Con una mano sostenía esa banda elástica que ajustaba su brazo, deteniendo la pequeña hemorragia que caía en una larga cadencia de sueños y misterios. Delante, dos pupilas felinas observaban su retrato flotando en el espacio como un cuerpo suspendido ante otras almas. Al costado, jeringas y sustancias yacían irrelevantes sobre el piso. Cuando volvió en sí, aquella oscuridad se había hecho cargo de sus días bajo esos alargados ojos gatunos...

Ana Cecilia. ©