Tengo cada poro del cuerpo enquistado
por largos cabellos que luchan por reventarme la piel a cada segundo.
Cabellos reprimidos por qué sé yo… hasta que consigan su objetivo.
Mis ojos, cada día más, se tornan de un color verde infinito,
coronados por unas pupilas que violan la intimidad
de los indiscretos que se atreven a mirarme.
Ojos irracionales, fervorosos, impúdicos.
Animales.
Mis uñas ya no soy capaz de domarlas…
se me abren camino cada noche hacia no sé donde
y devoran hasta la laca roja con la que antes compartían cada instante.
Mis uñas se me revelan, nos hacen daño,
y yo, ni con balium ni con fusta las calmo.
Mi boca…se me disloca.
Oquedades entre dientes,
mandíbulas que se me ensanchan,
piezas que fallecen,
mis comidas antes predilectas ya no me causan deleite…
No sé que pasa ahí dentro, pero parece que muto…
y esto ya es urgente.
Mi nariz se alarga… es como un callo,
abandonado y deforme.
Es un monte.
Un injerto en el epicentro de mi rostro que sólo crece y crece.
Mi espalda se encorva
y en su cumbre me nacen entintadas otras dos pupilas curiosas
que me protegen cuando sin poder aguantarlo mas,
me tiro al suelo y hago de mis extremidades cuatro patas salvajes.
Mi voz evoluciona a susurros de insomnio en la noche
y a crujir de madera pulida y virgen por el día.
A melodía de luna llena
y a carraspeo diurno tras las noches en vela.
Mis caricias se vuelven gestos húmedos,
mis pasos son cada vez más firmes pero menos seguros…
Y poco a poco, aunque cueste creerlo,
Me convierto en un ser omnívoro.
Y es que… yo ya no sé…
Si de verdad pertenezco a esta especie…debí equivocarme de siglo al nacer, que la metáfora es mi vida y mi vida se reduce a palabras y garabatos en papel. El siglo XVIII me hubiera acogido bien (quiero creer)… y si no es así, tendré que hacer caso a lo que dictan mis sueños y convencerme de que no soy más que una reencarnación equívoca y mediocre de lo que algún día mi YoInterno fue. |