Hubo un tiempo de morir, que esquivé con movimientos de rayuela, en los que para respirar hacía falta mucho más que una bocanada de aire. Ahora que mi pecho se eleva mecánicamente y mi boca es compresora compulsiva de otras lenguas, el oxígeno pasó a ser un elemento de segunda.
Texto agregado el 23-04-2008, y leído por 118 visitantes. (3 votos)