Voy caminando por la calle más oscura de mi ciudad y me persigue mi sombra perdida entre adoquines; parece que todo el sueño que tenía diez minutos atrás lo deje en el cine. Una película que poco me dejó, un saludo de un par de cuadras y me desperté camino a casa. Siempre pensé en la solidaridad y en la sociedad como valores importantes, y a la vez choqué siempre con la certeza de mi vocación de solitario. La familia, los amigos....pero el silencio, el cielo.
Afortunadamente mis quince cuadras se hacen eternas y paseo por dentro mío en una estrellada noche. Me siento libre de pensar, de silbar bajito, de no pensar, de arrastrar mis alpargatas. Pienso en que linda es la vida después de todo y en que cerca que quiero llegar en ella. Y aquí es cuando se desmorona la luna enfrente mío.
Cuán más lindo son los árboles oscuros con alguien al lado mío, alguien que sea tanto y tan poco como yo; que haya ganado ningún premio y que camine despacito. Que arrastre los pies intentando frenar el tiempo.
De golpe a media cuadra viene caminando tal vez, se escucha que arrastra los pies y avanza de a poco, una silueta como mi sombra, cada vez más grande que pasa junto a mí y se aleja, y me alejo y abre la puerta de su casa igual que yo, y la cierra del otro lado con dos vueltas, cuelgo las llaves, ni se lava los dientes y se acuesta intentando olvidarse del otro que lo intenta olvidar despegado a la almohada.