La consecuencia obvia del temor, es golpear el rostro contra la muralla. ¿Quién diría que mi cabeza iba a estallar? Yo sólo temía caer en lo obvio, huir del correcto tazón de agua que alargabas a mi mano. Yo no dije que las cosas correrían a mi favor ni que se estamparían en mi cara con violencia. Para la intriga de tu obstinada y ciega fe en mí, me quebré en pedazos incorrectos y amorfos. Me miraste incrédulo, pensando que era otro de mis actos circenses y no fue así, esta vez no. Paralizada y en el piso, aferrada a esa muralla, te miré y seguías alargando tu mano, fría y valiente. Como quise en ese momento tomarla y encogerme en tu abrazo, sentirme protegida. Pero no, la esquivé.
El entorno no nos ayudaba y se hacía tarde, tú seguías mirándome sin decir nada y yo, cada vez más lejos, no conseguía explicarte mi dolor. Me abstraje por unos minutos de esa profunda necesidad tuya de confiar en mí y observé la habitación, estaba roja de mi sangre y un olor a caramelo no dejaba de alimentar mis fantasías.
Agazapada contra esa esquina seguí alejándome de ti, perdiéndote. Hundiendo mi carne en las paredes, marcando el piso con mi sangre y un jadeo incesante cayendo de mi alma. Imágenes oblicuas serpenteaban frente a mis ojos y la locura ya no era un estado inimaginable. Corrientes de pensamiento agobiaban mi presente, arrepentimientos tardíos y ese maldito olor a caramelo.
Sé que llamabas a mi nombre, a la confianza y lealtad. Escuchaba a momentos tu voz y tranquilizaba el ardor de mis heridas. Alguien entró a la habitación y pude ver su silueta, su voz aguda atormentó mis oídos y giró mi cabeza a mil por hora, intenté moverme y caí de bruces a un charco de mi propia sangre. Rojo y sanguinolento ingresaba a mi garganta y no podía moverme. Trataste de voltear mi cabeza y te alejé con lo último de mis fuerzas. Mi ingratitud aparente te quebró y por fin soltaste una lágrima.
No quiero espectadores, es banal que mi defensa caiga en la pantalla de la multitud. Heroísmo fortuito y necesario. Es lo que se esperaba de mí, tu confianza en mí. No fallé, pero debo haberlo hecho. Y ahora es momento de terminar el contrato, último suspiro. Perra fiel.
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