Por donde quiera que pasase, parecía que brillaba más el sol, caminaba con una sonrisa tan blanca que cabía esperar que dejase una estela perlada de alegría, y plantó su calzado del 52 justo sobre el pie del hombre cabizbajo que esperaba en la parada del autobús.

El tipo del pisotón miró su pie aplastado y el semblante mutó del dolor al cabreo, así que levantó la mirada al frente y se topó con el torso de su agresor, y siguió trepando con la vista por el pecho y el cuello de roble hasta encaramarse a la cima de aquel hombre montaña, coronado por una sonrisa ridículamente brillante y honesta. Por supuesto, para entonces la cara del agredido había vuelto a cambiar de la rabia a ese gesto que se hace con los ojos muy abiertos y los labios formando una “O”. Que de todos es sabido que quiere decir: “Perdone, si me hubiera percatado de que necesitaba una escalera para hablar cara a cara con usted, no me hubiera ofendido tanto”.

El coloso humano se disculpó con unas palmaditas sobre la cabeza del sujeto, como quien consuela a un cachorro, saludó con confianza a la chica de ojos verdes que pasó haciendo footing junto a ellos, y continuó su camino, sin perder en ningún momento la sonrisa.
Tener tal tamaño lo hacía un ser pacífico, la gente no busca una bronca con alguien que, en un día soleado, arroja sombra suficiente para montar un picnic debajo. Y ésta era la razón de que no tuviese mucho contacto con VIOLENCIA, ya que ésta no suele tener estómago para enfrentarse a Él.

Se acercaba a la gente con confianza y se ofrecía a ayudar de manera desinteresada, lo cual provocaba la inmediata perplejidad y desconfianza de los viandantes.
A medida que la noche caía y las sombras se alargaban, su ánimo se tornaba melancólico, seguía recorriendo las calles solo, inexplicablemente, no conseguía los sencillos objetivos que se había propuesto.
Entonces escuchó la trifulca que venía del callejón, dos personas discutían por dinero.

AMOR, que tal era su nombre, se encaminó hacia ellos con toda la buena fe, ofreciéndose a ayudarles a solucionar el problema.

El Raja y el Pistos nunca fueron considerados ciudadanos modélicos, es más, hubiera hecho falta un gran esfuerzo de imaginación y algunas sesiones de hipnosis para considerarlos simplemente “ciudadanos”. Lo que se traían entre manos era un trapicheo ilegal, con la agravante de que el Pistos parecía reticente a entregar parte de las ganancias a su “socio”.

AMOR se plantó allí junto a ellos, explicándoles los parabienes de la generosidad y el placer de compartir, y es que AMOR siempre fue un ingenuo. Como respuesta obtuvo 7 puñaladas y la sustracción de todos sus bienes en metálico.

MUERTE saludó a AMOR y siguió su camino, mientras éste volvía a tomar forma humana y se encaminaba tras los pasos de sus agresores.
Estaba dispuesto a buscarlos para explicarles que los perdonaba.

Y es que AMOR, además de ingenuo, siempre ha sido un necio.