Impaciente como hombre en maternidad o niño en su primer día de clases te esperé siempre sin saber tu nombre ni de dónde venías ni como eras o cómo lucías. Simplemente esperaba solía ir a los andenes de la estación ferroviaria a vaciar botellas de vino para brindar por tu llegada. Cumplí cincuenta años esperándote y sólo una mujer fea y de luto vino a buscarme.
Texto agregado el 25-04-2008, y leído por 196 visitantes. (6 votos)