AMISTAD
El vino y la ausencia de la noche habían producido sus efectos, Radomir se acercó sigiloso adonde dormían los guardias, les llamó dos veces y estos no reaccionaron. Radomir se detuvo, sacó un papel de liar, y volcó dentro un poco de picadura, tranquilamente empezó a liarlo con los dedos, desde la cima del cerro se contemplaba la ciudad sitiada. En su infancia se le veía a Sarajevo completamente iluminada desde la montaña, ahora la guerra la había convertida en una ciudad fantasmagórica de ruinas, polvo y oscuridad. Sacó una cerilla del uniforme y la prendió de su incipiente barba, una luz iluminó su rostro. Aspiró el humo del tabaco. Hace un año y medio le habría parecido execrable ahora le parecía un placer de dioses. Besó el pequeño crucifijo de oro que le había regalado su madre y entró en la tienda de campaña que utilizaban de armería.
Sacó una estaca y fue abriendo las tapas de las cajas que contenían los obuses que lanzaba la artillería, abrió el compartimiento de los detonadores, saco un alambre del bolsillo y los coloco para separar el detonador de la carga explosiva. Con otro alambre desatornillo la espoleta. Luego escribió algo en el detonador. Más tarde volvió a cerrar el compartimiento del detonador y tornó a guardar todo en la caja como si nadie lo hubiera tocado. Así fue abriendo y manipulando caja por caja. Una vez hubo terminado se apoyó sobre las cajas de madera, sacó una pequeña petaca de un bolsillo del uniforme y le dio un largo trago, para al terminar escupir al suelo una mezcla de picadura y alcohol. Empezaba a amanecer, algunas alondras comenzaron a cantar. Radomir salió de la tienda de campaña, abotono su uniforme, frotó con la manga su galones de Teniente, y despertó a los guardas. Amenazándolos con fusilarlos si volvían a dormirse durante una imaginaria.
Itkovic, extendió sobre el suelo la alfombra, se arrodillo sobre ella y comenzó a rezar :
- En el nombre de Alá, el compasivo y el misericordioso. Alabado sea Alá, señor del Universo. El compasivo el misericordioso, dueño del día del juicio, a ti sólo servimos y a ti sólo imploramos ayuda.”.
La luz del día entró a través de los cristales rotos, mientras Itkovic continuaba sus invocaciones. Más tarde enrollo su alfombra y la guardó bajo la cama, cogió el Akab 47 que tenía apoyado sobre la pared, y se abrochó el cinturón repleto de munición. Bajó las escaleras de dos en dos tratando de hacer el menor ruido. La gente no solía salir a la calle los días despejados por miedo a los francotiradores, él había adquirido habilidad para correr en ziga zag, apoyarse en los soportales y utilizar cada coche o cascote como parapeto, era un blanco difícil. En un año y medio se cogen rutinas que a uno le salvan la vida Al llegar al soportal de la cancillería, esperaba un soldado con traje de camuflaje, que al verle se puso firme, y le hizo el saludo protocolario.
- ¿Han dicho algo?- preguntó Itkovic.
- No señor.
- Mienten es lo típico de un Serbio.
- Son ancianos, dicen que han vivido toda su vida en Sarajevo y dicen que te conocen, que no tenemos porque temerlos.
- Tampoco tenían nada que temer nuestros compatriotas en Sebrenijca y los serbios violaron a nuestras chicas y masacraron a hombres y niños.
- ¿Dónde está Radomir?
- Dicen que hace meses que no saben de él.
- Cómo que está en la montaña con los sitiadores...
- Perro ellos no son culpables de sus hijos...- trato de decir el soldado,
- Sí pudieran moverse y fueran útiles, hace tiempo que estarían al otro lado de las montañas.
- Dicen que de niño jugabas con Radomir.
- Eso eran otros tiempos- dijo mirando al oficia a lo ojos- Ahora les apreció. No es nada personal pero nuestra vida y la de nuestra gente depende de que no haya traidores en la ciudad que puedan dar que puedan dar información a los sitiadores.
- Pero no sabemos que su hijo este con ellos.
- Pero tampoco podemos descartarlo, sino estuviera con los sitiadores nos hubieran dicho donde estaba – dijo mientras sacaba del uniforme un sobre con tabaco de picadura.- hace un año y medio odiaba su olor y hoy me parece un placer – dijo mientras liaba el cigarro tranquilamente... hubo unos segundos de silencio, saco una cerilla y la prendió en su barba incipiente, y con la cerilla encendida miró al oficial y dijo- que los ejecuten. – después encendió el cigarro.
- A sus órdenes- contesto el oficial, saludó y se retiro de la oficina.
La luz del sol iluminaba la oficina destartalada, informes se agolpaban en el suelo y se observaba que hacía meses que nadie pasaba un paño de la limpieza, el cenicero verde sobre la mesa estaba recubierto de colillas. A las diez todos los días soleados los Serbios bombardeaban la ciudad, miró el reloj en breve comenzaría el ataque. Dejó el cigarro sobre el cenicero y dio ordenes al oficial que los civiles de la Cancillería se amparasen en los refugios, hasta las once hora en que se solía acabar el ataque. Cuando volvió a sentarse en su mesa vio el cigarro y se sonrió, la primera calada la había dado a un cigarro que Radomir le había robado a su padre; y ahora mientras encendía uno, había ordenado la muerte de los padres de Radomir. Lo sentía, pero una guerra es una guerra, y un traidor en la retaguardia puede producir más muertes que un buen francotirador si entraban los serbios en la ciudad. La verdad es que después de ver morir a tantos amigos, no cuesta tanto firmar sentencias de muerte.
Comenzaron a silbar los obuses sobre la ciudad. Eran las diez en punto. El sonido de la artillería era puntual, pero lo extraño de esta ocasión es que no se oían deflagraciones. No había explosiones. Las bombas caían sobre la ciudad pero no explotaban. Llamó el oficial.
- Señor, los obuses no explotan.
- Tiene que ser una trampa- dijo Itkovic- envié unos artificieros para que descubran que ocurre.
A las once, mientras el oficial informaba a Itkovic, sobre la ejecución pendiente. Entró un artificiero en la oficina.
- Señor los obuses no estallaron porque alguien había manipulado los detonadores, obstruyéndolos, pero lo curioso es que había una inscripción..
Un artificiero le mostró la inscripción de los detonadores, “Vecinos esto es lo único que puedo hacer por vosotros.”, retumbo en la habitación los disparos del pelotón de ejecución, Itkovic pálido se reclinó sobre la silla. Había reconocido la letra.
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