He sabido apreciar
de cierta forma los ojos enrojecidos
que caen desde las cumbres de tus arboles.
He visto unas miles de veces
aquellos sueños de humedad matinal
que se plasman en tu semblante adormecido
y luego ruedan al piso anaranjado de un triste atardecer en el puerto
siempre bien iluminado.
Porque aulló mal el perro lamentoso y cojo
que vació toda su esperanza en la niña de sedas de colores en su piel.
Un poco ya distantes entre sí
se encuentran hoy
la silueta de tus sueños y la suavidad de tus manos
Porque he sabido recoger cada lagrima que cae de tu balcón
para aprender a dividirte.
El fondo negro ya no es tan cruel
al momento de resaltar las delicadas formas de tu cuerpo
y he aguantado eso por mucho tiempo
Sigues siendo la cadena que me une en cierta forma a mi mismo
una vez más, quizás como nunca, quizás como ayer.