¿Te desperté? dijiste.
Tu mano blanca tomaba mi pecho derecho y con la seda de tus yemas acariciabas. Me di vuelta y abrí los ojos. Eran aún de madrugada y tenía que partir. Fui al baño y regresé. Volví a meterme entre las sábanas y acaricié tu cintura y pegué la cara a tu cuello y en secreto musité: te deseo. Me besaste el oído y contestaste: dame.
mis labios se deslizarón por el circulo de tu cuello, deteniéndose para respirar tu latido y tu fiebre. Con tus manos sobre mi testa me apretabas y poco a poco tu respiración se hacia anhelante. Una vez más acercaste tu voz a mi oreja, para decirme. - te quiero. Me mordiste suave y lamiste mi lóbulo y con tu aliento termal me dijiste: “deseo alimentar a mi niño” y abriendo tu bata me diste en la boca la diadema de tu pezón. Bebí ávido de la erección y tu mano descendió a mi intimidad y volviste a susurrar: Me encanta tensionarlo con mis manos.. y también con la boca. Me recosté y tomando tu cabeza la llevé a mi pecho. Tu boca pulsó piel sobre piel, como si bajaras escalones de placer hasta llegar a mi anhelo y vi la magia cuando dentro de tu cavidad oral mi latido aumento. Tuve la urgencia de penetrarte, pero sonreíste y besándome con las palabras: "aún no, mi niño, aún no.. sigamos.. quiero tener mi sensibilidad en la cúspide, pues deseo que esta madrugada sea inolvidable para los dos. Tenerte dentro de mí en el tiempo justo y por todos lados".