El novio
El novio, era el hermano menor de mi amiga. Todos ya habían contraído matrimonio y él seguía fiel a su soltería empedernida. Hasta que conoció a Iael, una estudiante de Derecho que quería continuar sus estudios. Pero los acontecimientos se precipitaron por obra del destino que marca sus metas indescifrables por capricho. Es así que se celebró la boda en Jerusalén, el padre de la novia era Rabino y la madre una piadosa dama crecida en las afueras de un Kibbutz al norte del país. Todos parecían felices, si hasta regreso la hermana melliza de Iael desde California, donde estaba becada para celebrar la boda con enorme pompa.
Se tiró la casa por la ventana como se dice. Vivieron una noche intensa de amor en un hotel de Tel Aviv. Ella era virgen y esto no asombró para nada al reciente esposo. Recordemos las costumbres de quienes cuidan la fe ante la vista del Eterno. Los meses fueron pasando como de costumbre sólo con una pequeña alteración: la hermana se quedaría hasta entrado el otoño, ya que se sentía muy a gusto en la casa de sus padres.
Las hermanas comenzaron a realizar compras juntas como en años anteriores, concurrir al centro comercial era un plan muy bien planificado. Pero, algo he olvidado en mi relato: eran como dos gotas de agua en lo físico; solo la madre podía distinguirlas y con cierta atención.
De este modo, alguna vecina de esas que no tienen nada que hacer por las tardes, ni por las mañanas, contaba las veces que las hermanas salían del brazo para hacer sus compras. Se las veía tan mejoradas en su aspecto como en la manera de vestirse, siempre a la usanza correcta de buenas mujeres de la casa. Y hasta la que estaba de visita empezó a quedarse a dormir con la excusa que era demasiado el traqueteo desde lo de Iael hasta la ciudad.
Así transcurrían los días y las noches de luna de miel, con las dos hermanas unidas como de la placenta, sólo que del novio. Éste recibió una alegría intensa cuando se le informó en el trabajo que le había tocado un ascenso con el propicioso aumento de sueldo. Esa noche, se celebró en la casa más que de costumbre. Las hermanas lucían esplendidas, hasta el punto que al mismo esposo se le hizo difícil de distinguir quién era quién.
Claro, este ascenso trajo consigo un inconveniente: debía de quedarse más horas en el trabajo.
Para contrarrestar la falta de esposa hacia llamadas a la casa. El teléfono se mantenía en su lugar sin inmutarse: las hermanas no estaban. Sólo una voz grabada en el contestador del celular de Iael era la que tranquilizaba ese sesgo de inquietud que nació en el reciente esposo. Las críticas comenzaron a llegar y nacieron las discusiones entre los contrayentes, hasta que él le prohibió a su esposa estar en contacto tan seguido con su hermana de sangre. Pero la cura fue peor que la enfermedad, puesto que a las hermanas se les vieron más unidas que nunca...
Esta inquietud llevo a la sospecha y de ella a la desconfianza. Contrató un policía secreto como de las películas que siguió a las mellizas hasta un hotel. Les sacó fotos y se las puso en un sobre. Cuando se realizó la reunión entre ambos se supo la verdad: las hijas del rabino, hombre prudente y de buenas costumbres, eran unas descocadas. La imagen era contundente: las hermanas hacían de las suyas con el taxista de turno, una especie de chino practicante de Sumo.
El otrora esposo pidió de inmediato la anulación del matrimonio.
Yo, soy por ahora la nueva amiga del novio, que pasó a ser mío. Pero, cosa curiosa, también tengo una hermana gemela.
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