Vine a buscar mi marido.
Transcurrían las 7:00 pm en aquel campo oculto por las montañas. Como si sintieran celos, las montañas, por sus habitantes resabiosos. Que por todo pelean y por todo se quejan.
María no era la excepción. Había puesto la cena como de costumbre, a las 6: oo pm, pero eran las 7. Sus nervios empezaron a castigarla. Como era de esperar.
Pues Antonio, su esposo, no acostumbraba a llegar después de cena, salvo algún inconveniente que le sucediera en el conuco.
- Ju… me parece que le pasó algo a Antonio. Carlos... ¿Qué tú crees?
- No, mamá. Qué le va a pasar a papá?
Carlos era el hijo más pequeño. Que aún vivía con María y Antonio; y un nieto que estaban criando. Los cuatros vivían con suficiente tranquilidad como para ser envidiados por sus vecinos. Aunque con uno que otro imprevisto.
María lo sabía. Siempre lo ha sabido. Cuando surge algún imprevisto, no es para que María esté tranquila. En el último imprevisto duró Antonio dos días tras las rejas por Golpear un policía y casi lo matan dándole palos.
El mangú que ella había hecho, se había endurecido, y se le estaba escurriendo el aceite. Pero María no podía tranquilizarse. Ya Carlos y su sobrino estaban durmiendo. Cuando de repente ella escucha la voz de Antonio vociferando.
- Maldita mujer el diablo. Tu verá lo que te va a pasar esta noche. Cuero el diablo. Pa que respete los hombres. Maldito cuero.
A María se le engrifaron los pelos. Se acordó que había discutido con Antonio en la mañana; y se dijo:
- Ju… se puso a beber y viene a bravear ahora.
No hubo de haber pasado 30 segundos de ella haber dicho esto cuando se oyó un sonido estruendoso que golpeaba la persiana del frente. Y, más seguido, otra piedra golpeaba la puerta. María había dado un brinco con el primer sonido. El segundo lo escuchó mientras iba corriendo con el nieto en una mano y con la otra sujetaba a Carlos.
Se lanzó por la barranca que está detrás de la casa con los dos niños en los brazos. En medio de la oscuridad se abrió paso por el arroyo sin que los niños se mojaran.
Subió la pendiente que daba a la casa de Juana. Acostó a los niños y se acostó ella.
Juana la esperó con la puerta abierta. Estaba acostumbrada. Cuando oía un sonido extraño, era un imprevisto con Antonio.
Juana misma fue a ver, después que se calmaron los sonidos, e inspeccionó la casa. Se quedó muda al ver el estado en que quedaron las persianas. Y fue a contárselo a María en seguida.
- Bueno María… mañana tú va tener que comprar mucha tabla.
María se quedó dormida con los niños y al amanecer tempranito se presentó a la jefatura policial, pues dos policías fueron los que no permitieron, después de darle unos cuantos palos, que derrumbara la casa.
- Vine a buscar mi marido, el no hizo na… esa casa es de él.
Sandy Valerio.
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