La puta que nos parió nos hizo santos, nos hizo odiar la lumbre en los altares y los dinares al basural. Al tanto, los mercenarios volvieron listos para vencer, rendimos destino caro, no nos importe permanecer. El viento sabe todos los nombres con que llamamos a la humedad, el cielo esculpe en truenos grises las letras tristes de la ciudad. El tiempo nos cae encima, cual tragadero o guadaña espesa, calcáreas las vibraciones de nuestras coses, canciones viejas. Te lloras conmigo tanto que andar rondando en la maquinaria de los relojes descuartizados casi nos mata, casi nos sana. A veces las conchas frías de los moluscos rezongan dignas, que la carne mal arrancada, importa un río de novas ígneas y en la bandera que es nuestro cielo de los cometas tan destructores, cruza un meteoro de piel siniestra que se envilece cortando al orbe, se le caen pedazos duros que nos restriegan los corazones, nos diluimos y amedrentados oramos guerra, sacro desorden. Tu y yo somos del mundo la flor marchita que huele un asco, el celibato canta a su novia un paso doble martirizado, astillas de los banquetas entrelazadas danzan añejas los dos milenios de almas quebradas, costillas rotas, cruzada eterna. Somos anticristitos, gotitas de infierno manchando todo, berreamos contra las cruces, las medias lunas, cuanto alboroto, somos anticristitos la decadencia, la roma antigua, somos la pura mierda que va escurriendo, llore tranquila. |