Cuando por fin se decidió a mostrar al mundo su secreto, pudo comprobar que el olvido y la falta de luz le habían robado todo su brillo.
De tanto apartarlo de la vista, el radiante azul de un sueño, se había tornado en el marrón indefinido de la realidad.
De sus aristas cortantes e incluso hirientes, solo quedaban bordes difusos y gastados por el continuo roce de su autoestima, que un día había visto conveniente esconder en el mismo cajón.
El antiguo aroma, lavanda con toques de pomelo; había degenerado en un tufo hediondo por la falta de ventilación.
En el recóndito armario de su intimidad no había más que anaqueles vacíos y restos medio podridos de “lo que pudo haber sido”.
Se miró al espejo y pudo comprobar que ya no existía aquel secreto. Todo el mundo veía lo mismo que se presentaba ante sus ojos.
Se había convertido en un viejo verde… y maricón.