Es difícil definir quien tiene la culpa o quien tiene la última palabra. El poder judicial con la demora a causa del procedimiento burocrático o la autoestima de la mujer. El caso es que cada día nos encontramos con más casos de violencia extrema contra la mujer, incluso llegando al asesinato o femicidio como se le denomina hoy, víctimas del maltrato físico y psicológico.
¿Qué hacemos los vecinos cuando alguna mujer está siendo agredida y clama a gritos ayuda? Parece que fuera más fácil y cómodo no escuchar para no involucrarse, ya sea por motivos personales o simples cobardía.
El llanto de los niños tampoco les conmueve, sin embargo, cuando todo ha pasado y la bruma del silencio les hace reflexionar, llaman a carabineros para denunciar un hecho extraño en la casa vecina. Cuando estos llegan, son los primeros que miran por los visillos, cubriéndose el rostro con las manos, horrorizados porque a Silvia, Juana, Alicia, etc…; la sacan inerte, sus brazos cuelgan, como dejando huellas, rastros de que fueron madres y esposas. Detrás, un uniformado con el niño en brazos, mientras llegan los familiares para hacerse cargo, pequeños con ojos desorbitados, sin entender la situación y sin voz, agotados de pedir ayuda.
Los vecinos tienen toda la mañana para comentar con los demás estos sucesos, talvez con un sentimiento de culpa, impactados y arrepentidos por no haber intervenido para evitar esta situación. Cada día nos enteramos de nuevos asesinatos de mujeres de femicídios.
Los hombres que cometen estos delitos se sienten dueños de la mujer. Los siquiatras dicen que los motivos más comunes son los celos y frustraciones exageradas que paralizan el control conductual y provoca esa actitud impulsiva, Así justifican el ataque a puñaladas.
En nuestro país predomina mayoritariamente aún el machismo. También depende de la información genética, no olvidemos que hay secuelas neurológicas y sicológicas de aquellos asesinos, hijos de padres alcohólicos, entonces es obvio que tendrán trastornos de conducta, descargando toda su frustración en los hijos y parejas, con un comportamiento insensible y cruel.
Macho, a mi entender, es el hombre que ama y protege a su familia de todo peligro y no para demostrar su virilidad siendo promiscuo, es decir siendo infiel.
Si las mujeres nos dejamos avasallar una vez, habrá una segunda, una tercera, hasta llegar al drama del femicidio. El sesenta por ciento de las mujeres que viven en pareja sufre algún tipo de violencia doméstica y un diez por ciento son agresiones graves. Una de cada tres familias ataques sicológicos. En mi trabajo tengo la oportunidad de conversar con mujeres, las cuales se quejan afectadas por maltrato físico y psicológico. Ellas al narrar sus historias tartamudean y sienten vergüenza de que los demás se enteren de su situación.
Será que el cura nos hipnotizó con sus palabras solemnes: “hasta que la muerte nos separe”, o la letra chica en la libreta del registro civil: sé buena esposa, no exijas nada, no preguntes donde voy, no te importa cuanto gana; calla, soy un macho.
En fin, creo en la igualdad de los géneros. Pero si una mujer se cruza con un hombre machista, dependerá de su autoestima el soportar o alejarse, sin miedo de ganarse el pan sóla. Pero, si ambos son tozudos, estarán eternamente “golpe contra golpe”.
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