1/
Aquel niño era yo, murmuro con incredulidad., observando la foto amarillenta que ha quedado olvidada en el fondo del cajón. Pelo corto, vello incipiente en la cara redonda y esa camisa que tanto adoraba. Apenas logro reconocerme.
He podido, por fin, regresar a casa. Ya no te molestarán mis gestos ni te avergonzará encontrarme con alguien en el cuarto. Contigo enterrada, ha llegado mi turno, mamá. Y para que veas que no hay rencores, usaré tus cosméticos y la peluca que tanto te gustaba para recibirlo, esta noche, como se merece.
2/
No voy a suicidarme, ni mucho menos. Después de todo, lo nuestro ya era una costumbre mal llevada, un largo silencio entre alguna nimiedad. Que sea por una mujer me molesta un poco. ¿Fingías gozar esos primeros orgasmos?
Pero lo que me explota la cabeza es que me abandones por esa… musulmana.
3/
En un momento, exigieron el voto. Se lo concedimos. Más tarde, compartir las tareas domésticas fue la consigna. A regañadientes, pero aceptamos. Han acaparado, uno tras otro, los puestos de poder. De nuestra parte, casi no hubo resistencia. Sin embargo, con el transplante intersexual de ovarios la situación se ha salido de madre. Y aquí estoy, después de nueve meses de nauseas, dolores de espalda y una panza deformada, a punto de entrar en la sala de partos. Eso sí, y en esto me he puesto firme, ella se encargará de cambiarle los pañales.
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