¿BAILAMOS?
Las bombillas rojas de la habitación le dieron a su cuerpo el color de una diabla encendida. Se devoraban a besos.
Habían estado bebiendo un poco de vino tan solo horas antes, como buenos amigos, y llegaron a donde llegaron como por arte de magia.
Ella estaba linda, sonreía como si se tratase de una travesura. El quedó mirándola, oyendo los rumores de su conciencia.
Su abdomen atlético de bailarina exótica se convirtió en agua para aplacar la sed creciente en su boca, al simple atisbo, sus caderas de yegua primaveral le propiciaron un estremecimiento de éxtasis y su sonrisa de coneja, un sobresalto demoledor al más ínfimo vestigio de cordura. Ella se movía al compás de la música de la pequeña radio.
La tuvo en sus labios toda la noche enloquecido por una fiebre de otro mundo.
- Te ves deliciosa durmiendo boca abajo – Dijo él al verla despertar. El sol diurno invadía la habitación. Una canción de moda se oía en la radio.
- Tu mano, dámela – Dijo ella levantándose animosa al contacto. Verla desnuda en el día lo dejó sin palabras, ¡otro espasmo! Sintió que le quemaba la piel ¡que afrodisíaco! Pensó él - ¿Quieres bailar? – Continuó ella. Él se ruborizó – Anda no seas tímido o dejaras de ser un tigre – Dijo en sonrisas.
- Haré el intento – Dijo él más ruborizado aun.
- ¿Lo harás bien? o me molesto contigo – Interrumpió ella. Se veía más deseable que nunca con el sol dibujado en sus retinas de locura.
- Bailemos entonces – dijo el extendiéndole una mano e intentando ¡cual mártir! no mirar la redondez ni la belleza escandalosa de sus pechos de princesa.
Ella le recriminó sus errores y falta de ritmo “es una piedra” pensó. Él solo pensaba en… Otras cosas.
Estaba realmente furiosa, le parecía inconcebible que no supiera mover las caderas al son de la rumba.
Se la pasaron toda la mañana aprendiendo, sobre todo él, ella lo hacia con una naturalidad y gracia de un nivel de otra galaxia.
Llegó el atardecer. Él tenía que marchar. Sandra, su novia, lo esperaba en la puerta del cine como habían quedado el día anterior. Tomó sus jeans rasgados y su camiseta de Aerosmith. Y se los puso con una destreza superior a la de ella en el baile. Se le hacia tarde.
Ella hizo un gesto de desaprobación luego se vistió sin apresuramiento empezando por la camiseta de Bob Marley y sus cómodas zapatillas de quinceañera.
Él se había ofrecido a vestirla. Ella lo rechazó al instante “no sabes bailar, tonto” le dijo con risueña elocuencia.
- Ya lo sabes… Ella… Nunca me lo perdonaría…- Dijo apesadumbrada. Acababa de vestirse.
- Y a mí tampoco – Interrumpió él aprovechando su proximidad para robándole un beso e intentar avivar las caricias. Ella lo rechazó con más gracia que encono.
- Tú sabes que ella es mí…
- Tú mejor amiga, me lo has dicho toda la noche – Interrumpió él con un brillo de melancolía en los ojos – Es mi novia por si no lo sabias – Continuó pensativo.
La condujo de la mano, hasta la salida. No tenían palabras la conciencia los había subyugado por completo. Desaparecieron por sus calles respectivas, él con dirección al cine en el centro comercial, ella con dirección a la casa del novio “¿y ahora que le digo?” Pensó.
El hostal quedo en silencio, sin música, ni amores furtivos, como si estuviese triste y a la espera de más amores de fiesta u ocasión que le dieran algo de vida. El crepúsculo avizoraba la noche.
Ellos caminaban con una sonrisa desbordante por la diferentes calles de la ciudad, una idea simultánea rondaba sus hábiles mentes:
...¿Habrán más clases de baile?
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