautivos; 
allí rostros expresivos, 
allí como una áurea lluvia 
una cabellera rubia; 
allí el ardor y la gracia, 
y las siervas de Circasia 
con las esclavas de Nubia. 
VIII 
Unas bellas adornadas 
con diademas en las frentes, 
con riquísimas pendientes 
y valiosas arracadas; 
otras con telas preciadas 
cubriendo su morbidez; 
y otras de marmórea tez, 
bajas las frentes, y mudas, 
completamente desnudas  
en toda su esplendidez. 
IX 
En tan preciosa revista, 
ve el Rey una linda persa 
de ojos bellos y piel tersa, 
que al verle baja la vista; 
el alma del Rey conquista 
con su semblante la hermosa; 
y agitada y ruborosa 
tiembla llena de temor 
cuando el altivo Señor 
le dice: «Serás mi esposa.» 
X 
Así fue. La joven bella 
de tez blanca y negros ojos, 
colmó los reales antojos 
y el Rey se casó con ella. 
¿Feliz dirás, tal estrella, 
Emelina? No fue así: 
no es feliz la Reina allí 
la linda persa agraciada, 
porque ella está enamorada 
de Balzarad el Rawí. 
XI 
Balzarad tiene en verdad 
una guzla en la garganta, 
guzla dulcida que encanta 
cuando canta Balzarad; 
viole un día la beldad 
y oyó cantar al Rawí; 
de sus labios de rubí 
brotó un suspiró temblante... 
Y Balzarad fue el amante 
de la celestial hurí. 
XII 
Por eso es que triste se halla 
siendo del monarca esposa 
y el tiempo pasa quejosa 
en una interior batalla. 
Del Rey la cólera estalla 
y así le dice una vez: 
«Mujer llena de doblez: 
di si amas a otro, falaz.» 
Y entonces de ella en la faz 
surgió vaga palidez. 
XIII 
«Sí», le dijo, «es la verdad; 
de mi destino es la ley: 
yo no puedo amarte ¡OH Rey! 
porque adoro a Valsara.» 
El Rey, en la intensidad, 
de su ira, entonces, calló; 
mudo, la espalda volvió; 
mas se vía en su mirada 
del odio la llamarada, 
la venganza en que pensó. 
XIV 
Al otro día la hermosa 
de parte de él recibió 
una caja que la envió 
de filigrana preciosa; 
abriola presto curiosa 
y lanzó, fuera de sí, 
un grito; que estaba allí 
entre la caja guardada, 
lívida y ensangrentada 
la cabeza del Rawí. 
XV 
En medio de su locura 
y en lo horrible de su suerte, 
avariciosa de muerte 
ponzoñoso filtro apura. 
Fue el Rey donde la hermosura: 
y estaba allí la beldad 
fría y siniestra, en verdad; 
medio desnuda y ya muerta, 
besando la horrible y yerta 
cabeza de Balzarad. 
XVI 
El Rey se puso a pensar 
en lo que la pasión es; 
y poco tiempo después 
el Rey se volvió a enfermar. 
  
  
  
LEDA 
El cisne en la sombra parece de nieve; 
su pico es de ámbar, del alba al trasluz; 
el suave crepúsculo que pasa tan breve 
las cándidas alas sonrosa de luz. 
Y luego, en las ondas del lago azulado, 
después que la aurora perdió su arrebol, 
las alas tendidas y el cuello enarcado, 
el cisne es de plata, bañado de sol. 
Tal es, cuando esponja las plumas de seda, 
olímpico pájaro herido de amor, 
y viola en las linfas sonoras a Leda, 
buscando su pico los labios en flor. 
Suspira la bella desnuda y vencida, 
y en tanto que al aire sus quejas se van, 
del fondo verdoso de fronda tupida 
chispean turbados los ojos de Pan. 
 
  
  
MARGARITA 
In memoriam 
¿Recuerdas que querías ser una Margarita 
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está, 
cuando cenamos juntos, en la primera cita, 
en una noche alegre que nunca volverá 
 
Tus labios escarlatas de púrpura maldita 
sorbían el champaña del fino bacará; 
tus dedos deshojaban la blanca margarita: 
«Si... no...: si... no...» ¡y sabías que te adoraba ya! 
 
Después, ¡OH flor de Histeria!, llorabas y reías; 
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo; 
tus risas, tus fragancias, tus quejas eran mías. 
 
Y en una tarde triste de los más dulces días, 
la Muerte, la celosa, por ver si me querías, 
¡como a una margarita de amor te deshojó! 
  
  
  
METEMPSICOSIS 
Yo fui un soldado que durmió en el lecho 
de Cleopatra la reina. Su blancura 
y su mirada astral y omnipotente. 
     Eso fue todo. 
¡OH mirada! ¡OH blancura! y OH, aquel lecho 
en que estaba radiante la blancura! 
¡OH, la rosa marmórea omnipotente! 
     Eso fue todo. 
Y crujió su espinazo por mi brazo; 
y yo, liberto, hice olvidar a Antonio. 
(¡OH el lecho y la mirada y la blancura!) 
     Eso fue todo. 
Yo, Rufo Galo, fui soldado y sangre 
tuve de Galia, y la imperial becerra 
me dio un minuto audaz de su capricho. 
     Eso fue todo. 
¿Por qué en aquel espasmo las tenazas 
de mis dedos de bronce no apretaron 
el cuello de la blanca reina en broma? 
     Eso fue todo. 
Yo fui llevado a Egipto. La cadena 
tuve al pescuezo. Fui comido un día 
por los perros. Mi nombre, Rufo Galo. 
     Eso fue todo. 
  
  
  
  
MÍA 
Mía: así te llamas. 
¿Qué más armonía? 
Mía: luz del día; 
mía: rosas, llamas. 
¡Qué aroma derramas 
en el alma mía 
si sé que me amas! 
¡OH Mía! ¡OH Mía! 
Tu sexo fundiste 
con mi sexo fuerte, 
fundiendo dos bronces. 
Yo triste, tú triste… 
¿No has de ser entonces 
mía hasta la muerte? 
  
 
  
  
NOCTURNO 
 
Quiero expresar mi angustia en versos que abolida 
dirán mi juventud de rosas y de ensueños,  
y la desfloración amarga de mi vida 
por un vasto dolor y cuidados pequeños.  
 
Y el viaje a un vago Oriente por entrevistos barcos,  
y el grano de oraciones que floreció en blasfemias,  
y los azoramientos del cisne entre los charcos,  
y el falso azul nocturno de inquerida bohemia.  
 
Lejano clavicordio que en silencio y olvido 
no diste nunca al sueño la sublime sonata,  
huérfano esquife, árbol insigne, oscuro nido 
que suavizó la noche de dulzura de plata...  
 
Esperanza olorosa a hierbas frescas, trino 
del ruiseñor primaveral y matinal,  
azucena tronchada por un fatal destino,  
rebusca de la dicha, persecución del mal...  
 
El ánfora funesta del divino veneno 
que ha de hacer por la vida la tortura interior;  
la conciencia espantable de nuestro humano cieno 
y el horror de sentirse pasajero, el horror 
 
de ir a tientas, en intermitentes espantos,  
hacia lo inevitable desconocido, y la  
pesadilla brutal de este dormir de llantos 
¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará!  
  
  
  
¡OH MI ADORADA NIÑA! 
¡Oh mi adorada niña! 
Te diré la verdad: 
tus ojos me parecen 
brasas tras un cristal; 
tus rizos, negro luto, 
y tu boca sin par, 
la ensangrentada huella 
del filo de un puñal. 
  
  
  
PALABRAS DE LA SATIRESA 
Un día oí una risa bajo la fronda espesa, 
vi frotar de lo verde dos manzanas lozanas; 
erectos senos eran las lozanas manzanas 
del busto que bruñía de sol la Satiresa: 
Era un Satiresa de mis fiestas paganas, 
que hace brotar clavel o rosa cuando besa; 
y furiosa y riente y que abrasa y que mesa, 
con los labios manchados por las moras tempranas. 
"Tú que fuiste -me dijo- un antiguo argonauta, 
alma que el sol sonrosa y que la mar zafira, 
sabe que está el secreto de todo ritmo y pausa 
en unir carne y alma a la esfera que gira, 
y amando a Pan y Apolo en la lira y la flauta, 
ser en la flauta Pan, como Apolo en la lira". 
  
  
  
PRIMAVERAL 
 
Mes de rosas. Van mis rimas 
en ronda, a la vasta selva, 
a recoger miel y aromas 
en las flores entreabiertas. 
Amada, ven. El gran bosque 
es nuestro templo; allí ondea 
y flota un santo perfume 
de amor. El pájaro vuela 
de un árbol a otro y saluda 
tu frente rosada y bella 
como a un alba; y las encinas 
robustas, altas, soberbias, 
cuando tú pasas agitan 
de los himnos de esa lengua 
sus hojas verdes y trémulas, 
y enarcan sus ramas como 
para que pase una reina. 
¡Oh, amada míaI Es el dulce 
tiempo de la primavera. 
Mira en tus ojos los míos; 
da al viento la cabellera, 
y que bañe el sol ese aro 
de luz salvaje y espléndida. 
Dame que aprieten mis manos 
las tuyas de rosa y seda, 
y ría, y muestren tus labios 
su púrpura húmeda y fresca. 
Yo voy a decirte rimas, 
tú vas a escuchar risueña; 
si acaso algún ruiseñor 
viniese a posarse cerca 
y a contar alguna historia 
de ninfas, rosas y estrellas, 
tú no oirás notas ni trinos, 
sino, enamorada y regia, 
escucharás mis canciones 
fija en mis labios que tiemblan. 
¡Oh, ama mía! Es el dulce 
tiempo de la primavera. 
Allá hay una clara fuente 
que brota de una caverna, 
donde se bañan desnudas 
las blancas ninfas que juegan. 
Ríen al son de la espuma, 
hienden la linfa serena; 
entre polvo cristalino 
esponjan sus cabelleras; 
y saben himnos de amores 
en hermosa lengua griega, 
que en glorioso tiempo antiguo 
Pan inventó en las florestas. 
Amada, pondré en mis rimas 
la palabra más soberbia 
de la frase de los versos 
de los himnos de la lengua; 
y te diré esa palabra 
empapada en miel hiblea... 
¡Oh, amada mía! Es el dulce 
tiempo de la primavera. 
Van en sus grupos vibrantes 
revolando las abejas 
como un áureo torbellino 
que la blanca luz alegra; 
y sobre el agua sonora  
pasan radiantes, ligeras, 
con sus alas cristalinas 
las irisadas libélulas. 
Oye: canta la cigarra 
porque ama al sol, que en la selva 
su polvo de oro tamiza, 
entre las hojas espesas. 
Su aliento nos da en un soplo 
fecundo la madre tierra, 
con el alma de los cálices 
y el aroma de las yerbas. 
¿Ves aquel nido? Hay un ave. 
Son dos: el macho y la hembra. 
Ella tiene el buche blanco, 
él tiene las plumas negras. 
En la garganta el gorjeo, 
las alas blancas y trémulas; 
y los picos que se chocan 
como labios que se besan. 
El nido es cántico. El ave 
incuba el trino, ¡oh, poetas!, 
de la lira universal 
el ave pulsa una cuerda. 
Bendito el calor sagrado 
que hizo reventar las yemas. 
¡Oh, amada mía! Es el dulce 
tiempo de la primavera. 
Mi dulce musa Delicia 
me trajo un ánfora griega 
cincelada en alabastro, 
de vino de Naxos llena; 
y una hermosa copa de oro, 
la base henchida de perlas, 
para que bebiese el vino 
que es propicio a los poetas. 
En el ánfora está Diana, 
real, orgullosa, esbelta, 
con su desnudez divina 
y en actitud cinegética. 
Y en la copa luminosa 
está Venus Citerea 
tendida cerca de Adonis 
que sus caricias desdeña. 
No quiere el vino de Naxos 
ni el ánfora de asas bellas, 
ni la copa donde Cipria 
al gallardo Adonis ruega. 
Quiero beber del amor 
sólo en tu boca bermeja. 
¡Oh, amada míaI Es el dulce 
tiempo de la primavera. 
  
  
  
QUE EL AMOR NO ADMITE CUERDAS REFLEXIONES 
Señora, el Amor es violento, 
y cuando nos transfigura 
nos enciende el pensamiento 
la locura. 
No pidas paz a mis brazos 
que a los tuyos tienen presos: 
son de guerra mis abrazos 
y son de incendio mis besos; 
y sería vano intento 
el tornar mi mente obscura 
si me enciende el pensamiento 
la locura. 
Clara está la mente mía 
de llamas de amor, señora, 
como la tienda del día 
o el palacio de la aurora. 
Y al perfume de tu ungüento 
te persigue mi ventura, 
y me enciende el pensamiento 
la locura. 
Mi gozo tu paladar 
rico panal conceptúa, 
como en el santo Cantar: 
Mel et lac sub lingua tua. 
La delicia de tu aliento 
en tan divino vaso apura, 
y me enciende el pensamiento 
la locura. 
  
  
  
  
¿QUE POR QUÉ ASÍ?  NO ES MUY DULCE... 
 
¿Que por qué así? No es muy dulce 
la palabra, lo confieso. 
Mas, de esa extraña amargura 
la explicación está en esto: 
después de llorar mis lágrimas 
ásperas como el ajenjo, 
me alborotó el corazón 
la tempestad de mis nervios. 
Siguió la risa al gemido, 
y a la iracundia el bostezo, 
y a la palabra el insulto, 
y a la mirada el incendio; 
por la puerta de la boca 
lanzó su llama el cerebro, 
y en aquella noche oscura 
y en aquel fondo tan negro, 
con la tempestad del alma 
relampagueó el pensamiento 
y les salieron espinas 
a las flores de mis versos. 
  
  
  
SOBRE EL DIVÁN 
Sobre el diván dejé la mandolina 
y fui a besar la boca purpurina, 
la boca de mi hermosa Florentina. 
Y es ella dulce y rosa y muerde y besa; 
y es una boca rosa, fresa; 
y Amor no ha visto boca como esa. 
Sangre, rubí, coral, carmín, claveles, 
hay en sus labios finos y crueles, 
pimientas fuertes, aromadas mieles. 
Los dientes blancos riman como versos, 
y saben esos finos dientes tersos, 
mordiscos caprichosos y perversos. 
  
  
  
SONATINA 
 
La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?  
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, 
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. 
La princesa está pálida en su silla de oro, 
está mudo el teclado de su clave de oro; 
y en un vaso olvidado se desmaya una flor. 
 
El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales. 
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, 
y, vestido de rojo, piruetea el bufón. 
La princesa no ríe, la princesa no siente; 
la princesa persigue por el cielo de Oriente 
la libélula vaga de una vaga ilusión. 
 
¿Piensa acaso en el príncipe del Golconsa o de China, 
o en el que ha detenido su carroza argentina 
para ver de sus ojos la dulzura de luz? 
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes, 
o en el que es soberano de los claros diamantes, 
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? 
 
¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa 
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, 
tener alas ligeras, bajo el cielo volar, 
ir al sol por la escala luminosa de un rayo, 
saludar a los lirios con los versos de mayo, 
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. 
 
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, 
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, 
ni los cisnes unánimes en el lago de azur. 
Y están tristes las flores por la flor de la corte; 
los jazmines de Oriente, los nulumbos del Norte, 
de Occidente las dalias y las rosas del Sur. 
 
¡Pobrecita princesa de los ojos azules! 
Está presa en sus oros, está presa en sus tules, 
en la jaula de mármol del palacio real, 
el palacio soberbio que vigilan los guardas, 
que custodian cien negros con sus cien alabardas, 
un lebrel que no duerme y un dragón colosal. 
 
¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! 
La princesa está triste. La princesa está pálida... 
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! 
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe 
La princesa está pálida. La princesa está triste... 
más brillante que el alba, más hermoso que abril! 
 
¡Calla, calla, princesa dice el hada madrina, 
en caballo con alas, hacia acá se encamina, 
en el cinto la espada y en la mano el azor, 
el feliz caballero que te adora sin verte, 
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte , 
a encenderte los labios con su beso de amor! 
  
  
  
TÚ ERES MÍO, TÚ ERES MÍA 
 
Niña hermosa que me humillas 
con tus ojos grandes, bellos: 
son para ellos, son para ellos 
estas suaves redondillas. 
 
Son dos soles, son dos llamas, 
son la luz del claro día; 
son su fuego, niña mía, 
los corazones inflamas. 
 
Y autores contemporáneos 
dicen que hay ojos que prenden 
ciertos chispazos que encienden 
pistolas que rompen cráneos. 
 
De "Abrojos" xxxv 
  
  
  
  
VENUS 
En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría. 
En busca de quietud, bajé al fresco y callado jardín. 
En el oscuro cielo, Venus bella temblando lucía, 
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín. 
A mi alma enamorada, una reina oriental parecía, 
que esperaba a su amante, bajo el techo de su camarín, 
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría, 
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín. 
«¡Oh reina rubia!  -dije-, mi alma quiere dejar su crisálida 
y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar; 
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida, 
 
y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar.» 
El aire de la noche, refrescaba la atmósfera cálida. 
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar. 
  
  
  
VOY A CONFIARTE, AMADA 
Voy a confiarte, amada, 
uno de los secretos 
que más me martirizan. Es el caso 
que a las veces mi ceño 
tiene en un punto mismo 
de cólera y esplín los fruncimientos. 
O callo como un mudo, 
o charlo como un necio, 
suplicando el discurso 
de burlas, carcajadas y dicterios. 
¿Que me miran? Agravio. 
¿Me han hablado? Zahiero. 
Medio loco de atar, medio sonámbulo, 
con mi poco de cuerdo. 
¡Cómo bailan en ronda y remolino, 
por las cuatro paredes del cerebro 
repicando a compás sus consonantes, 
mil endiablados versos 
que imitan, en sus cláusulas y ritmos, 
las músicas macabras de los muertos! 
¡Y cómo se atropellan, 
para saltar a un tiempo, 
las estrofas sombrías, 
de vocablos sangrientos, 
que me suele enseñar la musa pálida, 
la triste musa de los días negros! 
Yo soy así. ¡Qué se hace! ¡Boberías 
de soñador neurótico y enfermo! 
¿Quieres saber acaso 
la causa del misterio? 
Una estatua de carne 
me envenenó al vida con sus besos. 
Y tenía tus labios, lindos, rojos 
y tenía tus ojos, grandes, bellos... 
  
  
  
YO PERSIGO UNA FORMA... 
 
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo, 
botón de pensamiento que busca ser la rosa; 
se anuncia con un beso que en mis labios se posa 
al abrazo imposible de la Venus de Milo. 
 
Adornan verdes palmas el blanco peristilo; 
los astros me han predicho la visión de la Diosa; 
y en mi alma reposa la luz, como reposa 
el ave de la luna sobre un lago tranquilo. 
 
Y no hallo sino la palabra que huye, 
la iniciación melódica que de la flauta fluye 
y la barca del sueño que en el espacio boga; 
 
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente, 
el sollozo continuo del chorro de la fuente 
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga. 
  
 JORGE EDUARDO 
JEFPACHECO38 
LA PLATA ARGENTINA 
  
 
..."  
 
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