-Por las calles de Barcelona es muy comun encontrarse Rumanas muy jovenes con unos o muchos mas hijos en brazos, pidiendo pan o pañales o leche, gente que emigra buscando una realidad menos perra pero que rapidamente sufre el desarraigo y una miseria similar. A ellas,y por ellas este poema-
Me tendí a tu lado
mientras el odio rugía
perpendicular al asfalto,
sobre ruedas y con placas,
en oscuras solapas,
y en las nubes que aún no llovían.
Me tendí a tu lado
porque me atendiste.
Me acerque porque tu oído
y tu igual miseria me escuchaban.
Tu ubre límpida y nueva
alimentaba una de tus dos
pequeñas alegrías;
uno de mis dos puñales en la carne.
Me dijiste muchas cosas,
y muchas cosas callaste.
Ya no quiero que alimentes tus alegrías
a merced de las migajas de los hombres.
¡Ay rumanita joven
ya no te estés de rodillas,
no hay Dios a quién rogarle
si es el hombre el que no escucha!.
Muchos pasan y te dan su mirada salobre,
otros -por odio a sí mismos-,
te tiran miguitas de pañales.
Están también quienes ni siquiera te adivinan,
-son los mas-,
ausentes espectros de su propia vida.
Sin embargo en tu sonrisa de madre
que ve crecer su semilla,
-hoy los dos dientitos de abajo,
mañana sus cuatro silabas-,
adivino la caricia de amor que se te escapa
y que no remedan las orillas.
Y si no hay lugar en esta tierra
por tu nombre ajeno y tu extranjería,
si ya no hay púlpitos vacantes
para llorar las futuras penas,
y el hombre se viste alegremente
con ornamentos infernales.
Entonces mas vale
que te comas tu simiente.
No regales a esta arena ignorante
ninguna de tus dos vírgenes alegrías.
Sabrás rugir por dolores,
a dos voces por tu vientre:
tu desprecio de hombre,
tu desarraigo latente,
la muerte niña que apenas los vio reír,
y si mucho mas llorar de hambre.
Iras con tu cabal humanidad
desbordada de enloquecida delicia,
haciendo trizas nuestras mascaras de risas,
sin palos pero con franqueza,
mutilando nuestras alegrías.
Triste y largo calvario,
vía crucis de desidia.
No hallaremos ni una sola mano extendida,
no habrá manto ni Verónica.
Somos culpables como no lo fue un Cristo.
Miraremos en torno nuestro nuestro vacío.
Será como estar muerto en carne viva
con los dos brazos abiertos
crucificados a tu pasaporte.
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