Y al vaivén de estentóreos consuelos, en tu huída,
olvidaste tus heridas putrefractas, en las mias,
respiraste más fuerte de mis orgásmicos pulmones,
atragantado y asmático de ilusiones.

Y lo más doloroso es, que te has ido,
y no del todo…

Estás siguiéndome los pasos y
sigues siendo ese eco maldito,
de mi desnuda infancia,
esa sombra neurótica,
que a mis espaldas se ensancha,
la esquizofrénica llave,
que sólo yo, escuchaba.

Sigues bebiendo de mi sangre, la poca corta vida
sigues adherido, medio borroso, medio mutilado,
a mis noches ya mis dias, tú, maldito recuerdo.

Pero ayer te cogeré en mis desvelos
y mañana te moriré en mis sueños,
para que hoy no me atravieces el pecho,
ni con ese amarillento olor a sangre seca,
ni con ese azulado olor negro,
de tus hinchadas venas.

Y así, pasado mañana,
cuando alucine que te he vencido,
cogeré mi cuerpo y mi melena
y los bañaré con el más oloroso olvido,
que nada en mi pulcra bañera.

Al amor de mis tantas horas,
quien me salva cada nórdica noche,
con su cálida compañia,
de los gélidos miedos,
del sur de mi vida.