Algo nerviosa, Alejandra se dirigió a la mesa en la que espiraba este señor que solía cargar una sonrisa inerte en sus labios, le daba la impresión de que aquel personaje siempre intentó manifestar la más grande indiferencia a los tristes cuentos de los miles que acudían, suplicando una sonrisa, una lucecita que obligaría a sus corazones entibiarse un poco y a sus comisuras alzarse sin lucir forzadas.
- 136 B - se escuchó por sobre el gentío que se cubría la boca en el edificio, Alejandra alzó la mano con un papelito en mano, en ningún momento intentó ocultar su tristeza... es más, la ostentaba como quién está orgullosa de sus joyas y su ropa.
La mujer se adelantó, extendió su mano y ese par de ojos rodearon su presencia, y no es que fuese la mejor de las vistas, es más... sus ojos estaban marcados con oscuras ojeras, sus ojos enrojecidos por lágrimas que olvidó contar seguían sonrosados, las mejillos mostraban zurcos salinos, caminos del perdido y lagrimeante andante.
- ¿Motivo por el cual requiere una sonrisa? - dijo el burócrata, sentado a sus anchas en la mesa.
- Falta de ganas de vivir, sentimiento de... ah... siento que ya he cumplido con lo que debería hacer, pero aún así no me quiero marchar porque hay personas que necesitan saber que estoy a la mano y quiero evitarles la preocupación, con una sonrisa.- declaró Alejandra, sentándose en frente de él con la mirada baja...
(Luego seguiré con la historia, me tengo que ir por ahora, la editaré... de todas formas si alguien desea comentar, bienvenido sea.) |