Cuando era chica me gustaba meterme abajo de la mesa del comedor grande de mi abuelo, que era como una nave imaginaba yo. Ponía unos cojines y me metía ahí, a veces dormía, otras veces me escondía para escuchar hablar a los demás. Una vez vi volar una pantufla de mi abuelo por el aire, cuando peleaba con mi abuela. Desde ahí que quiero tirar una pantufla en alguna pelea cuando tenga marido.
Un verano, cuando volví, ya no me cabían las piernas en esa mesa-nave. Y me di cuenta de que había crecido.
Así que la cambié por la cama.