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Si alguna vez existió ser más bello y puro no era comparable a su irresistible carisma. Ella era todo lo que la humanidad quería ser y por ello, no era humana.

Mal día de verano, quiso escapar de su prisión cristalina. Intentó hacerse más fina para poder pasar entre los barrotes. Al ver que era imposible decidió gritar alto y fuerte para pedir ayuda. El socorro vino de pronto. Una gran nube blanca se pudo encima de su jaula y la pidió que subiera hasta ella.

“Soy muy grande”, dijo, “Nunca podré subir tan arriba”. La nube, tras pensarlo un poco decidió llamar a un compañero de fatigas y el viento llegó. Entre susurros, que es como se debe hablar con el viento, le explicó el plan. Tenía que levantarla, llevarla hasta sus brazos.

El viento entonces comenzó a hacer un gran remolino para levantarla, pero pesaba demasiado. Del esfuerzo empezó a ponerse más y más colorado y a tener mucho calor, pero la nube era su amiga y compañera y no la podía fallar. “Intenta encogerte”, le dijo. Ella, poco a poco se fue haciendo pequeña, pequeña, y tras mucho tiempo el viento consiguió levantarla hacia la nube.

Cuando se vio libre de su encierro fue feliz y empezó a explorar todo por la nube. Ésta se reía porque sus carreras la hacían cosquillas. Y durante un tiempo ambas fueron inseparables.

Sin embargo, poco a poco fue llegando el frío y en la nube, allí arriba, hacia demasiado frío para nuestra pequeña protagonista. Todo el día se estaba quejando del frío que hacía, de lo mucho que se movía la nube, de lo pesado que era el viento. La nube aguantaba y aguantaba, hasta que un día no pudo más y estalló. “No te quiero tener más aquí” y la dejó caer.

Mientras caía y lloraba, el viento que pasaba por allí se apiadó de ella. La recogió y la dejó con suavidad sobre el suelo. El suelo era más cálido que la nube, se dio cuenta, por ello se quedo un tiempo allí.

Pero los días pasaron y volvió el calor. Era un infierno vivir allí, era como si estuviera encerrada en una prisión cristalina… una nube paró sobre ella tras escuchar su lloros d auxilio. Y pidió ayuda al viento.

Sí, nunca habría existido una humana tan bella y pura, pero tampoco existió nunca un agua más egoísta que jugaba a ser lluvia.

Texto agregado el 22-04-2008, y leído por 113 visitantes. (1 voto)


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