Carta nostálgica e inconclusa
Te he extrañado,
mucho,
sobre todo por esas sonrisas
que tú me provocas,
y porque disfruto tus picardías
y esas cosas que son tan tuyas...
y que ya siento tan mías.
Te extraño
como se extrañan las cosas bonitas de la vida cotidiana,
-esas a las que llaman rutina,
a las que no me acostumbro
y me hacen falta para vivir-,
como se extraña un paisaje
luego de cerrar una ventana,
como se extraña al sol
en un pálido día lluvioso
(y conste que los días nublados me encantan),
o como se ansía sentir el aire fresco en días calurosos
como éste, segundo, de abril...
mi boca llora la ausencia
de tus sonrisas, leves y profundas,
banales y a veces trascendentales.
Te extraño,
como al último trocito de quesillo, de fresas, de crema, de brownie, de chocolate caliente en una noche fría
-ése que se comparte cuando la mirada del otro nos corta la inspiración-
así es como te extraño, como se echa de menos lo lindo,
tierno, agradable y divertido de cada día...
Te extraño ¡y ya!
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