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Negro
Un fondo oscuro. Olor a cenicero y a algún jarabe para la tos. Todo es un fondo oscuro.
El reflejo de lo que podría ser una esfera amarilla, rebota en lo que podría ser el suelo, paredes, techo.....
Uno...
Dos..
Tres.... veces
Todo lo que se ve es una mesa, con una hoja, una pluma, una pistola, y cera de vela.
Todo es un fondo oscuro.

Su mano escribe algo. Una sonrisa dulzona retumba en la oscuridad, mientras un cigarro lleno de rouge, es asesinado sin compasión. Muere aplastado contra el suelo con una brutalidad particular.
Pelo largo, hombros anchos.
Exhala lo que quedaba en su boca de la ultima calada, en argollas prefectas.
Argollas tan blancas, tan ariscas, tan bruscas, tan blancas, en medio de aquella oscuridad.
Argollas blancas en la infinita oscuridad.
Pone su nombre en la hoja, y la mete en un sobre.
Sonrisa dulce, tan dulce.

El sobre queda sobre la mesa.

Abandonado.

Tras halar del gatillo, la luz del medio día entra por lo que podría ser una ventana

Su nuca, y su pelo apelmazado, me miraban. Él estaba sentado en la ventana, mirando como caía el largo día. Hacia argollas de humo, las que el viento se encargaba de destruir segundos después de su génesis.
Alto, pelo oscuro, macizo. No manejo más información. La visión de su nuca me determinaría a no observar nunca su rostro.

Puedo deciros lo siguiente:
El cumple. Siempre cumple. Algunas veces a tiempo, la mayoría un poco tarde, pero siempre cumple. Él es verdadero. Quizás el más verdadero.
Él miraba intrigado ese maldito sobre.
Sus ojos, color desconocido, miraban asustados el sobre. Sus desconocidas expresiones, y su desconocida boca daban a conocer evidente rabia para con el sobre.
El siempre sabía lo que sucedería. El sabía que aquí había algo extraño.
Un rol de Judas.
Pero el cumplía. Tarde pero cumplía.

Cae la noche.
Las luces se apagan de apoco. Santiago, nuestra capital, duerme.
Las frías mañanas en las periferias (quizás fue esa la más fría), encuentran caminos y se mezclan, entre la fruta fresca del mercado, el barro impregnado en las micros amarillas, y vaho nicotinoso espeso, que sale de las bocas. Un nuevo amanecer.

Un cuarto pa´ las nueve.
Sale apurado. Yo nunca veo su rostro. Música electrónica y acid jazz resuenan en sus audífonos.
Su pelo rebota mientras camina apurado a Vespucio.
Odia el metro.
Prefiere la Bicicleta , pero el centro de la capital exige ciertas formas de exceso.
El sobre está muy seguro dentro de su croquera, entre dibujos de psicodelia y de acción.
Entre versos dedicados a la droga, el sexo y el amor.

Sube y baja gente .No desea llegar. Si alguien merece sufrir, es él. ¿Es necesario traspasar de mano en mano tanto sufrimiento? ¿Para que? Si ya sabemos todo el desenlace de la historia. Sabemos que morirá, que aquella persona morirá. Su cabeza esta apunto de estallar.
Sube el volumen.
El acid jazz distrae el resto de su andar.

Estación Universidad de Chile.
Sube por la escalera. Camina casi una cuadra. Se sumerge en paseo Estado. Camina decidido. ¿Su expresión? No la se. Aun no observo su cara.








Salta, del suelo al banquito, y del banquito al suelo. Es hermosísima. Pequeña. Ojos verdes, tez parda, cintura pequeña. Usaba unos jeans desechos y una polera de rallas. Entre lo hippie y lo sensual.
Tarareaba con los ojos a medio abrir alguna base Ska. Pelo corto. Pelo azul, ¿lo mencione?
A veces, miraba fijamente a algún vendedor de algún quiosco, hasta que este le respondiera la mirada, solo para ver su reacción y finalmente reírse.

Reía con demasiada paz. Su pelo brillaba con la luz del mediodía. Salta de el suelo al banquito. Inquieta. Sus ojitos verdes aclaran a lo transeúntes.
Su cuerpo de princesa es observado por más de uno.
Cada gesto, cada palabra, cada pulsera, cada mirada transparente son lo que me trastornan.
Cada uno de sus actos esta rodeado por magia especial. Su calor es imposible de apagar.
Y en un día soleado, como hoy. Su mente ríe al recordar todo el abrigo que lleva en la mochila. Es increíble el contraste de esta mañana, tan fría,(quizás fue esa la más fría) con el calor de este mediodía, lleno de colores.
Hoy nada puede andar mal.
Recuerda en voz alta algún planeta visitado por “Saint Exupery”, o bien se sonríe al pensar en alguna costumbre loca de los Cronopios, o bien trata comprender el razonamiento de algún músico muerto de sobredosis en los setenta.
Nada puede salir mal.
Sus ojos verdes y sus manos morenas son las más hermosas creadas en mucho tiempo.
Hoy nada le puede salir mal.











En su mano, el sobre.
Por fin veo su cara. Tez morena, un poco de barba. Ojos achinados. Boca ancha. Mirada con destellos de nebulosas.
Su cara era una mezcla de alivio, por deshacerse ya de aquel peso, y angustia, por tener que pasarlo a otra persona.
Sus ojos eran sinceros. Rojos y sinceros. Tarde, pero sincero.
Su mano se extendió y le paso el sobre.

Ella llevaba casi una hora llorando. Una princesita, lloraba, ojos hinchadísimos, ojos con llenos de gotas, claras. Extiende su brazo, y su mano izquierda toma aquel sobre naranja.
El reloj de la tienda marcaba las 11:45.
Y ella estaba ahí, sin paraguas, sin abrigo, sin dinero, sin compañía.
Lo único que poseía, un era un sobre naranja, rodeado de un día gris, en una húmeda mañana, sentada en un banco en el paseo Estado.

En cualquier momento comenzaría a llover.
Luego de acabar un par de cigarrillos, se seca las lágrimas y se levanta.
Los duendes invisibles, limpiaban la evidencia de esa mañana.
Los duendes, limpiaron las cenizas, las colillas, los papeles con moco y lagrimas.

Se levanta con determinación, se despide con el disimulado saludo de los duendes verdes, y comienza a caminar. No tenía mucho que hacer, además de caminar.
Debe llegar a la casa desquiciada-suicida en Providencia.
Sale a la Alameda.
Tenderini, Mac.iver pantalla gigante, Santa lucia, feria, el living…

Vuela mujer, vuela entre el concreto descuidado, entre los alambres de cobre y plástico.
Vuela entre lo urbano y lo cotidiano, entre las plazas, y los gorriones, desciende en picada, rebota entre los edificios tangibles y aburridos.
Entre los vidrios polarizados de la cuidad, de la jungla, del cemento.








Exhausta, golpea con las mismas semicorcheas de siempre.
Abren la puerta.
Un fuerte olor a “incienso” golpea la cara de la princesa,

Entra y saluda con la mano muy rápido a las cerca de 15 personas que había adentro.
Pasa al baño.
Se lava las manos. Se las seca.
Abre el banano.
Saca el sobre con temor.
Pánico, es lo que siente al mirar el escrito maldito. Pesaba muchísimo.
El naranjo sobre actuaba como alucinógeno. La princesita de ojos verdes y piel parda caminaba ya sin distinguir tiempo ni espacio, todas las formas se deformaban y giraban alrededor de su cabeza.
El desierto y los ríos, el arco iris, y el acantilado. Toda esta acá. Es como si hubiesen suprimido las distancias. Luces por todos lados.

La Niña más sensual, con polera a rallas y jeans gastados, estaba a un costado de la sala, bailando aquella música tan especial, esa que solo el que la oye, la comprende. Todos los elfos azules giraban y danzaban al compás de los beats.
Baila, y es libre.
Baila y los prejuicios se acaban,
Baila y las palabras vagabundas llegan a los oídos.
Oídos cansados, de palabras limpias y cuadradas. Las palabras roídas y gastadas, roñosas.

Bailaba con su alma desgarrada

Su cintura se movía con trastorno, con desenfreno. Como si mientras más bailase, menos dolería el siguiente paso..

La de los ojos verdes sale al patio, a tomar aire y a tomar algo.
Bajo el gran almendro al centro del jardín, un grupo de jóvenes bebe tequila y ron.

Entre ellos estaba señor Kiltro y su banda de música rock.
La transacción fue muy expedita y poco dolorosa. El sobre llega a sus manos rápidamente.
La princesita, desaparece entre la gente, camina sensualmente a la salida,, demasiado feliz, dispuesta a saltar, cantar, tararear y arrancar.

Texto agregado el 26-04-2008, y leído por 168 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
01-05-2008 Heavy...necesito leerlo nuevamente. me gustan mucho tus metaforas.. petroushka
 
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