LAS TIERRAS DEL LAGO CELESTE
Roberto agarra el balde de agua que acaba de sacar del pozo de la casa. Juan sale desde el interior de la casa gritando y jugando con una piedra. Su madre les grita desde el interior de la vivienda para que se apuren con el agua. Juan solo corre alrededor de su hermano, saltando, y cantando la música de dibujitos animados, que habían visto la semana pasada en la feria que se hizo en el centro de la ciudad. Roberto mira las manos de Juan mientras lucha con el balde agua. Juan esconde la piedra en su bolsillo del pantalón. Ésta le abulta, intenta taparla con su mano, pero se sigue notando.
Roberto le vacía el balde de agua a su madre en otro recipiente para que se pueda bañar, al alejarse de Juan le dice, que lo espere afuera asi juegan un rato. Juan asiente con la cabeza.
Juan juega con la piedra y una madera, como lo vio en una de las caricaturas. Roberto se acerca por detrás de él, y le pregunta de donde sacó esa piedra tan extraña, Juan le responde que la encontró por ahí. Su hermano le dice con gran entusiasmo que esa piedra no pertenece a estas tierras, que a alguien se le cayó, o se transportó a través de la magia. Juan boquiabierta le cree, se levanta del suelo, y le dice que tienen que ir a devolverla.
Roberto le informa que esas tierras quedan muy lejos de su casa. Que debían estar preparados para ello. Juan se sonríe y empieza a caminar con la piedra en la mano, comienza acelerar su marcha, Roberto lo sigue por detrás sin perderle el rastro, corren por el bosque, por varios minutos, hasta que finalmente Juan se tropieza y cae encima de pastos secos al costado de un viejo tronco. Roberto se le acerca y con voz firme le dice que no debió haber hecho eso, que estaba mal, y que su madre se iba a enfadar mucho. Comienza a mirar a su alrededor, mientras levanta a su hermano de los pastizales, la imagen no es la que creía, se encuentran perdidos en el medio del bosque, sobre pasaron los límites que le impuso su madre. Roberto se pone serio, y con voz firme le dice a su hermano que se equivocó, que ahora se encuentran perdidos. Juan se sonríe mientras sacude su ropa, y solo le dice que lo que acaban de hacer es romper las reglas, que tan solo deberían seguir, que al encontrar esa tierras todo volvería a la normalidad.
Roberto acomoda su viejo pantalón y comienza a caminar a dirección contraria de su casa, su hermano lo sigue con una enorme sonrisa, y le pregunta con gran entusiasmo si conoce a esas tierras, Roberto le responde que solo le hablaron una vez, pero que nunca se animó a ir. Le dice que se llama Las tierras del lago celeste, que están ocultas entre montañas, y las divide un lago celeste como el cielo, en donde hay muchos lugares para jugar, y muchas comidas. Juan se sonríe y apura su marcha sobre pasando al hermano, este lo toma del brazo, indicándole de que no se pasara, que lo siga a él.
Los niños pasan días caminando por el bosque, su madre preocupada va a buscarlo, pero no están en la casa del árbol, ni en la distancia permitida. Desesperada acude a la ayuda de su hermano que vive a pocos kilómetros de allí, juntos comienzan a buscarlo por la ciudad.
Los hermanos se encontraban exhaustos por el largo viaje, no probaron bocados desde que salieron de su casa. Juan le dice asombrado y con una gran sonrisa que mirara hacia donde apuntaba que había visto frutas en un árbol. Roberto desesperado con la poca energía que le queda se dirige hacia allí, y ahí lo ve, un árbol de moras del bosque, fresquitas esperando por ellos. Se apresura y toma el primer fruto, Juan le sigue el paso y hace lo mismo. Se pasan devorando las frutas por alrededor de una hora, hasta reventar, y continúan su marcha.
Suben un desnivel complicado, las rocas y piedras en el camino le dificultan sus marchas, suben con cuidado, agarrándose de los pastizales y ramas de los árboles. El camino parece no tener fin, hasta que un haz de luz alerta la atención de Roberto, se apresura a subir, y en la sima del desnivel observa las montañas que rodea al lado, pero desde lejos, aun les faltaba tres kilómetros para llegar. Se acerca a su hermano, éste se encuentra sentado en una roca, débil, observándolo con una sonrisa debilitada. Juan le pregunta si falta poco para llegar, su hermano le responde que falta muy poco, que ya están cerca. Roberto pasa por el costado de la roca en donde esta Juan, y le indica que allí hay agua para beber.
Beben un buen rato agua del estanque natural, y continúan su marcha, el agua parece que lo hubieran rejuvenecidos en energía, pasan el desnivel, con una marcha acelerada, y continúan por el bosque, Juan no sale de asombro, al ver esas montañas gigantes formando un valle entre ellas.
La madre de los niños no encuentra ningún rastro de ellos, el hermano le insiste en que están en tierras lejanas, le cuenta que hace dos años le contó a Roberto de las tierras del lago celeste, que seguramente hayan ido allí, se agarra de la cabeza. Su hermana le dice que no debió contarles de ese lugar, que el ingreso es muy peligroso, y están sin comidas, sin agua, que los mandó a la muerte segura. El hermano lleno de culpa, le dice que lo acompañe hasta la casa, asi van con la camioneta, que él conoce un camino alternativo, con el cual se llega más rápido. La madre acompaña a su hermano, y salen con la camioneta en busca de los niños.
Roberto y Juan continúan marchando por el bosque. Llegan hacia la base de las montañas. Son gigantes, los niños no llegan a ver la sima. Juan mira hacia arriba asombrado, su mandíbula parece salirse. Roberto le da una palmada en la espalda, para que reaccione. Juan comienza a reírse desaforado, su hermano también hace lo mismo.
Roberto le dice que nose si podrán cruzar esas semejantes montañas, Juan le responde con una sonrisa de costado, y comienza a subir, Roberto lo sigue detrás. A medida que van tomando altura, el viento se hace más intenso. Una tormenta de viento y frío se aproxima desafiándolos. Los niños continúan lentamente con su misión. El cansancio era evidente en ellos, pero la fantasía les daba fuerza. Llegando a la sima, calma la tormenta de viento, aunque aún hace frío. La tosida, y chillido de pecho de Juan rompe el silencio, Roberto se pone en alerta. Lo abraza, y se dirigen a un lugar cerrado con árboles.
Luego de unos minutos, Juan le indica que ya se siente bien, que tienen que seguir. Continúan su marcha, una suave brisa rosa sus mejillas, los niños la reciben con una gran sonrisa. Apresuran su marcha, en el camino de descenso observan aves coloridas que juegan en el aire por delante de ellos, y se lanzan hacia abajo. Roberto le dice a su hermano, que ya están llegando, que puede sentir la brisa y las aves revoloteando cerca del lago. Comienzan a bajar desesperados, pero cuando observan hacia la base del valle, se dan cuentan que el lago esta seco, solo hay una pequeña laguna allí. Juan le pregunta a su hermano decepcionado si este era el lago semejante de cual le habló. Roberto no le responde a la pregunta, solo le dice, que el tío le había hablado de este lugar, pero que hace muchos años que no venía. A los pocos minutos escuchan un fuerte sonido, es su madre con su tío, en la camioneta. Los niños levantan las manos, y su tío los ve enseguida, y se acerca hacia ellos. Su madre gritaba de mientras, que porque se habían escapado, el tío de los niños, le dice que no los recrimine, que tan solo vaya y disfrute más de ellos, y asi lo hace, con un fuerte abrazo, mientras los niños se cubren la cara por una posible paliza.
Los niños se acercan a su tío para que le explique que pasa con el lago, y su tío les dice algo muy cierto, aunque ellos no lo comprenden muy bien, que esto ocurre por el cambio climático, asi me dijeron en la ciudad. Suben todos en la camioneta, Juan esta en el regazo de su madre, mira al pequeño lago alejarse. Y palmea su bolsillo, saca la piedra, lo mira a Roberto, y ambos se sonríe, le da la indicación de que lo arroje, Juan arroja la piedra, lo más fuerte que pudo. La piedra cae en el agua del pequeño lago.
FIN
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