La Sentencia

La sentencia del juez fue implacable. Desde su estrado levantó su regordeta mano, apuntó al acusado y comenzó su discurso.

- No podemos determinar sin lugar a dudas qué motivó a este hombre a actuar como lo hizo. No sabemos si fue producto de un instinto natural por defender a su familia, como alega la defensa, o un acto premeditado de venganza, como asegura el fiscal.

La tensión aumentaba en la sala con cada palabra del juez. Los abogados se frotaban nerviosamente las manos en espera del veredicto.

- Para poder tomar la decisión final voy a solicitar algo que nunca antes se ha hecho, un escáner del alma del acusado. Se estimulará artificialmente la misma situación que desembocó en el asesinato mientras se monitorean las sensaciones, emociones y sentimientos del acusado. Si se descubre un grado de premeditación sobre la media, este hombre será ejecutado en un plazo no superior a trienta días. Si, por el contrario, se descubre que actuó defendiendo a su familia, será absuelto inmediatamente e indemnizado por las molestias provocadas.

El silencio se apoderó de la habitación. El escáner de alma nunca había sido utilizado en una situación semejante, solo alcanzó a probarse en algunos experimentos antes de ser prohibido en todo el mundo. "La intimidad del alma humana es lo único realmente privado que tenemos, y no debe ser expuesta bajo ninguna circunstancia" - Dictaminó el tribunal internacional años atrás.

El juez, temeroso quizá de cometer una injusticia irreparable, recordó este examen y se atrevió a utilizarlo.

A la mañana siguiente los guardias fueron a buscarlo para llevarlo al laboratorio en que se realizaría el escáner. Lo primero que vieron de él fueron sus zapatos sin cordones girando junto a su cuerpo, suspendido desde el centro de la pequeña celda. Su cuerpo aún estaba caliente cuando su familia lo abrazaba agradecida del valiente y heroico acto de valentía que los había salvado.

Jota