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La magia y el verdulero.

La magia desde tiempos inmemoriales cautivó desde filósofos hasta simples vendedores de artilugios, por lo que muchos intentaron explicar su verdadero significado y su procedencia. Se podrían encontrar cientos de conceptos y artículos relacionados con la magia, o mejor dicho los trucos; se han usado para entretener a reyes, ganar monedas en una esquina, pero yo me quiero referir a la verdadera magia, aquella que crea un verdadero milagro de la nada, algo inesperado y que rompe todos los esquemas de la forma mas simple, pero aun así inexplicable.

Para muchos actualmente, así como para mi lo fue en algún momento que me cuesta muchísimo recordar, solía asociar la magia a baratos trucos con espejos escondidos, movimientos rápidos de los dedos; y fue de esta manera y de ninguna otra como Alberto Cáceres el famoso verdulero del barrio vio la magia desde pequeño.

Al joven Alberto a la edad de cinco años, su tío como regalos de cumpleaños le preparo un estúpido truco en el que le hacía desaparecer una moneda en la oreja.

De la misma manera que se paso los siguientes tres años comprando revistas sobre engaños mágicos para entender lo que el truco de su tío le había producido, buscó explicar porque la niña que se sentaba tres bancos mas adelante en la escuela….no lo quería. Para ser absolutamente sincero, Alberto no era el niño mas galán de la clase, y para completar su timidez le jugaba a diario todas las malas pasadas que acostumbra.

A la edad de diez años a Alberto le diagnosticaron una anomalía en sus articulaciones, por lo que se le dificultaba el movimiento de sus manos, pero aun así él siguió intentando hacer los trucos que las revistas explicaban. En innumerables fiestas de bautismo de sus primos, navidades, cumpleaños de la abuela, y cualquier fiesta que se le presentara, Alberto intentaba hacer una muestra de sus trucos, pero por más que se supiera absolutamente todos los movimientos, las monedas caían de sus dedos, las cartas le resbalaban por sus muñecas, y causaba más de un enchastre con las bebidas al romper copas y vasos.

Ya totalmente desilusionado, se dirigió a los contenedores de basura con varias cajas, llenas de revistas…no tenia ningún sentido, no había magia en él, solo era un niño de doce años de dedos chuecos y con escaso movimiento.

Cuando regresaba a casa, pensó en sentarse un momento a descansar en la esquina, después de todo se había deshecho de su sueño y hasta para el mas fuerte supone una carga excesiva. Se encontraba sentado en el cordón de la vereda, cuando se le acercó aquella niña de los bancos de la escuela, nunca había estado tan cerca, nunca se habia fijado en él.

Se sentó a su lado y lo miro a los ojos, el oro del sol de aquel atardecer se le reflejaba como solo hace en las mas finas joyas, el niño sin saber que hacer, se metió la mano en el bolsillo tomó una moneda e intento desaparecerla, pero sin utilizar trucos, solo confiar en algo que jamás había sentido, mientras le miraba los ojos. Con una pequeña brisa el pelo se cruzó en su cara, y con esto el sol mostró su ultimo rayo aquel día, la niña se paro lentamente y siguió caminando como si nada hubiera pasado, mientras tanto Alberto sacaba su sudorosa mano del bolsillo para darse cuenta de que aquella moneda no estaba allí, cuando estuvo a punto de llorar de la emoción, aquella jovencita, la que provocó aquel suceso, se dio vuelta en medio de la vereda y le dijo con la voz mas hermosa que tenia, con el tono de voz con el que se confían los mas grandes secretos…

-eso es la magia, y tu siempre la has tenido.

Alberto no vio nunca mas a aquella chica, y con la misma perspicacia con la que intentó alguna vez entender el truco de su tío, dejó de pensar si en aquella tarde existió realmente alguna moneda en su mano. Muchas veces se lamento pensando en que pudo haberla besado y dejó pasar la oportunidad, pero estaba más que claro que el sacrificio de no besarla valió la pena por lo que pudo aprender en aquel momento.

Actualmente con sesenta y siete años atiende su verdulería en la esquina de siempre, a veces se le llenan los ojos de lágrimas cuando piensa en su tiempo en la escuela, y las lagrimas empiezan a caer al recordar que ya nunca mas se desilusionó desde entonces, él había visto el milagro, la verdadera magia, esa que no se practica ni se explica en revistas…la que aparece reflejada en el brillo de los ojos de un amor soñado, y que se desvanece de tal manera que nos sentimos dolidos porque sabemos que tal vez suceda una vez en la vida, pero agradecidos porque al parecer nuestros sueños y deseos tienen una oportunidad de convertirse en realidad.

Texto agregado el 28-04-2008, y leído por 214 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
30-04-2008 Lindo, tierno, nos identificamos con la inocencia y el deseo de amar del personaje, que descubriò al fin, que ahì, en el amor, està la magia.Me juego a que el autor es romàntico! doctora
28-04-2008 siempre son lindos tus cuentos.. de pelos.. me gusto.. :) aronda
28-04-2008 El primer amor concita, por lejos, el momento mágico más deslumbrante de la vida, sin duda alguna. Una historia que necesita un corazón soñador para ser escrita. Y lo transmite plenamente. Salú. leobrizuela
 
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