He tenido sueños que me llenan de esperanza
y nuevas señales que construyen mi espíritu.

Tuve ángeles en mi cuarto
mientras mi alma recorría la tuya en esa lejana noche de luna llena.

Viví entre árboles grises muchos años,
ahora camino entre amapolas y orquídeas
esperando vestirme otra vez con tus imágenes.

Tuve mil hijos con extraños concubinos nocturnos
y vi crecer mis pupilas sin esperar nada,
sin ver nada nuevo al despertar.

Imaginé mil mundos
y ahora me toca construirlos
para ser una muñeca perpetua en los espejos de las sombras.

Escribí entre añejas sábanas recuerdos que cambian sin más.
Retraté días sin estrellas
y noches sin tinieblas en las paredes castizas de tu habitación.


Cuando los fantasmas mueran dentro de mí
el silencio descubrirá mi identidad.
Hay momentos en los cuales la agonía se vuelve placer eterno.
Hay instantes donde vivir se convierte en artificio espiritual
y los mortales son fichas dentro de un juego universal.

Tuve dolor y quimeras muertas.
Tuve descanso y suspiros en esos pasillos donde olvidé mis tacones siniestros.
Susurré tu nombre sin esperar respuesta,
pero te encontré como un hombre sin destino.
Podré morir mañana,
mas seguiré buscándote en otra vida.
Podré vivir sin ti hoy,
pero vives dentro de mí, en mí y tal vez para mí.

La lluvia nos ha contado
la historia del otro como místico cuento interminable.
Hueles, a lo lejos, a café y canela,
a salvia y mentol cordillerano.
Eres espacio y fin,
continuidad y desolación,
misterio y placer,
error y acierto.
Polos empujados a la lejanía,
a los rincones,
a los pequeños espacios que el avance deja,
que el horizonte no deja terminar.

Fuimos zombies en estas colinas azules que dibujamos en el tiempo,
aunque mil veces hemos tomado caminos paralelos,
ahora son entrelazados sin querer por la realidad.
Forman cadenas cristalinas,
pero con esa magia eterna que nos ha perseguido desde mucho antes de nacer.

Solamente eternidad lejana y unida,
sólo vientre y espacio,
sólo cópulas infinitas en el mar.


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