LAS MATEMÁTICAS.
Voy, sentado dentro del Metro, leyendo los titulares del periódico que llevo para leerlo en casa, En los asientos de enfrente va una mujer con dos niños que saltan sobre el asiento sin que ella, que seguramente es la madre, les impida pisotear el asiento acojinado.
Repentinamente uno de los dos, el mayor, de aproximadamente cinco años, después de un salto, cae sentado y le lanza un reto al más pequeño.
—A ver, dime un número grande, grande, grande, el más grade que puedas imaginarte.
El pequeño se lleva una mano a la boca mordiéndose un dedo mientras con la otra mano se rasca la cabeza, señal de que sus pensamientos son muy profundos, se le ilumina la cara y lanza seguro la respuesta.
—¡Ciento mil!
—No —le replica el primero— más grande que ese, mucho más grande.
El pequeño frunce las cejas en un gesto de profunda concentración, luego su carita se ilumina y, con gesto de satisfacción, lanza la respuesta.
—Cuarenta y cien— y sonríe satisfecho.
—No —vuelve a decir el primero— más grande, mucho más grande todavía.
El pequeño se sienta, tal vez para lograr una mayor concentración y encontrar la respuesta.
—¿Veinticientosmil? — aventura, ahora con tono inseguro.
El otro, implacable, determina.
—No.
—No sé —se da por vencido inclinando la carita hacia la derecha y agachándola con actitud de derrotado.
El mayor le da la respuesta con aire suficiente.
—Diecinueve, tonto.
El pequeño encoge los hombros resignado.
Yo me quedo pensando.
“Estos niños van a ser unos grandes matemáticos”.
LOS NIÑOS Y LOS BORRACHOS
Silvia y Pedro, vecinos de Doña Martha la mamá de Rosita, se la pasan peleando
Ese día llega Silvia a la casa de Doña Martha quien, al oírla tocar, deja a Rosita desayunando en la cocina y sale a recibirla. Apenas entra Silvia y empiezan las quejas, que se peleó con su marido ¡Cuándo no! que es un patán, que porque el tinte de pelo que escogió esta vez, es demasiado llamativo y que le reclama que así lo que consigue es que se le acerquen los hombre -Ah, porque ella es guapa y él celoso- Que Pedro salió de la casa dado un portazo y que, como ya va a regresar, Silvia no quiere que la encuentre en la casa y pues va a refugiarse a la de Doña Martha, su buena vecina para hacerle creer a Pedro que ya lo abandonó, a ver si así se corrige y deja de pelear con ella por equis, y griega y zeta.
Doña Martha la escucha paciente y le advierte.
—Mira, cuando llegue y vea que no estás, lo más lógico es que venga aquí a buscarte.
—No, pero si viene, lo veremos acercarse a través de las cortinas y, cuando llegue y toque, me meto a al baño y, al abrir usted la puerta, no me verá.
Rosita que ya ha terminado de desayunar sale de la cocina cuando escucha tocar.
—Señora —pregunta Pedro— ¿No ha venido por aquí Silvia?
—No, Pedro —contesta Doña Martha— hoy no ha venido.
—Si, mamá —interrumpe Rosita y, dirigiéndose a Pedro— está en el baño, se metió corriendo cuando te oyó tocar.
El resto de la historia ya podrán imaginárselo, a mí me viene a la memoria aquel refrán popular que todos conocemos: “Los niños y los borrachos dicen la verdad”
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EL VENCEDOR.
No supe cómo empezó el pleito, los escuché desde dentro de mi casa, a través de la ventana que da a la calle; eran Luisito y Samy dos pequeños de menos de cinco años de edad.
Que si mi trompo baila más que el tuyo, que yo puedo correr más aprisa que tú, que a mí no me da miedo entrar a un cuarto oscuro, etc. etc. de repente la discusión llegó al punto más álgido; guardaron silencio durante unos instantes, los imaginé acumulando fuerzas para la batalla final, los puños apretados, el gesto fiero, los hombros echados hacia delante; fue Luisito el que atacó primero.
—Al cabo —dijo con un tono firme en la voz— mi papá tiene un perro muy bravo que se llama Pirata y va a morder a tu papá.
A estas palabras siguieron unos instantes de silencio; la mordida al papá pareció ser un ataque definitivo para lograr el triunfo. Imaginaba la carita de Samy desesperado ideando la estrategia para contraatacar, por fin habló con un tono de triunfo en la voz.
—Al cabo mi papá —espetó con voz segura y agregó casi en un grito— ¡es más bravo y va a morder a tu perro!
A ese argumento siguió un silencio que se prolongó indefinidamente, parece que la imagen del padre de Samy mordiendo con bravura al perro de Luisito fue lo que logró definir quien fuera el vencedor.
Abril, mes del niño.
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