No sabía como había llegado hasta allí. Y tampoco sabía cómo iba a volver a casa. No recordaba el camino de vuelta. Se sentó en el viejo banco de madera del pequeño parque. Miró a su alrededor. Observó a las madres que paseaban con sus hijos por el lugar. Ella, en algún momento de su vida, también lo hizo con los suyos. Se entristeció. Luego, observó a una pareja de ancianos, aparentemente, algo mayores que ella. Los observó durante un rato, mientras intentaba recordar donde estaba Miguel, su marido. Desistió. De repente recordó que en su bolso traía consigo un libro. Su favorito. Era un libro de poemas de Mario Benedetti. En otros tiempos, ella también había escrito poesía. Lo tomó, e instintivamente lo abrió por la página 103. Justo en esa página se hallaba el poema que siempre venía a su memoria y que paradójicamente, llevaba por título, “El olvido”. Lo leyó una y otra vez, como si ese ejercicio de lectura pudiera ayudarla a recordar el camino de vuelta a casa. Se quedó allí sentada mientras la tarde tocaba ya a su fin. Pensó que tal vez Miguel iría a buscarla.