Un café bien caliente, dicen los costeños, ahuyenta el calor, inspira las letras y mima el sueño.
Tomado bajo el manto gris y melancólico de la moribunda tarde, evoca los ecos de poemas muertos, en cuyas fantasmales voces antaño pronunciados impregnan las paredes de esta añeja tertulia.
Sí, el aroma a café evoca nostalgia, mima los sueños, provoca a las musas; beso la oreja de mi musa y me dicta algún escrito erótico; me responde una bofetada y sale de mí un poema de dolor; me consuela y mis letras se vuelve canción; me besa y se desparrama sobre la alfrombra de la tertulia las deslumbrantes letras de la palabra amor.
El alma se cansa y el cuerpo no responde. Dibujo mi silueta sobre al polvo de aquel rincón, y al cobijo del aroma de café, duermo... espero,