Te conocí vendiendo claveles, yo los vendía afuera de la iglesia y tú los coleccionabas “para el mal de amores” me decías, tirando una sonrisa al aire mientras absorbías su aroma entre tus manos.
Cada domingo un clavel de diferente color, nunca blanco “es para algo especial” decías, siempre uno, solo uno y el clavel se iba engreído entre tus manos, como sabiendo lo que pensabas mientras te embriagabas de él.
Domingo tras domingo asistía puntual a mi cita y tú salías directo a mis claveles, repitiendo la misma operación. No se como te hablé, no se porque respondiste, ese día no compraste ningún clavel…
Ahora estoy aquí, deshojando claveles sobre tu espalda, absorbiendo su aroma en tu cuello, desnudando el tallo con mis manos en tu cintura, tomando el néctar entre tus muslos, recogiendo suspiros de tu aire.
“Acaríciame otra vez” me decías a la última gota de pasión, trabando el tiempo en tu entrepierna, acepte por la extraña sensación de no quererme dejar ir, escalando tus glúteos efectué tu petición… soy tan pequeño aquí.
Y te dejo así, con los labios secos, la piel cansada, un beso en la frente y un clavel blanco en la sien. Vaya que si me gustan los claveles!! |