MAS ALLA DEL MURO
Para mí no pido más que la soledad del campo,
esas cosas que encuentro
en la irrealidad apacible que me aguarda
al otro lado de un mareo gomoso y plateado,
la austera luz de un fogoncito en la noche,
alumbrando alternadamente los eucaliptos,
el aroma a yerba y libros viejos al entrar a mi casa,
la esporádica, constante e inútil correspondencia de amigos
deliberada y eternamente distantes,
la paciente y nocturna expedición en busca
de las poras que viven en el monte, que cuentan
historias del siglo pasado
en un idioma que solo entienden las lechuzas,
el quedarme para siempre de este lado y ya no más
del desmayo tubular que me arrastra
a esta otra, gris, irrealidad, donde las horas
hacen cola esperando un vasito celeste
con pastillas del infierno, y
los húmedos puchitos aplastados en el suelo,
los mates desabridos y fríos en el patio,
pensando que, más allá del muro,
el Paraná transcurre, el Paraná que siempre
se está yendo y nunca es el mismo;
deseando que algún rosado amanecer me viera
flotando en sus aguas un día,
pero sin estar en verdad allí sino en el monte
contando historias en la lengua que solo entienden las lechuzas,
idioma que, creo, usted nunca llegará a entender,
usted que no parece siquiera entender el castellano,
usted que en este idioma sólo sabe decir:
—Es todo por hoy, señor… Romero;
continuemos la próxima, y, por favor,
al salir avise al siguiente que ya puede entrar.
Corrientes, 2 de mayo de 2008
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