Estoy parado frente a un cuadro de Matta. Hace un momento pasó frente a mí una mujer morena, de labios gruesos y mirada triste, justo en el momento en que las líneas amarillas comenzaban a cortar el casi velero dibujado en el extremo izquierdo de la tela. Me pregunto qué habrá querido expresar Roberto con aquella figura. Al intentar una respuesta esos labios aparecen frente a mí, pronunciando mi nombre e invitándome a la aventura de ese caminar atrevido, de esas piernas apagadas cuyo paso marcó las doce treinta en mi reloj. Y Matta sigue ahí, inmóvil. Ya es casi la una y debo volver al trabajo. -¿Es admirador de Matta?- preguntó un hombre de traje gris que observaba hace rato el cuadro con detención. -Si, la verdad es que el es tío mío, crecí con él.- El hombre se admiró de mi parentesco y me golpeó la espalda a modo de felicitación. -¿Le gusta el cuadro?- le pregunté tratando de corresponder por cortesía su gesto. -Si, mucho. - Respondió. A esa altura poco me importaba su respuesta. Asi que me despedí y salí del museo en dirección a mi oficina. En la calle divisé nuevamente a la mujer de ojos tristes. Estaba sola y parecía esperar a alguien. Todavía me quedaban algunos minutos de la hora de colación asi que decidido fui hacia ella y le pregunté:

-Disculpe, ¿A entrado usted a la exposición? Me pareció verla hace un momento allí.-
-Si, yo también lo vi a usted. ¿Estaba observando un cuadro de Matta no? Dígame, ese es mi cuadro favorito ¿Qué le pareció?-
-Bueno, ese cuadro es muy importante porque representa, o más bien ilustra lo que Matta experimentó en su niñez, que es, eh...es más bien un estilo surrealista...eh, no sabría definirlo con exactitud pero ¿Sabía usted que Matta es mi tío?-
-No ¿Cómo habría de saberlo? Ni siquiera me ha dicho usted su nombre. Disculpe pero debo irme. Adiós.