En luto me encuentro
cobijando mi corazón
con listones negros de chiffon,
colocándolo en el ataúd
de carrizos oscuros y madreselvas,
llorándole sin respirar
adorno su lecho
con sus tinteros y papeles,
apenas comenzaba a escribir...
tenía sólo un mes.

Se inspiraba en canciones
y palabras de amor,
se colgaba de los àrboles
pintando su ilusión,
se ahogaba en la mar
emergiendo cuando quería
era juguetón, tierno, era... feliz.

Recuerdo sentirle vibrar
cuando aquellos labios
le besaron por vez primera,
quiso liberarse pero no pudo.
Era tan dichosa al verle sonreír,
al emocionarse diariamente
por aquellas extrañas llamadas
y mensajes escondidos.

Mi recuerdo solo atiza
el fuego del crematorio,
emitiendo olores agridulces,
como aquellas palabras
que lo asesinaron un helado día
con flores de otoño.

Agonizó por un tiempo
dejo de escribir colores alegres,
se encerró en su cuarto oscuro
imprimiendo imágenes
de dolor y pena.

Escribiéndole a la muerte
y al infinito infierno,
que vinieran por el
bebía humo de incienso
y comió rastros de humedad.

Su piel se fue consumiendo
con los días ufanos,
ya no renacía en sus versos
solo se asesinaba en el escaparate
de sus ideas y cuentos...
recordando el verdugo nombre
de sus escasos sentimientos.

Día a día se secó
exprimiendo su dolor
en gotas de plata
regadas en su rostro,
finalmente el cuchillo
fue encajado sin pensar
y sola me dejó una noche
del melancólico Invierno
dejando de latir esparciendo
sus cenizas en los días
que lo vi nacer.

TLiLan