Desnuda en la alcoba observas esa pequeña luz que responde un poco tantas preguntas que vienen de la lluvia, más allá el sonido de aves cautivas despiertan en ti viejos olores. Al verte en esos espejos circunspectos que rodean la habitación una vez más sonríes hasta el cansancio por tus venganzas pasadas, ya ni las sombras respetan acciones que alguna vez fueron el vilipendio de la justicia desierta, o tal vez tus más preciados anhelos que explotaron en algún ser incrustado en tu vientre bendito, por de pronto tan solo el minuto final fue testigo de ese pequeño momento en que te quedaste dormida.
Horas después un sabor penetrante de café mañanero despertó tus sentidos. Sábanas locas envolvían tu cuerpo y ese recuerdo marchito de movimientos quedos recorrió tus venas al compás de varias vueltas recorriendo espacios frágiles, saltabas por así decirlo por campos etéreos húmedos de angustia, como una manera de expresarme desde lejos lo bien que estuvo el baile nocturno; acompasado entre dos pieles sedientas una de otra, nadie supo si por ganas devoradas, por la costumbre hecha paz o por esa curiosidad traviesa que me ayuda a poseerte desde lo sitios más ocultos de mi mente.