Efluvio de violencia.

Vez tu reloj y observas que es una hora antes de la de salir a trabajar tu esposa. Te sientes ansioso e incomodo. Es exactamente como te le dijeron. Aún resuena en tus oídos. ¡Tu lo que eres es un maldito cuernú! Y… peor, quien te lo había dicho era tu hermano. Le quisiste partir la cara, pero te contuviste. Sabías que él nunca habla por hablar. Entonces le preguntaste que si el sabía algo que te lo dijera. El no dijo nada de una vez, pero a los dos minutos fue que te explicó lo que te tiene tan incomodo. Y, efectivamente… es como él te lo dijo.

Das un brinco de la cama y llama a tu mujer. Sí, a ella, tienes ganas de partirle la cara, pero algo te detiene.

- ¡Ven que te estoy llamando!

Ella se inquieta pero sin alterarse.

–Dime amor… ¡Para qué te levantaste! Es muy temprano…
- Sí... por eso es que me levanto. ¿Para qué va tan temprano al trabajo?
– Oh amor!, tu sabes que los carros son muy difíciles.

Cuando terminó de decir esto sonó un golpe seco en el rostro de ella.

– Maldito cuero.

Le dices y vuelves a golpearla. Ella cae de una vez al suelo. La golpeas de nuevo con los pies. Y como un efluvio de violencia sin poder detenerse la sigue golpeando. A ella no le ha dado tiempo de hacer nada, más que gritar. Tú te enojas más cuando escuchas sus gemidos.

- ¡Maldita! ¿Por qué no lo pensaste?

Mientras siguen los golpes al por mayor y detalles. Ahora ella está a punto de desmayarse, la dejas y te decides cambiar pues aún estás en ropa interior.

Estás excitado y te logra calmar un poco cuando te cambias. Ella todavía sigue tirada en el suelo. Nunca la ha golpeado de esa manera. Sí, en otra ocasión alguna galleta, algún apretón de brazo, pero no más de ahí. Pero ahora era diferente, se lo merecía. Y te dices;

- Yo que me sacrifico tanto por ella, mira lo que me haces.

Levantas el colchón y sacas una pistola ilegal que había comprado. Ella la ve, se sorprende, y te dice:

– No me mate, no me mate, piensas en tus hijos…
- Maldita, eso es lo que tú debiste de hacer, pensar en tus hijos, cuero sucio…pero ta' te quieta, que te salvas precisamente por ellos, azarosa… y cállate hija de la gran puta.

Te enganchas la pistola en la cintura. Está manipulada, lista para disparar. Sales de la casa. Ella te quiere detener pero no puede. Los golpes y el miedo la detienen. Sólo te dijo;

-¿Qué vas hacer?

Y le contestaste.

- Después tu va a saber.

Los pasos se vuelven una eternidad con el ritmo cardíaco que tienes, pero te tranquiliza una frase que había leído. "Cuando se toma una decisión, nunca se deja, si es por honor". Ya estás a dos casas de la pensión en que vive tu objetivo. Te detienes y vez el reloj, la 5:00 AM. Decides fumarte un cigarrito de marihuana. En otras ocasiones lo había echo para tranquilizarte, y en tus tiempos juveniles, para estar en la onda. Lo enciendes, en cada copo que absorbes te excitas y te hace sentir como un súper hombre.

– Tu verás a ese asqueroso, él espera mi mujer, ese cuero sucio. Se están cogiendo desde hace un tiempo. Y yo que lo saludaba, ese hijo de la gran puta…

Vez el reloj de nuevo, la 5:15 AM.

– ¡Coño!

Te dices y adsorbes el último copo con un suspiro de gigante.

Empujas la puerta de la pensión. Estaba abierta como te dijeron que estaría para que ella entrara. Te molestas más, te detienes a pensar en cual habitación era que él vivía. Te dijeron que era en la 12, observas que en la primera sólo hay números pequeños. Es en la segunda que está la de él. Sube la escalera y vez que al subir está el número 7 de primero. Automáticamente deduce que la número 12 está próxima. Tomas la pistola en la mano derecha. No quiere que tus pasos se oigan. Vez una puerta se mi abierta y mira en cima de ella. Es la número 12.

– Diablo, la está esperando ese hijo e puta.

Te Dices. Te para en frente de la puerta y la empujas con la mano izquierda. Al verte, él quiere defenderse, pero no puede, le dispara sin compasión y le dices;

- Así qué esperaba mí mujer…

Sandy Valerio.