Por fin arribó al escondite que buscaba. El lugar era perfecto. Todo a su alrededor le resultaba favorable, algo para nada sorprendente, puesto que no era la primera vez que estaba en un sitio como ese. Contempló el cielo sobre su cabeza y juzgó que antes de que el astro rey tocara tierra, él estaría ya tranquilamente en su morada con la satisfacción de una nueva victoria.
Sonrió ante esta idea y pasó la lengua por sus colmillos, notando cuán afilados estaban. Sintió su boca llenarse de un líquido propio del éxtasis naciente y se contentó de conformar una unidad entre mente y cuerpo, entre deseo e instrumento de acción. Era formidable que así fuera .Súbitamente, un escalofrío recorrió su cuerpo. Sabia que el momento se acercaba, podía percibirlo aún mas rápidamente que con sus sentidos. El instinto que se había despertado en él le indicaba cuales serían sus próximos movimientos. No se trataba solo de una necesidad física, sino de algo más poderoso que revivía en él cada vez que un desafío así se le presentaba. De nada servían sus antiguos logros, cada nueva oportunidad le permitía volver a sentir poder sobre las víctimas que se cobraba .De pronto, a lo lejos, unas débiles notas musicales indicaban que la espera había valido la pena: la víctima estaba en camino y avanzaba alegremente sin sospechar que el destino estaba decidido a jugarle una mala pasada. Entonces, dispuesto a utilizar al máximo el poder de su mente, se dirigió camino arriba hacia el lugar en el que el ataque se consumaría.
En el claro del bosque, una pobre y enferma anciana que esperaba la visita de su nieta sintió que golpeaban su puerta.