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Es uno de esos días de otoño en que no hace ni frío ni calor. Todo el mundo anda con sus gruesas chaquetas en la mano o abiertas. Todos caminan rápido, miran la hora y siguen avanzando; y en un constante ir y venir de cabezas gachas nadie se topa ni se detiene. A lo lejos una pareja desentona con el ambiente, caminan lento tomados de la mano, sonríen, se abrazan, se miran y se besan; para seguir caminando lento con la cabeza en alto.
Sentado afuera de un antiguo café esta Francisco, quien revolviendo lentamente su café, mira la escena de aquella pareja. Después de un largo suspiro, mira su café, quita lentamente la cuchara, la golpea tres veces contra la taza para dejar caer la última gota, luego la lleva a su boca para terminar dejándola al lado de la taza. Mientras levanta cuidadosamente su café mira aquella silla vacía enfrente de él, sopla con cuidado y bebe un pequeño sorbo, con el mismo cuidado de siempre deja la taza en el plato. Sobre la meza se encuentra un viejo cuaderno, palabras al aire ahí en el escritas, es un poema…

Atardece lentamente,
es otoño en esta ciudad,
esta un poco nublado,
pero es romántico como siempre.

Quisiera tener a alguien a quien contarle,
que santiago en otoño es muy hermoso,
con sus inmensos árboles despojando
sus amarillas y rojas hojas.
Las que el viento hace danzar
con viveza en el cielo,
Por sobre las viejas casas
o sobre viejos adoquines, en el suelo.

Pero aquí me encuentro,
Añorando encontrarte,
imaginándote en mi viejo cuaderno,
sentado y sólo con un café en el centro.

Lo lee cuidadoso, con sus manos temblorosas, levanta la vista como en busca de algo;
no son muchas las mesas del café, pero si, las que ahí están llenas de parejas, menos una, que llama la atención de una manera poco usual; y como no, si sentada y leyendo se encuentra una pelirroja con una linda chaqueta verde, dirán que no junta ni pega; pero ella es muy hermosa.
Nervioso la mira atento, y toma rápidamente su cuaderno…

Quizás eres tu,
No se cuanto llevo esperando,
solo debo sobrepasar la valla de mi cobardía,
y la de los metros que nos separa.

Suspira despacio y mira lo antes escritos, y ya convertido en ceremonia, levanta con cuidado su café, lo sopla despacio, bebe un pequeño sorbo y con el mismo cuidado lo deja sobre la mesa; mientras ella cruzando las piernas lo mira un instante, en seguida da vuelta la hoja y sigue leyendo.
El, sorprendido con esa mirada, toma su cuaderno y sigue escribiendo…

Me regalas una mirada,
y solo con ella me he enamorado,
y es que de tus ojos a nacido
un brillo inesperado.

Levanta la vista con cuidado, como queriendo que no lo vean, por sobre el cuaderno la mira, pero ella sigue leyendo.

¿Abras notado que te miro?
¿te enamoraste de mi mirada?
¿tendré el brillo de los tuyos en la mía?
¿o quizás solo en mi sea tu reflejo?

Con disgusto deja el cuaderno sobre la mesa, y respirando lento, retoma la ceremonia de su café; mientras ella ríe a unos metros, para luego beber su café, y seguir leyendo…

¿Ríes de mis preguntas?
ya entiendo, te parezco gracioso,
o quizás solo sea una risa nerviosa
porque has notado que te has enamorado.

Mientras tanto ella deja su lectura, estira su cuerpo, cruza sus brazos sobre la meza y lo mira directo y esbozando una leve sonrisa ladea un poco su cara, para luego tomar su café, beber un poco y seguir leyendo.

Me miras y me matas,
siento que este es el momento,
me levantare e iré en busca de tu mano,
para caminar juntos con la cabeza en alto.

Solo dame un momento,
no acostumbro a estas cosas,
quizás no me creas, pero soy muy tímido,
y es ahora que me enfrento a mi cobardía.

Llenare mis pulmones con fuerza,
tomare mi ultimo trago de café,
mirare cara a cara mi miedo,
e iré en busca de mi camino.

Caminare con mi vista fija,
en la tuya que no me esquiva,
solo quieres que te levante
y te lleve a caminar lento.

Deja de escribir y saca con fuerza la hoja, sus ojos brillan y sus manos ya no están temblorosas; respira rápido, bebe su último trago de café; busca de su bolsillo unas cuantas monedas las cuales deja al lado de la taza vacía; se levanta con coraje y fija la mirada en ella.
El viento sopla con cuidado, llevando en su camino unas cuantas hojas secas, amarillentas, y mueve el rojo y largo pelo de ella, quien lentamente lo peina con su mano; levanta la vista y fija la luz de ella en la mirada de Francisco, quien con confianza camina en su dirección, se acerca, sus labios están secos y su respiración mas agitada que nunca, su cabeza rápido improvisa unas palabras, abre lentamente su boca y dice:

- ¿caminemos?

Pero el viento no responde, y ella a quedado a tras sentada, mientras el sigue caminando, arrugando con fuerza la hoja y dejándola caer al suelo.
El viento ya no sopla y el ya esta lejos, no ha mirado para atrás, camina con la mirada fija en el suelo, cargando en su espalda todos sus temores y sus miedos.

Ella esta de pie junto a aquel papel arrugado, lo toma, lo abre y lo lee. Despacio camina hasta su meza, se sienta, busca un lápiz y abajo escribe…
- Estaré siempre en aquella misma meza sentada, esperando, porque sí, lo notaste, yo también estoy enamorada.

- Fin -

Texto agregado el 17-04-2004, y leído por 181 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-05-2004 No me gusta el final, me duele, llevas buen ritmo ya quiero leer otro cuento tuyo. Gatoazul
17-04-2004 es muy hermoso, creo que desde mi punto de vista es el mejor escrito que tienes, al leerlo se despertaron muchas emociones en mi, emociones que hace mucho crei no tener... todas mis estrellas ***** Nefarita_la_Torturadora
 
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