Solamente veo un facsímil
de un sigiloso ocelote,
y un poema con estrambote
en tu texto inverosímil.
Todo puede ser un símil
de un minúsculo detalle,
que por más que me avasalle
a la búsqueda me exhorta;
y palpo tu calma absorta
en las rutas de tu talle.

A las nieblas baladíes
que perturban nuestros nervios
las consumen los proverbios,
misteriosa te deslíes
entre noes y entres síes.
Pitagorizando penas
tus efluxiones obscenas
se dispersan en mi campo
visual, y me ciega un lampo
de miles de lunas llenas.

Hacia la purpúrea tarde
suenan con ímpetu joven
sinfonías de Beethoven,
Wagner y Strauss, en alarde
del adiós de lo cobarde.
Mi alma lentamente expira
y turbio vapor inspira,
oh amor que tanto idolatro:
apártame del teatro
de un cerebro que delira.

Una etérea nube encanta
el impulso de mi fiebre,
impidiendo que celebre
la libido sacrosanta
su sofoco en mi garganta,
y en la dulce intimidad
de tu genitalidad,
duerme y sueña ciclotímica,
la laberíntica química
de tu azul femineidad.

En el ardor de tu savia
yacen ruinas de un incendio,
pergeñándose un compendio
de indeclinable rabia
y tu sensualidad sabia.
Centinela del temblor,
me cobijo en el albor
del paréntesis de un beso,
que le da a mi piel de yeso
un mensaje de tu amor