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Cuenta la vieja leyenda lunfarda del gaucho Ceferino y su historia declarada solamente de chamuyo en chamuyo.
Mi china me ha contao’ que len han contao de aquel abombado argentino que un día andaba húmedo por los campos que a él le hubo dejao’ su padre y su vez el padre de su padre, una tierra tan muerta como el mismísimo desierto. Paseaba él con su perro jovato y desganao’ cuando de repente del suelo se alzó el mandinga trajeado y con bombín.
-¡Ceferino! Andaba por el pueblo y me resultó una buena idea venir a visitarlo.

Al gaucho le extrañó la presencia del Luzbel en aquel alejao paraje de las pampas argentinas, aunque era sabido que hacía años el Demonio se rondeaba por la zona, pero nunca creyó nuestro personaje que se preocupara éste por un don nadie como él mismo se consideraba.
-¿Qué hacé’ vo’ acá? –dijo despectivamente el kía que no superaba los 60 años de edad.

-Estoy seguro mi amigo que jamás ni en sus quimeras más extrañas pensó que alguien le vaya a hacer una oferta semejante como la que estoy apunto de hacerle, será efímero y no le quitaré más que algunos segundos de su tan aburrido tiempo en esta vida de amargues que le ha tocado. –Dijo el Diablo mientras esbozaba una sonrisa de agrandao’.

-¿Qué decís? ¡Chamuyame en cristiano!, malvao’ que no te entiendo un joraca.

Que presa fácil el gaucho ingenuo y pa’ colmo borracho por tanto moscato…

-Vamos amigo, si le veo en la cara la inteligencia que aflora en sus ojos. Lo que le digo es que tengo algo para ofrecerle a ver si quiere aceptar.

A Ceferino le habían enseñao’ ya de purrete la educación básica con la que tenía que manejarse frente a gente que era más inteligente que él, así que tal y como recordaba los consejos de su jovie le dijo al mandinga:
-Te escucho entonce’ pero te aviso que no creo que vaya yo a acetarte.

-Es todo lo que necesitaba Ceferino, que me escuche. Le comento la verdadera razón de mi presencia aquí. Durante los últimos años lo he estado observando desde mi apacible morada y me he percatado que el “Tata”, como usted le dice, lo ha abandonado hace ya un tiempo, ¡fíjese nomás en sus pies! De la tierra que pisa solo crecen horigas y malas yerbas, su ganado cada vez es menos víctimas del hambre y el clima que no da tregua. El sol que no da paso a la divina lluvia y hasta su can está a punto de desfallecer de apetencia por alimento. Lamento comunicarle mi amigo: Dios lo ha abandonado. ¡Pero no se preocupe! Aquí estoy yo para ayudarlo, digamos que me ha llegado al corazón su situación y hasta ha crecido una piedad que hacía siglos no emanaba en mí. Sin más preámbulos le ofrezco mi amigo este contrato que ha de firmar para su bien.

Ceferino agarró el papel y lo hizo girar tres o cuatro veces frente a sus ojos ignorando lo que esas manchas de tinta significaban.
-Mirá viejo, yo no entiendo nada de esto que me estás diciendo acá, nunca aprendí a leer, pero decime que yo te fío.

(Vaya oportunidad la del Diablo, que casi no podía evitar tapar su exaltación a tal respuesta)

-Bueno, bueno, Ceferino… No se preocupe, nadie nació sabiendo y el leer no es fácil. Pero se lo resumo para que lo entienda, porque si se lo leo las cosas que dice en general son términos muy legales y utiliza un léxico muy jurídico. Lo que más o menos dice es que si firma este papel su vida cambiará de manera rotunda, que desde el momento en que usted deje su marca puede elegir cualquier vida que desee, desde ser un empresario magnate de gran éxito hasta ser presidente de un país (cualquiera que a usted le guste), pasando por estrella de música o de cine, y como cláusula adicional, le agrego un regalo especial: puede pedir además cualquier cosa por más irracional y risible que parezca, algunos me han pedido de revivir algún ser querido, otros la vida eterna y hasta hubo uno una vez que pidió viajar en el tiempo a la época de los dinosaurios. Créame Don Ceferino, esta oportunidad no la va a tener de nuevo.

El gaucho era crédulo pero también le habían enseñao’ que nada es regalao’, así que le preguntó qué es lo que él tenía que hacer para conseguir eso. A lo que el astuto lobo con piel de cordero le contestó:

-Solamente firmar, y después cuando su vida termine venir a una de mis cómodas y apacibles habitaciones de mi gran mansión. Se que tiene mala fama el Infierno, pero sepa que son todas tonterías que se dicen por ahí.

Mandinga, aunque lleno de astucia, debía decirle al gaucho la parte de la entrega del alma, sino el contrato no tendría validez divina.

-Todo muy lindo, pero te hago una última pregunta y después yo te dibujo las equis en el papel, decime… el papelucho este ¿Con qué está escrito?

La pregunta era algo tonta pero al Diablo no le sorprendió, supo desde el primer momento que el tipo que tenía delante era un bruto analfabeto y con mucha mala suerte, así es que contestó:

- ¡Buena pregunta Don Ceferino!, veo que es usted un muy observador, lo que parece tinta roja en realidad es sangre, lo que pasa es que si no está escrito con esta repugnante sustancia no podría yo hacerle estos favores sin igual. Entonces, ¿Está usted de acuerdo con lo que charlamos?

Sin contestar el gaucho escribió tres equis sobre la añeja hoja y prosiguió:

-Bueno Mandinga, ahora te digo lo que quiero pa’ mi vida: me gustaría que mi campo sea fructífero y le pueda dar de comer a mi ganao’, quisiera tener trigales y que la granja florezca y así poder alimentar a mi único compañero “Facundo”, mi rope. Eso es todo lo que pido pa’ el resto de mi vida.

Y de repente un río se abrió paso entre el campo de Don Ceferino pintando de verde todo a tu alrededor, mientras por el fondo de la choza una granja y un trigal inmenso se alzaban extensos e imponentes.

El demoníaco ente rió de manera perversa mostrando sus tan característicos dientes de azufre ardiente, la risa se convirtió en carcajada infernal y sus ojos que hasta ese momento habían sido azules se volvieron rojos. Entonces le dijo al condenao’:
-¡Tu torpeza e ignorancia te ha condenado idiota! JAJAJAJA

Ceferino ni se mosqueó por aquel desborde de maldad y continuó:

-Mandinga, se te está olvidando algo, la cláusula que dice que puedo elegir cualquier cosa por más extraña que suene.

-Veo que además de estúpido eres terco, ¿Acaso no te das cuenta que acabas de dar tu alma?, nada de lo que pidas puede salvarte, ¡JAJAJAJA! Es más, lo más probable es que empeores tu situación. Ciertamente hombrecito, tu fuiste la víctima más fácil que he tenido jamás. JAJAJAJA.

El gaucho borracho insistió:
-Quiero pedir de todas maneras, total que perdido por perdido…

-Bien pide lo que quieras, tu alma me pertenece y todo lo tuyo ya no lo es sino que es mío.

-Bueno, mi último pedido es que hagas llover sobre este campo…

-¡Ningún problema!, ¡Eres torpe de verdad! ¡Mira que pedir semejante idiotez! JAJAJAJA

-¡Hijue! No me dejaste terminar, te decía: que hagas llover, pero no lluvia, sino agua oxigenada.

Y así el cordero fue más astuto que el lobo, el cuento dice que a la mirada atónita del Mandinga la sangre del contrato se agrumó y desapareció como si nada, todas y cada una de sus líneas, hasta la firma de Don Ceferino, quien saludando al demonio se dio media vuelta y encaminó a la choza con su escuálido perro Facundo siguiéndolo de cerca.

Moraleja: El contraste de inteligencia no siempre hace la de astucia y viveza.

Texto agregado el 17-04-2004, y leído por 804 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
17-04-2004 entretiene, y hasta el final estas con la duda de como engañara al diablo... me gusto la moraleja. picachito
 
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