Desnudo, tumbado en la cama, con la cabeza vacía de pensamientos, sus ojos dirigidos a la mujer que bailaba ante él. Ella también desnuda se contoneaba lasciva, convertida en eva, manzana y serpiente a la vez, danzaba moviendo sus generosas curvas mientras se acariciaba; curvas rotundas, poderosas e hipnotizadoras, sobre las que se deslizaban unas eróticas manos como agua de manantial que roza suave un hermoso rostro, unos senos turgentes y firmes, un vientre liso y terso, unas caderas vertiginosas, unos muslos firmes, un vello púbico rizado y suave.
Sibilina y sinuosa como una serpiente se acercó al hombre, se deslizó sobre la cama, sobre sus piernas, sobre su sexo, sobre su pecho. Acercó sus labios a los de él, los rozó con la punta de su lengua, una de sus manos acarició el rostro sin afeitar sintiendo la rugosidad de una barba de dos días, sus ojos brillaron felices cuando se cruzaron con los de él. Un dedo juguetón se introdujo en el orificio de la frente...
...Desnudo, tumbado en la cama, con la cabeza vacía de pensamientos que manan disueltos en sangre por el agujero, sus ojos dirigidos a la mujer que bailaba ante él, pero no ven nada. Su última visión fue la de ella disparándole a la cabeza y su último pensamiento fue que nunca debería haber olvidado el rostro de la mujer que violó unos años antes.