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Inicio / Cuenteros Locales / ghostoffaron / Avignon A Traves De Un Infierno En Ceros

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Las damas aterrizan en el baile,
Ataviadas en el fresco anonimato
Que la noche, fiel amante,
Les obsequia bajo sus mascaras
Tejidas de pétalos, bañados en carmín.

Las damas andan, de dos a tres,
O más por el finito infinito,
Sobre el parque de hielo y mareas grises.
El jugo del enigma se baja por sus gargantas,
Y el calor hiere como un amor de mujer.

Las damas bailan sin moverse,
Con la mirada, descansan los miembros de cisne,
Sobre los estragos de seres pétreos
Que vagan sobre la pista,
A la cadencia de todos los valses
Que nunca han de ser escuchados.

Las damas ríen,
Porque los ojos de los predicadores
Las devoran con frenesí indeleble,
Inexorable a las cadenas de las carnes rosadas
Y los labios que se tornan en muecas
De cristalinos plácemes.

Las damas exhalan,
Su aliento recorre los asientos de la jauría,
Como un tibio perfume de dolor,
Que empaña la vista al viejo,
Y devora en pedazos el corazón del niño.

Las damas, y sus vestidos de memoria
Y silabas ardientes,
Se agitan como lluvia insolente
Entre nubes que, caprichosas,
No frenan su paso a esa,
O a las mil y una resurrecciones.

Las damas estiran el cuello,
Y presumen las cicatrices del desencanto
Y las fútiles visiones de otro mundo.
Un caballero se acerca,
Y su figura romanesca
No cae bajo el peso del embrujo.

Las damas, estirando los segundos,
Masticándolos con cuidado
Entre las perlas que se crean en su boca,
Y se derriten en la cúpula de sus presas,
Envuelven al príncipe de azulísimos auras
Al interior de su tormento intermedio.

Las damas hablan,
Y el escalofrío de los vibratos
Que los presentes se han sumergido,
Cala como una muerte de paso.
Los resabios de pasión azul
Se extravían en los remansos de bailes dulzones
Y besos prefabricados.

Las damas cuentan de dos a tres,
O más por el nuevo infinito,
Que se esconde en la cabeza,
Y termina en los océanos en que desencantan la memoria.
Las danzas se pretenden cómodas,
Y los amantes se disfrazan de bífidos,
Ocultos como un Sol,
Al centro de la pista coronada por hielo,
De dos a tres.

El hidalgo, cansado,
Porque donde lo trascendental,
Donde se extravían las musas
Y nacen las pléyades,
No podemos escudriñar en la luz,
Aun menos en el paroxismo
De una tarde sin temor
Al sosiego o la hambruna.

Las damas beben de las fuentes,
Que han practicado en la piel de espejos
Del príncipe, humor de su victoria que no es.
Las damas beben
De los desechos que restaron
De las vías dolorosas
Que transitaron cuando Dios
Era una persona honorable.

Las damas sonríen,
Porque recuerdan como era el llanto,
Siempre antes, siempre atrás.
Es más factible tenderse en las olas
Del extravió y el estío
Que palpar la nieve negra
Que emana de sus bocas.

Las damas se mueren, una a una,
Con misma rapidez con que viven,
Y el príncipe les arremete con la indulgente caridad
De uno que se sabe traicionado.
Y su seducción mínima,
Se esconde como un chispazo.

Las damas, simbióticas,
Entran a la sombra descalza
De los danzantes aglomerados en torno al Macabro,
Y a sus pies, la luna rezonga,
Porque nadie ha sido capaz
De devolver a los huérfanos que debió poseer.

Las damas, de dos a tres,
O más por el finito infinito,
Siguen de paso a paso a los divos de satín,
Porque sus rostros de ceniza
Irradian la belleza
De aquellos que todavía pueden olvidar.

Texto agregado el 01-05-2008, y leído por 102 visitantes. (0 votos)


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